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Machismo en revolución

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Machismo en revolución

 

Quienes tengan edad, o afición por las películas mexicanas quizás recuerden aquellas viejísimas en las cuales figuras como Pedro Armendáriz, Jorge Negrete, Pedro Infante, Miguel Aceves Mejía y otros, eran seguidos y perseguidos con dilección y adoración por hermosas mujeres por las cuales se emborrachaban, peleaban, para después convencer con canciones. En las rancheras los hombres románticos, con bigote volaban bajo y las damas eran seducidas.

 

 

Ese machismo empezó a erosionarse hace décadas, en los países latinoamericanos, incluyendo México, a base del constante esfuerzo de las mujeres en el mundo, comenzando por los países más avanzados y tropezando con grandes trabas en los más atrasados. Durante años el género femenino fue acusado de todo. Feministas, necias, locas, y cuanta calumnia se les ocurrió a los hombres que sentían, por serlo, eran superiores, mandaban, porque las mujeres habían sido creadas para atenderlos, mimarlos y darle herederos.

 

 

 

Pero las damas demostraron que lo de “sexo débil” era sólo cuestión de musculatura y ni el cerebro ni la voluntad ni el espíritu tienen músculos. Mientras hace pocos años se dio a conocer como gran noticia que en Arabia Saudita se permitía a las féminas manejar autos; en Europa y América llevaban décadas no sólo conduciendo vehículos, sino países. Y los líderes musulmanes machistas han tenido que tragarse recibir, visitar, atender, escuchar y responder a -para sólo citar dos- Margaret Thatcher y Ángela Merkel.

 

 

Venezuela no ha sido una excepción. Al menos desde la instauración de la democracia moderna, en 1958, las mujeres de nuestro país se han destacado, cada año más, tanto en el duro sostenimiento de familias sin padres responsables, como en actividades en las cuales son auténticos líderes. En las profesiones y oficios que se aprenden en universidades, diversos institutos formativos públicos y privados del país, hay mujeres y no son minorías.

 

 

Con satisfacción para los venezolanos, y sus inevitables excepciones que confirman las reglas, la consolidación de la igualdad de género ha sido tan sencilla, natural y sincera como la mezcla de razas. Hombres siguen siendo y mujeres igual. Abogados, médicos, ingenieros, investigadores, veterinarios, técnicos, pilotos, militares en posiciones de rango y especialidad. Y también políticas, no sólo las tradicionales secretarías femeninas partidistas, sino parlamentarias, ministras, científicas, artistas, músicos, altas ejecutivas.

 

 

En el régimen de Maduro hay otro renglón en el cual se incluyen con especial profundidad a las mujeres: el de la persecución, encarcelamiento, sadismo de la represión política. Parece que hay menos mujeres en el Gabinete, pero en cambio y para compensar existen más arrestadas, encarceladas, exiliadas.

 

 

Macho del cine mexicano de los años 40 y 50 del siglo pasado, las utiliza como bandera de publicidad mientras sus fuerzas represoras persiguen y acosan a mujeres de éxito por esfuerzo propio, sólo porque difieren de su pensamiento político, cualquiera que sea la ideología, si es que tiene alguna más allá de los gruñidos del despreciable Raúl Castro.

 

 

Chávez llevó mujeres a su equipo, no porque creyera en la igualdad de géneros sino por propaganda, emplazó a las hembras de la manada dispuestas a seguirlo, no el camarada ni el primus inter pares, -primero entre iguales-. Maduro aún menos.

 

 

El problema no está en que la rabia castro-madurista haya agredido a María Corina, colaboradores, acompañantes y seguidores, sabemos bien -presos y torturados políticos lo demuestran- que, si el chavismo desencadenó la violencia social y sembró afanes de venganza sobre odios inventados, la soberbia madurista, incapaz de reconocer su incompetencia hasta en odios y venganzas, agrede porque, como el escorpión en medio del río, es su instinto.

 

 

La saña castrista contra las mujeres, es aprensión, temor, culillo, llevan años demostrando talento, coherencia, preparación, coraje y fuerza de voluntad, que inspiran venezolanidad. A María Corina la hostigan, siguen y vigilan con la policía política, que molestan poco, excepto con la evidencia de su presencia, pero sin poder evitar que pueblo a pueblo, aldea, caseríos, por todos los caminos, crezca en popularidad, respeto, confianza y esperanza en todos los niveles socioeconómicos, con más rapidez que el clarísimo desplome del régimen -que llaman Gobierno-, y en realidad no es más que una ópera bufa del desastre.

 

 

Sobre lo ocurrido en Upata, Estado Bolívar, pudiera confundirse con violencia de género que, puede ser física o psicológica ejercida contra cualquier persona o grupo de personas sobre la base de su sexo o género????? que impacta de manera negativa en su identidad y bienestar social, físico, psicológico o económico. ¿Pero en realidad lo es o fue? La verdad, es que, María Corina y un equipo político en actividad proselitista, compuesto de ciudadanos con distintas edades, género, raza y religión, fue asaltado, robado, agredido con violencia, premeditación y alevosía, en una acción dirigida por razones políticas, que apunta de la simple interpretación, se trata de un hecho incivil, criminal, de sabotaje y terrorismo.

 

 

 

@ArmandoMartini

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