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Los Torturadores

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Los Torturadores

 

 

La historia de la humanidad registra las andanzas de mandatarios crueles, despiadados o enajenados mentales. Personas sin escrúpulos que ejercían el poder sin limites, no tenían piedad ni se dejaban guiar por valores, principios ni leyes. La ley y códigos, eran sus caprichos.

 

 

Adolfo Hitler, condujo a la muerte a millones de personas, su impronta imborrable es el holocausto, ese genocidio que arrasó con 6 millones de judíos. Maduro ha convertido a nuestro país en un gigantesco campo de concentración y promueve un genocidio continuado.

 

 

Joseph Stalin se encumbró en la Unión Soviética dejando una estela de terror hasta su muerte en 1953. Como lo hace ahora Maduro en Venezuela, Stalin mató de hambre a millones de seres humanos.

 

Sadam Hussein se dedicó a asesinar hasta sus parientes, se recuerda el asesinato de 148 chiitas en 1982, mientras se enriquecía a manos llenas, tal cual cómo lo hacen Maduro y sus compinches.

 

 

Idi Amin Dadá, saltó de soldado raso a “jefe de Estado”, tal cual como el mismísimo Maduro. Su brutalidad era superada por su crueldad.

 

 

Falaris, tirano de Agrigento, (Sicilia), un sátrapa que gozaba “asando” a sus adversarios metiéndolos en un toro de bronce con candela a toda máquina, reputado como “el toro de Falaris”. Estamos haciendo referencia a un hecho cierto ocurrido en el siglo VI. Ese demonio de Falaris hacia meter vivos a los disidentes y los cocinaba hasta morir, disfrutaba escuchando los alaridos de sus víctimas. Maduro, ordena torturar a sus víctimas, mientras oye, cómo sucedió con Óscar Pérez, pedir ser escuchado y no ejecutado como hicieron con él en El Junquito y con Fernando Alban y el capitán Arévalo Acosta en los calabozos de La Tumba y del DIGCIM, respectivamente.

 

 

Calígula no se quedaba atrás en eso de la crueldad. Murió con apenas 28 años que le fueron suficientes en la vida, para cegar miles de vidas. Era un desequilibrado, al igual que Maduro que habla con pajaritos y al mismo tiempo adoctrina a sus milicias y equipa con armas de última moda a sus colectivos para que salgan a realizar “ejecuciones extrajudiciales”. Calígula, veía como los leones se comían a sus enemigos en la arena del circo. Maduro observa, impávido, a la gente comer de la basura, a los niños desnutridos, mujeres y ancianos morir por falta de medicinas y se enfurece cuando periodistas como Jorge Ramos, le enrostran esas verdades.

 

El pasado miércoles 10 de julio Maduro estableció un procedimiento que sus esbirros bautizaron como “inhumaciones controladas”. Maduro cree que enterrando de esa manera cruel e inmisericorde a su nueva víctima, el capitán de Corbeta Rafael Acosta Arévalo, borrará las huellas de su responsabilidad en esas torturas que lo mataron.  Ya la Corte Penal Internacional ha designado tres jueces para que sigan su causa. Lo más seguro es que Maduro, al igual que Haile Mariam Mengistu, el llamado “Negus Rojo”, será declarado culpable de perpetrar crímenes de lesa humanidad.

 

 

Antonio Ledezma

 

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