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Los jineteros del pasado…

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Los jineteros del pasado…

 

 

Me pregunto si lo que sucede en Venezuela es un malange de historias repetidas.  revoluciones azules, amarillas, restauradoras, libertadoras, de marzos o de abriles, que tuvieron como jinetes campeadores de «libertad», a los Guzmán Blanco, Julián Castros, Crisóstomos Falcón, Joaquín Crespo o Linares Alcántaras, taitas que se decían federalistas, liberales, nacionalistas  o conservadores, y más que defensores de un ideal, eran punta de lanza de montoneras mal remendadas. Si no que lo digan Bolívar, Páez o el Monagato, quienes sucumbieron en la traición y en «el quítate tú…». Venezuela siempre ha sido una trágica sucesión de descartes, desechos y apostasías. No de encantos republicanos y de derecho. Veamos.

 

 

 

Opinión aparte (por similar a lo que vivimos), merece la «Revolución Liber­tadora» (1901-1903). Una rebelión de caudillos regionales encabezada por el acaudalado banquero Manuel Antonio Matos, en alianza con empresas trasnacionales (New York & Bermúdez Company, Orinoco Steamship Company, y la Compañía del Cable Francés, entre otras), que intentó derrocar el gobierno de Cipriano Castro. Ya Castro había llegado al poder en 1899 tras su Revolución Liberal Restauradora, que derrocó al presidente constitucional Ignacio Andrade. Desde entonces, el nuevo gobierno de Castro se dedicó a iniciar un proyecto centralista, cancelar la deuda externa y modernizar las FFAA, utilizando el sistema contralor de Antonio Guzmán Blanco, que consistía en poner funcionarios del gobierno central en cada estado.  Muchos caudillos se vieron en la disyuntiva de apoyar el levantamiento o arriesgarse a quedar aislados y sin poder. La Revolución Libertadora -decíamos- fue financiada por banqueros caraqueños como Matos, Boulton y Velutini, que habían sido vejados por Castro. En 1901 Castro logra sofocar las insurrecciones producidas en los estados Bermúdez y Bolívar, por Pablo Guzmán, Horacio y Alejandro Ducharne, Zoilo Vidal, entre otros.  El conflicto se internacionaliza con la invasión del estado Táchira por una ofensiva colombiana en San Cristóbal a cargo del Gral. Carlos Rangel Garbiras, en represalia al apoyo de Castro a los rebeldes liberales de Rafael Uribe Uribe en el contexto de la Guerra de los Mil Días. Quítate tú…

 

 

 

Episodios continuos en nuestra historia contemporánea. De Castro a Gómez, López y Medina. Gobiernos militaristas que no concebían el poder civil y resistían a imberbes complotados como los de la flamante generación del 28… De Gallegos a Pérez Giménez, donde germinó la semilla del reparto y rentismo petrolero (regalías fifty-fifty, con las «fruits oil companies»), que germinó el populismo clientelar… De Betancourt a Caldera, y el nacimiento de la democracia pactada, de la guanábana política. De CAP a Chávez, un nuevorriquismo salvaje donde un botín muy preciado (Pdvsa), nos llevó entre golpes y contragolpes; conjurados banqueros, nobles, milicianos, apóstoles, proletarios u obispos, teniendo a ratos simulacros de elección democrática… donde no alumbró un afianzamiento institucional, reformista y de justicia, sino un «quítate tú pa’ ponerme yo…». Mientras tanto, el pueblo era un mirón de palo y a palo. Y llega Chávez…

 

 

 

La tapa de frasco de una historia jineteada -y empeorada- de caos republicano. Fábula de una república de Babel (confusa, enana, diluida), aderezada por un cocotal de ideales desechables donde Bolívar es Dios, el Che es Jesucristo, Fidel es Moisés y su «Mar Rojo» dividido entre Venezuela y Cuba, bautizado como «mar de la felicidad»;  y Chávez, el hijo de maisanta que personifica la resurrección de Boves, Zamora, Castro y Negro Primero, comportan el clímax de un surrealismo mágico, de una Ilíada criolla al revés (ausente de todo orden disciplinario), que debe dar paso a una era realmente liberal, moderna y ciudadana.

 

 

 

Lo que vivimos es la consecuencia de una larga historia de alijos republicanos. De bucaneros sobre galeones, naos y carracas inglesas, holandesas o hispanas, que desde Laurence de Graff (Lorencillo), Jean David François (El Olonés), al pirata Henry Morgan, han sido referentes de la cultura corsaria de nuestras «coloridas» revoluciones. Contrabando de extracción de cacao, tabaco, oro, perla o plata por la ruta de indias, convertida en ruta histórica y fécula sembrada de nuestro modo de «administrar» el Estado (y los condominios).  Lo que tenemos, al decir de Maquiavelo y sus diálogos con Montesquieu, es al «príncipe vigoroso -por libertino y habilidoso- que pasa de las gentes austeras, que no harán nada y seguirán la corriente, dejando a los hombres independientes, por descon­tentadizos…» jineteros de tolvaneras que han jineteado la idea, que aquellos que no comemos con gula y desespero voraz, somos infelices advenedizos…. Montesquieu replicó: «Bien ciego estáis (Maquiavelo), si tomáis vuestras palabras como loa de vuestro reinado; si no comprendéis que su significado son una amarga queja del pasado; frases estoicas que os anuncia el día del castigo, ¡donde la víctima inmolada, no dará beneficios a su verdugo!».

 

 

 

Sin duda lo mejor ha de llegar. Como sentenció Maquiavelo, «Culminad con el pasado, que de él ya nadie puede hacer apología…».

 

 

 

Orlando Viera Blanco

 @ovierablanco

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