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Los correos que sonrojan al tipo aquel

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Los correos que sonrojan al tipo aquel

¿Puede haber escrito Tarre Briceño un correo expresando su deseo de que Maduro salga del poder? ¿Sería capaz Diego Arria de hacer un llamado a que desalojen al inquilino de Miraflores y lo lleven a los tribunales penales de La Haya? ¿Será capaz la María Corina de querer una salida ya, rápida, inmediata del presidente y de Diosdado y su pandilla? Si ellos y otros millones no fueran capaces de realizar tales actos estarían muertos.

 

Chávez y su lote de militares no solo solicitaron la renuncia de Carlos Andrés y de Caldera y de cuanto cristiano se haya sentado en la silla antes que ellos, sino que a Pérez trataron de derrocarlo, intentaron un golpe de Estado, fue una asonada militar, dicen que hasta pensaban pasárselo por el filo, darle matarife, 40 y pa’la cola.

 

Ahora los niños de pecho se sonrojan ante correos electrónicos. Y hasta comportamientos confusos en materia de libertades sexuales evidencian publicando fotos de privadas de Arria. Bueno, en libertades y atrevimientos sexuales, matrimonio y mortaja solo saben los psiquiatras.

 

Chávez usó fusiles, aviones, tanques, tanquetas… Estos conspiradores como Tarre usan correos. Vergación de diferencia. Mortales computadoras llenas de bytes venenosos y discos duros explosivos.

 

Si usted, después de 60 años de edad, se levanta y no le duele nada, usted está muerto. Si después de 15 años de desmanes, errores, atropellos, violaciones, inflación, delincuencia, desabastecimiento, represión, ofensas, gas del bueno, despilfarro, abusos, cierre de radios y televisoras, listas de Tascón, allanamientos, usted no quiere un cambio rápido, no escribe correos contra el gobierno ni tampoco quiere que castiguen a los culpables, entonces usted está muerto.

 

No existe país alguno donde por lo menos 10% de la población no esté tremendamente arrecha con el gobierno de turno y todas las noches recen e imploren al Señor que saquen a como dé lugar al presidente.

 

Las frases contundentes y demoledoras, los llamados a la protesta, las iniciativas, son el pan diario en todo el mundo, el ejercicio cotidiano, como, por ejemplo, la ultraderecha francesa contra el presidente: no pasa día alguno sin que le pidan su renuncia; o las críticas del Tea Party contra Obama; o las conspiraciones de Uribe contra Santos; todas son, por decirlo de alguna manera, muy superiores en intensidad, en denuncia, en acusaciones y maldiciones, en improperios y denuestos, a los tímidos correos descubiertos por la “inteligencia” chavistoide, oh, Dios, los grandes policías del régimen, los perfectos detectives del Cicpc, bueno, los que sobreviven, dada la alta tasa de mortalidad de funcionarios policiales en Venezuela.

 

Ser policía da muy mala salud. Los estrategas del contra-contra-contra espionaje han descubierto y desmantelado más de 200 conspiraciones, complots, golpes de Estado, intentos de magnicidio y demás yerbas, pero han sido incapaces, que, por decir algo cierto, las supuestas emboscadas mortales descubiertas superan las revoluciones de los Buendía o los atentados contra los Castro, pues nuestros jueces, fiscales y policías frente a la sangría de las divisas preferenciales, son cómplices, alcahuetas, socios y cabrones de los ladrones máximos de Cadivi, que hasta el propio Sanguino, otro necio e inútil diputado, quien dejó olvidada su moral en una letrina de carretera, pues se le cayó dentro del depósito de excrementos y no supo distinguirla, dice que se robaron 20.000 millones de dólares. Y no hace ni hará nada para castigar la delincuencia de cuello rojo. No agarra ni siquiera a un chinito. No interpela pero ni al portero.

 

Así que el Tarre, la Machado y el Diego son más decentes que el cipote. Se quedaron cortos, mochos, cojos, ciegos en sus palabras al juzgar al gobierno actual de Venezuela. Esas “pajudeces” melindrosas, en falsete. Esos desgarramientos de enaguas del alcalde denunciante y sobre todo del grupo de meretrices que le dieron la histórica tarea de presentar los correos frente a la prensa, histéricas roturas de vestiduras, lo que producen es una sensación muy bien descrita por Sartre. Náuseas. Vómitos.

 

Y si se quiere hasta diarrea. Y el apoyo recibido de la pelo e’candela diciendo que el “mister” violó la ley, coño, pero fue una buena violada, es como aquel policía que ante la niña ultrajada sentencia: “Claro, con esos vestidos tan cortos ya se lo andaba buscando”.

 

Así que señor Tarre, señora Machado y mister Arria, aquí no ha pasado nada.

 

Eduardo Semtei

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