logo azul

Llegó el año!

Categorías

Opiniones

Llegó el año!

 

Con ese alegre anuncio amanecieron los venezolanos el 1° de enero de 1968. Los entonces entusiastas miembros de la juventud copeyana (curiosamente llamada “revolucionaria”, aunque buena parte de sus dirigentes eran ex alumnos de colegios como San Ignacio, La Salle, San José de Mérida, Gonzaga de Maracaibo, y otros similares) se pasaron la noche de año nuevo colocando afiches en todos los postes (al menos en Caracas, que recordemos), en los cuales se veía la ilustración de un hombre anunciando con alegría que había llegado el año.

 

 

En 1968 fueron las elecciones en las cuales el partido de Gobierno, la todopoderosa Acción Democrática con su candidato Gonzalo Barrios, perdió frente a Copei y su candidato eterno e inevitable, Rafael Caldera.

 

 

Ese hecho fue una demostración de la creciente solidez de la democracia venezolana, fortificada por un detalle adicional: Barrios perdió la elección por poco más o menos 34 mil votos. Sobraron los civiles y militares que plantearon al Gobierno de Raúl Leoni y Acción Democrática dejar de lado esa miserable diferencia y proclamar la victoria.

 

 

Hubieran podido hacerlo, todo el mundo reconocía el mayoritario tamaño de Acción Democrática, partido vigoroso tanto en el poder como en la oposición, tan fuerte y popular que había sufrido 3 divisiones –más bien escisiones-, la primera de las cuales, con la influencia y popularidad perversas de la entonces todavía reciente y subyugante revolución cubana, hacía delirar de emociones y sueños a los jóvenes venezolanos más radicales que querían cambiar a fondo aquella sociedad, y aún así seguía siendo por mucho el mayor partido de Venezuela.

 

 

El Copei de Rafael Caldera, integrante del Pacto de Puntofijo primero y del acuerdo de Ancha Base después, había aprovechado su participación en los dos sucesivos gobiernos de Acción Democrática (Betancourt y Leoni) para fortalecerse y crecer. Echaron al pote de la basura ciertos cariños con la derecha española y se afiliaron a la entonces mundialmente creciente democracia cristiana.

 

 

El Consejo Supremo Electoral –que estaba integrado en esa época por venezolanos ilustres dispuestos a defender su autonomía y no aceptaban órdenes ni sugerencias de nadie, ni siquiera del Gobierno-, es importante aclararlo y reconocerlo, no era cuerpo dispuesto a arreglos bajo cuerda, y disfrutaba de la absoluta confianza de electores y dirigentes políticos.

 

 

Los guerrilleros informaron “al pueblo” que las elecciones eran contrarias a los intereses populares, que los electores no sólo no debían votar sino que ni siquiera debían asistir a los centros electorales, y que ellos recorrerían esos centros con las armas listas para disparar.

 

 

Pero los venezolanos tenían otras ideas y en 1963 no sólo ganó claramente Acción Democrática con su candidato Raúl Leoni, sino que la asistencia ciudadana a los centros electorales batió todos los records hasta entonces. El segundo fue Copei –con Rafael Caldera como candidato, claro- que vio aumentar sus votos respecto a la elección anterior.

 

 

La segunda escisión adeca, que se autodenominó “AD Oposición”, prácticamente no figuró y terminó convertida en otro partido –el PRIN, “Partido Revolucionario de Integración Nacionalista”- que fue muriendo con más realismo que mesura hasta su desaparición.

 

 

Vino después la tercera gran ruptura que sí le hizo daño a Acción Democrática, encabezada por el popularísimo líder adeco Luis Beltrán Prieto Figueroa, el hombre que diseñó el sistema educativo venezolano después de la caída de Pérez Jiménez, el muy querido y respetado “Negro” Prieto, quien reclamaba su derecho a ser el candidato presidencial del partido para las elecciones de 1968. Ni Betancourt ni otros dirigentes de primera línea aceptaron la exigencia de Prieto y en cambio escogieron a Gonzalo Barrios, otro de los fundadores, hombre de gran cultura y acertados juicios políticos, y, además, consistente con la ortodoxia adeca.

 
Esta decisión condujo a la indignación de buena parte de la dirigencia operativa que, con el liderazgo del entonces secretario general de AD, Jesús Ángel Paz Galarraga, optó por renunciar en masa y formar un nuevo partido –que sigue agonizante por ahí hoy en día con la ayuda del chavismo, olvidados ya sus fundadores- el Movimiento Electoral del Pueblo, MEP, que gracias al prestigio de Prieto nombrado candidato presidencial del nuevo partido, sí logró dividir gravemente a la militancia y el activismo adecos.

 

 

Por eso a fines de 1967 los copeyanos sacaron cuentas y calcularon que por primera vez Caldera tenía posibilidades de triunfo, y en enero de 1968, año electoral, cubrieron al país con su lema “Llegó el año” y en las elecciones de diciembre de ese año prácticamente empataron, sorpresa general. Fueron días de angustia y especulaciones, porque hubiera sido relativamente fácil hacer algunas correcciones a los resultados electorales y poner como ganador a Barrios, algo que muchos venezolanos hubieran aceptado sin mayores problemas ni traumas.

 

 

Pero tanto Betancourt como el presidente Leoni, su candidato Gonzalo Barrios, y buena parte de la cúpula dirigente adeca, eran hombres y mujeres demócratas de corazón y de conciencia, así como los jefes militares de entonces igualmente convencidos de la democracia auténtica, y no aceptaron alterar el resultado. Recordó Leoni que en democracia y bajo la Constitución venezolana de 1961, se ganaba con sólo un voto a favor.

 

 

Rafael Caldera fue proclamado Presidente, no sólo por el crecimiento natural de Copei en militantes y simpatizantes con una gerencia política eficiente, sino por la inalterable convicción de democracia cabal de AD. Y esto no lo decimos simplemente para reconocer los valores de la historia de ese partido, sino especialmente para recalcar que los venezolanos tenemos claros los conceptos de democracia, derechos y deberes, a tal punto que ni siquiera el huracán chavista pudo cambiarlos; y que no hay que confundir la popularidad que disfrutó Hugo Chávez, con la ahora cuestionada fortaleza del chavismo.

 

 

Toda esta historia es para recordar –más bien informar- a los lectores y electores de estos tiempos, la mayoría de los cuales ni siquiera había nacido en aquellos años, que la democracia es cosa de ciudadanos formales, respetuosos de las leyes y normas, que ejercen la democracia con seriedad y a rajatabla, dispuestos a otorgar la presidencia de la república a quien saque un voto adicional, que entienden que en Venezuela y sus constituciones de 1961 y de 1999 la mayoría es la mitad mas uno. Imagínense lo que pueden pensar los venezolanos actuales con más del 52 % de los votos en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015 para la oposición.

 

 

El año que nos ha llegado, 2016, es el inicio de una Venezuela nueva, con un declive enorme del chavismo en general, y en particular del Partido Socialista Unido de Venezuela, creado por Hugo Chávez, caída generada por el cansancio de la mayoría de los ciudadanos por los errores y las terquedades torpes y ciegas del heredero de Chávez, consecuencia de la vanidosa necedad del fundador.

 

 

Pero lo que ha debido ser una fiesta popular de renovación democrática, y una toma de conciencia del chavismo en general y especialmente del Presidente Maduro y su equipo, ha resultado ser el anuncio de una posición de enfrentamiento total con la oposición –heterogénea pero unida- que conquistó, por el voto popular, la clara y contundente victoria en la Asamblea Nacional. El Presidente Maduro y el propio primer vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello, han afirmado claramente que dejarán de lado al poder legislativo, que desprecian la opinión de los electores y que se dedicarán a seguir en el mismo equivocado camino que los condujo a una aplastante derrota en diciembre pasado.

 

 

Ése es el año que nos llegó. El del choque continuo entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo que a su vez insana y antidemocráticamente controla los demás poderes constitucionales. 2016 será un año de cambios y de rescate de la Venezuela democrática, libre y con afán de progreso; pero también, por la prepotencia ciega del chavismo, un año de colisiones, de desconciertos y de dificultades.

 
En ese ambiente feroz, sólo una actuación con plena unidad de la oposición hará posible el inicio de los cambios que todo el mundo, menos la dirigencia chavista, sabe que son, más que fundamentales, inevitables. 2016, así como de esperanza y nuevos objetivos, será también un año cargado de problemas, de frustraciones y de las insistentes torpeza del Gobierno de Maduro y de Cabello.

 

 

Frente a las posiciones brutales de los jefes chavistas, la MUD acaba de demostrar plena claridad y profunda convicción democrática al conversar, discutir sin mutuas agresiones y decidir con abierta participación a los líderes que ocuparán los cargos de la nueva directiva de la Asamblea Nacional y la prudente rotación anual entre los partidos de mayor votación. Una decisión democrática que, a juzgar por las posiciones adoptadas por la cúpula chavista, la entenderán los electores pero no la tragarán fácilmente mentalidades como las de los todavía -¿por ahora?- jefes del chavismo.

 

 

Por eso el título de este artículo quizás debió ser “Llegó el año de pelear”

 

Armando Martini Pietri: ¡

@ArmandoMartini

Comparte esta noticia:

Contáctanos

Envíe sus comentarios, informaciones, preguntas, dudas y síguenos en nuestras redes sociales

Publicidad

Si desea obtener información acerca de
cómo publicar con nosotros puedes Escríbirnos

Nuestro Boletín de noticias

Suscríbase a nuestro boletín y le enviaremos por correo electrónico las últimas publicaciones.