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Liquidar a El Nacional no es desaparecer la resistencia

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Liquidar a El Nacional no es desaparecer la resistencia

 

 

La llamada “opinión pública” no es lo que había sido hasta hace pocos años. El cierre de RCTV, periódicos, emisoras de radio, y las presiones para apaciguar, entre otras, La Patilla, El Nacional, Tal Cual y hacerlas anodinas, tiene pocos efectos en un mundo dominado y cubierto extensamente por ese fenómeno del siglo XXI llamado “redes sociales”. Facebook, WhatsApp, Twitter, Instagram y otras, han transformado a la opinión pública de solo “reactiva”, responde positiva o negativamente a hechos, a “preactiva”, que difunde al instante, en tiempo real, los hechos, y además la opinión de los usuarios entrecruzando posiciones. Ni siquiera la férrea y experimentada tiranía cubana, uniformada, armada, ha podido controlar las redes sociales. Son menos que en otras latitudes, pero ahí están y crecen con fuerza.

 

 

Lo que la mayoría se resistió y negó a creer, pudo ser adivinado. Vivimos en época dictatorial, arbitraria y opresiva. La edición impresa del diario El Nacional ya no se podrá encontrar –como habitualmente teníamos costumbre– en los kioscos. Se leerá por Internet, en su teléfono celular o computadora. También en el hablar y molestia de millones de venezolanos, sin limitación entre sectores socioeconómicos. Parecería que el gobierno ganó una de sus muchas batallas inútiles y se quitó un enemigo de encima, porque es así como las dictaduras ven los medios de comunicación independientes, como enemigos a derrotar. Pero como en casi todo lo que hace se equivoca, aunque los castro-maduristas lo siguen intentando con dedicación y fuerza, todavía Venezuela no es la nueva Cuba castrista. A pesar de la represión militar y policial, la cárcel, la persecución, los desaparecidos y acosados, la supresión de libertades y la violación permanente de los derechos humanos.

 

 

 

Resistir no es fácil, exige coraje, convicción, coherencia y perseverancia. A diferencia de algunos políticos, politiqueros, y seudoempresarios (del griego, pseudo, sinónimo de falso) que hablan mucho y ceden más, conversan, dialogan, negocian, transigen, tienen cara y ética mirando en direcciones opuestas; la prensa privada venezolana, con pocas excepciones, ha sido ejemplo de resistencia ante el absolutismo, firmeza en la defensa de la democracia y derechos ciudadanos, convicción en el ejercicio de su responsabilidad como informadores y difusores del pensamiento. Algunos han muerto en el intento, rendido su vida y libertad física, otros han sido entregados y vendidos por las buenas o malas en manos complacientes, cómplices –y no podrán continuar siendo jefes de medios, porque la podredumbre, corrupción y rechazo los atraparon–. Son la mayoría que siguen luchando, perseverando, resistiendo, con esperanza y convicción de la libertad enarbolada por encima del miedo. En los momentos difíciles y represivos, cuando la existencia agobia, hay que decidir sobre la conveniencia, utilidad e inconveniencia de las acciones y quehaceres, se comienza por esquivar la confrontación innecesaria y contraproducente, sorteando conflictos con lo mejor de las habilidades.

 

 

 

Es ahora El Nacional, con su larga historia de permanente bandera y referente de la libertad de expresión, independencia de tendencias ideológicas y opinión, el que apaga su rotativa, después de siete décadas, “derrotado” por un régimen enemigo de cualquier información que no sea emitida, autorizada por la propaganda y control de los jefes comisarios/camaradas. El castrismo-madurismo es comunismo arcaico, primitivo y de fracasada estulticia, en consecuencia, enemigo acérrimo de la democracia.

 

 

 

Pero es una victoria pírrica, la consiguieron con demasiadas pérdidas, de modo que terminará siendo desfavorable para la dictadura, que no termina de comprender que vivimos en tiempos en los cuales la información e investigación no se difunde solo en los medios de comunicación tradicionales, sino que es una dinámica de creciente conciencia y empeño mundial, donde la electrónica y la tecnología han hecho de cada persona un comunicador natural e inmediato. Los periodistas escriben y difunden las informaciones con formación profesional, los ciudadanos con instinto y voluntad personales, puede que no escriban tan bien, con elegancia o rigurosidad ortográfica y académica, pero escriben, hablan, comunican, informan.

 

 

 

Es hora menguada para un diario emblemático, no solo de Venezuela sino del continente, pero no el tiempo de su muerte, solo será una pausa, que se espera breve. Seguirá su empeño digital y continuará siendo bandera de resistencia, defensa y proyección de las informaciones, quizás siguiendo aquella definición del maestro José Moradell, de que el periodismo es la mesa redonda de la sociedad. La diferencia entre los tiempos de don Pepe, (como cariñosamente llamaban en la redacción al gran periodista, redactor de estilo noble y sobrio, titulista impactante y jefe de redacción como pocos), los de Conatel y el castrismo venezolano, es que para entonces solo existía un periodismo que no era controlado porque vivíamos en democracia y cualquier abuso se dirimía en tribunales o en el Colegio Nacional de Periodistas; ahora el periodismo es mucho más amplio y diverso que los profesionales universitarios de la comunicación, es de los ciudadanos, y eso es imposible de controlar, los censores tarifados tienen voces limitadas.

 

 

 

Cuando se lea esto, no existirá El Nacional en papel. Pero la resistencia estará presente y el régimen seguirá cayéndose a pedazos.

 

 

 

@ArmandoMartini

 

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