Libertad y resistencia
septiembre 23, 2016 6:30 am

“Dos virtudes adornan la personería ciudadana: la obediencia que permite el orden y la resistencia que cuida la libertad.”

Alain

 

 

 

Releyendo a Kant encuentro, como siempre, elementos que enriquecen la reflexión en la que andamos en la Venezuela actual. Me refiero a la libertad que cuaja en el pensamiento y hace de la política su espacio de realización pero que tropieza, en paralelo, con el imperativo de la sujeción al poder de la ley.

 

 

 

Para el filósofo, el propósito de la política sería el establecimiento de un orden civil justo, un cauce dentro del cual los ciudadanos desarrollen su voluntad y persigan la concreción de sus intereses. Sin embargo, los actos y desde allí el mandato normativo no pueden obviarse. Claro, leemos al Kant liberal que no al republicano.

 

 

 

De su lado, Arendt nos recuerda que la libertad estriba en la acción que adelantamos en el contexto del espacio público y no olvidemos que el poder participa de la estructura societaria forzando eventualmente a cumplir la regla incluso con el instrumento de la violencia. Arendt se coloca contracorriente al presentar al poder dentro de una mecánica concertada y no como un aparato que prevalece basado en el uso de la fuerza y la violencia que solo sería legítima, por cierto, si está justificada por la ciudadanía. Tomé conciencia de ello mientras marchaba el pasado 1S. En efecto, la entidad de aquella manifestación de soberanía no podía racionalmente desconocerse sin entrar en la barbarie. La norma, sin embargo, también obliga al poder que se sostiene democráticamente en el respeto de la ley y de la decisión de los destinatarios de sus actos. Por eso entendemos que la Constitución y el constitucionalismo son elementos cuyo telos es cuidar la libertad, limitando y controlando al poder. Ese metabolismo es el producto más importante del sistema que denominamos Estado Constitucional.

 

 

 

Pero qué pasa entonces si el poder, entiéndase los llamados a cumplir la ley, se desvían o abusan alejándose de su deber y desnaturalizando así la relación con los ciudadanos? Para coherentemente tratar la temática deberemos atraer y recensar aun otro concepto ya arriba mencionado pero no banalizado; se trata del orden que describiremos como el marco material del contrato o pacto que se establece entre gobernantes y gobernados en el acuerdo liminar y la evolución que en la institucionalización subsecuente acontece. Es la substancia política y jurídica que cimienta y sostiene el edificio de la convivencia societaria y que se erige en guía, faro y guardián de la susodicha. Es renta por tanto de la dinámica política con su conflictividad, sus tensiones, sus actores y la norma que deriva. ¿Qué hacemos cuando quien quebranta el orden es el llamado a asegurarlo, a imponerlo?

 

 

 

El asunto es complejo y extenso para responderlo y solo anudaré a lo escrito que en el intercambio político y jurídico que se cumple en el pacto civil obra una bisagra de impronta moral que se despliega entre dos elementos que al poder y al ciudadano conciernen asimétricamente: la ética y la responsabilidad. Así el cuerpo político y el individuo ejercen su libertad consciente o son forzados a obedecer si se mantiene en el orden y no, fuera del mismo. Su extravío engendra su ilegitimidad, su ilegalidad y la desobediencia, la rebelión inclusive.

 

 

 

Paine a los ingleses para racionalizar la separación de las colonias americanas tocados todos de Locke o, acaso Ghandi o Martin Luther King para explicar que la ley y el poder sin respeto a la persona humana no pueden ser políticamente sostenibles. Muchos ejemplos más podríamos recordar pero lo que resalto es que no es sustentable un régimen que hace de la violencia y del desafuero del poder su fundamento.

 

 

 

En Venezuela

 

 

nos acercamos a una encrucijada que nos exigirá a todos un pronunciamiento cargado de consecuencias. O el poder se somete a la constitución y a la soberanía del pueblo o, habrá que meterlo a empujones, dicen algunos. Pero en suma, lo que a unos y otros debe quedar claro es que el orden que se impone únicamente por la fuerza y la violencia exhibirá siempre el rasgo vulnerable de su ilegitimidad.

 

 

Nelson Chitty La Roche