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Las olimpiadas de Maduro 2016

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Las olimpiadas de Maduro 2016

 

En el corazón de Río de Janeiro sigue encendida la llama olímpica. El fuego sagrado que ha revestido de héroes a miles de atletas se hizo carioca. Su espíritu bregador se encontró en las calles con los compases de la samba que se entretiene en la finísima arena del fútbol. Una gigantesca nación pone su nombre en la historia del deporte tratando de darle brillo a una justa que convoca lo mejor de nosotros mismos. Nuestra triste realidad deportiva nos aleja del privilegio de estar en la elite de las victorias olímpicas. Vamos en el rezago de las performances de lauros ajenos, observamos el éxito foráneo con la sana envidia de saber que detrás de cada presea existe una planificación de la que carecemos. Son naciones que han hecho de su deporte una carta de presentación en el amplio concierto mundial. El deporte es también un ejercicio de soberanía, las que logran obtener los mejores resultados son precisamente aquellas naciones con estándares de vida óptimos. No es una suerte del azar como expresión de un hechizo medieval, originado por una bruja de escoba irlandesa en las lluviosas noches de Dublín. El triunfo en estas justas lo consigue una programación de años de trabajo y es compartido entre atletas y equipos que saben explotar sus potencialidades desde la escuela. Captan el talento para irlo puliendo hasta llevarlo al cenit del éxito perdurable.

 

 

 

En medio de este atasco deportivo, nos permitiremos hacer un ejercicio de imaginación: coloquemos a este régimen en muchísimas disciplinas en las durísimas olimpiadas de la realidad. Ningún país del planeta nos gana la medalla de oro en desempleo, seguramente registraríamos un récord imposible de batir por otra nación. Cuando suene la campana, la representación venezolana  tomaría tal ventaja que los rivales caerían como naipes. La hambruna nacional llegaría al primer lugar registrando cifras incomparables. Todo un doloroso espectáculo con sus kilométricas colas, donde una nación rica se hace infinitamente pobre en esta suerte de estafa gubernamental. Un relevo en las aguas nauseabundas del bachaquerismo rastrero unido al gran negocio de los mercaderes del socialismo. La gigantesca inflación originada por el chavismo se reservaría una victoria que quedaría en los anales olímpicos. Según cifras de organismos internacionales, la inflación no tiene paragón en la actualidad con su empuje constructor de miserias incalculables, y su predominio en la justa universal está garantizado. Otra disciplina que tampoco baja del podio en la inseguridad. Cada semana refrenda su liderazgo con nuevas sórdidas historias en las que se agota la capacidad de asombro. Sin duda que la madre de todas las pruebas en la que arrasamos es, sin duda, la corrupción. Tenemos el gobierno con mayores índices de malversación del mundo. Son innumerables los casos que presenta como candidatos a colgarse el oro en el maratón, es casi imposible que alguien pueda igualar la gran cantidad de funcionarios que pese a haber nacido en cuna humilde están en la elite de los potentados. Cruzaron las penurias de hace poco para instalarse en un escenario donde se codean con las riquezas. Estamos en presencia de la corrupción ejerciendo el liderazgo de un gobierno que terminó siendo un inmenso fraude nacional. Todos sus registros nos indican que el gran saqueo es la mayor práctica deportiva que saben ejercer los obesos miembros del triunvirato del poder. Son la elite que heredó el desastre que dejó un desalmado que este pueblo sembró en el olvido.

 

 

 

El olimpismo de Nicolás Maduro con sus desacertadas políticas de corte suicida en lo económico y fiscal es la posta que llevan en sus manos estos tahúres del engaño; nos han arruinado y todavía tienen el tupé de tratar de culpar a los demás de sus grandes yerros. Desde hace tiempo perdieron el afecto popular; solo una pequeña cúpula que se balancea entre el uniforme carcomido de indignidad y sectores ávidos de seguir lactando en la flácida ubre nacional mantienen este circo de carpa rota. Son ellos los atletas de un desastre llamado socialismo. Desde que desfilaron en el estadio universal de las oportunidades, portando las banderas totalitarias, sabíamos que las posibilidades venezolanas estaban reducidas al fracaso. En Río de Janeiro el mundo disfruta de unos juegos donde el deporte marca la pauta, en Venezuela son las profundas carencias las que se llevan la medalla de este espantoso drama.

 

 

 

alexandercambero@hotmail.com  

Twitter @alecambero     

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