Cerramos un año más con Nicolás Maduro en el poder y con una gestión que es rechazada por 85% de los venezolanos. ¿Cómo es posible eso? Es una pregunta que ni los analistas más lúcidos podrían responder ya que se trata de un Presidente que no tiene liderazgo, que ha sumido al país en la más brutal crisis humanitaria, que destruyó su economía y llevó al exilio a más de dos millones de profesionales de alta calificación.
Así que este Presidente, de quien hasta su nacionalidad no ha podido ser verificada, ha logrado sobrevivir en el poder en el que cumplirá cuatro años a pesar del rechazo nacional del que es motivo.
Hoy Venezuela figura en los peores índices de desempeño del planeta, incluidos países en guerra, sus ciudadanos viven a merced de las bandas armadas y el enemigo de ese poder es el ciudadano. Sí, aquel ciudadano que produce, el especialista, el médico de alto nivel, el jurista, el profesor universitario, el emprendedor o el comerciante. Todo aquel que aporta, el que intenta ser honesto, o el que ha creado algo de riqueza, tiene una amenaza en puerta. Bien suele ser desde una cadena presidencial, de un cónclave desde Miraflores o desde algún programa desde VTV desde donde se anuncian nuevas medidas, que como siempre van en contra del ciudadano, en contra de su economía. Ya el señor Cabello anunció una sorpresa para el 24 de diciembre que desde luego será un nuevo golpe para los ciudadanos y no un motivo de felicidad.
Pero lo que no va a poder revertir el Gobierno madurista es el declive del chavismo. Basado solamente en el poder armado el régimen se ha declarado abiertamente comunista y sigue los pasos que hicieran una vez regímenes como el cubano, el soviético y los países satélites que surgieron luego de la II Guerra Mundial, es decir destruir el signo monetario.
Sin embargo el madurismo tiene un componente diferente y es la creación de una elite milmillonaria que opera tras bastidores y cuya fuerza no viene de las empresas, la industria o las finanzas, sino que su poder se alimenta en operaciones ilícitas, de lavado de dinero, contrabando, narcotráfico, tráfico de minerales y contratos internacionales, entre otros negocios.
Esa elite opera detrás de dirigentes políticos, de altos funcionarios y hasta de empresarios legalmente establecidos.
Esa mafia está por encima de la ideología pero ésta le sirve para operar sin ser vigilada. La consecuencia de ello ha sido la destrucción ética e institucional del país condenando a la mayoría de los venezolanos a la pobreza.
El golpe al billete de 100 fue producto de una guerra entre estas mafias. Una, la que está instalada desde el Gobierno y la otra la que manejaba el gran volumen de efectivo para sus operaciones. Por eso Maduro no dudó en cortar ese suministro. Repetimos fue una guerra entre mafias, pero que pagamos todos los venezolanos.
Ahora bien la implantación del modelo a la cubana sigue adelante y la destrucción del aparato productivo nacional y el efecto empobrecedor que resulta de ello facilitan el camino para permanecer eternamente en el poder.
Pero al mismo tiempo ese poder no es monolítico. Hay tres grupos poderosos que se disputan la hegemonía de eso poder dentro del PSUV. El retiro en tres días del billete de Bs. 100 solo fue un golpe a uno de ellos.
De allí que el modelo procubano seguirá el mismo rumbo sea cual sea el grupo que se mantenga en el poder y sus lineamientos económicos de control seguirán el mismo rumbo. De allí que no habrá rectificación ni cambios en esas políticas mientras sigan en el poder.
En manos de la oposición y el 85% de los ciudadanos venezolanos está la respuesta a esta tragedia que viven los venezolanos.
Francisco Olivares
@folivares10
