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Las cosas vuelven al lugar de donde salieron

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Las cosas vuelven al lugar de donde salieron

 

Los resultados de las elecciones primarias opositoras para la selección de sus candidatos a las gobernaciones, este domingo pasado, han sido francamente reveladoras. Para empezar, sin mucha discusión, los números lo indican, fue una votación precaria, gris. La gran mayoría que se hizo presente, con voluntad y sueños, aquel 16J, no acudió este domingo, fue tan insípida y poco impresionante como la de los oficialistas el 30J, -lo que todos vimos, no lo que el CNE y el madurismo nos dijeron que viéramos-, los ciegos son ellos, no nosotros.

 

 

 

Claramente la oposición en general está dividida entre los que rechazan las elecciones como un reconocimiento al régimen y todo por lo cual se protestó, y quienes aceptan dejar de lado y en suspenso mientras el Gobierno decide si habrá elecciones, la ANC emite sus cartas de buena conducta y toma juramento de subordinación.

 

 

 

Una mayoría significativa, se quedó en sus casas, disfrutando de actividades dominicales, muchos ni siquiera estaban al corriente que había primarias. Una minoría fue y nos señaló asuntos que vale la pena analizar y considerar.

 

 

 

Corolarios muestran una población harta de promesas y discursos de voy a hacer. Un pueblo que entiende se equivocó cuando creyó en las mismas historias propuestas por un individuo que lo único, fue presentarse con iguales cuentos narrados diferentes. Habló, similar que sus antecesores, de una gran Venezuela, justicia social, todos tendríamos los mismos derechos. Su innovación fue hacer creer, a los menos informados, que la revolución cubana y el castrismo eran justos, eficaces, y no el reino del desastre, de mucho hablar para afuera y nada para adentro (excepto para ordenar y condenar), desabastecimiento, hambre y huida. Mintió a placer, embriagado por la sed de poder, ambición prepotente de ser líder mundial que los Castro, con astucia, ondearon ante él. Maduro siguió en lo mismo, sin carisma ni talento, y mucha más ferocidad.

 

 

 

Frente a la popularidad, decreciente, pero todavía poderosa cuando murió Chávez, la oposición se acopló, cometió errores graves, tuvo aciertos, se desunió pero la unión realmente vino después, cuando Maduro asumió al poder perdiendo un montón de votos pero todavía con fuerza electoral heredada, y montado sobre una maquinaria de poder construida bajo las órdenes del difunto presidente, que escuchaba a La Habana y lo vaciaba en Venezuela con su propia interpretación, pero que su designado en mala hora trata de aprovechar y manejar sin haber resuelto ninguno de los problemas que heredó. No resolvió, los mantuvo y, en consecuencia, los empeoró.

 

 

 

Los partidos decidieron en su momento que se acercaba la oportunidad que a Maduro se le desmoronaba el país, se unieron en lo que se constituyó una eficiente alianza, con la cual lograron formar un potente frente que captó atención y emoción de la gente a tal punto que, en las calles vigorosa, decidida y valiente, no sólo frenaron al régimen armado hasta los dientes y dispuesto a cualquier crueldad, que se apartó de los derechos humanos cuando ejecutó sin piedad el control tiránico. Estaba acorralado y pegado contra la pared.

 

 

 

Aparte de discutir mucho internamente, que incluso podía ser síntoma de democracia, la oposición aliada cometió entonces su peor traspié. Los dirigentes creyeron que tenían el poder al alcance de la mano, que era de ellos, y el pueblo su gran capital. El 16J, además, entendieron que millones de venezolanos acudieron con entusiasmo a expresar su voluntad. Se podría pensar que subestimaron el arrojo expresado que era de los ciudadanos, y no de los partidos aliados. Aquello que coincidiera con lo que pensaban los ciudadanos era aprobado y seguido, lo que fuera distinto no. Esos partidos no lo comprendieron. Cambiaron lo que la gente había demostrado sin parar día tras día, que era lo mismo que habían percibido gobiernos del mundo, y de repente las calles se vaciaron, se apagaron, se silenciaron.

 

 

 

Ese domingo se demostró otra equivocación, tanto de la oposición como del oficialismo, que además no es después del 16 de julio, sino que viene cometiéndose desde tiempo atrás.

 

 

 

Creer que los venezolanos de 2017 son los mismos de 1998, es no entender que el país en pleno cambió. A través de la frustración, la mentira, doble discurso, falta de ética y principios morales, desastre económico, sojuzgar las instituciones, la corrupción, hambre, inseguridad y varios etcéteras, razones de sobra para que un pueblo cambie. El venezolano, además, es un ser humano de su tiempo. Del siglo de la informática y la tecnología, de la información, difusión y conocimiento inmediato. Los políticos usan los medios, las redes sociales, la web, para propaganda; lo contrario hacen los ciudadanos, recurren a ellas para informarse y comunicarse entre sí al instante.

 

 

 

Ya no son aquellas masas obedientes, borregas, sumisas para ir a gritar, aplaudir a mítines y concentraciones, acuden para estar presentes con sus propios planteamientos y dar testimonio inmediato al mundo de lo que piensan y observan.

 

 

 

Los que fueron a elegir en primarias este domingo, esa minoría, representó maquinarias partidistas, -se confunden quienes piensen lo contrario- que sufragó por quienes le dijeron que votaran. Sin embargo, cambiaron suposiciones, por eso regresan del chavismo al cual se volcaron y fueron leales, y ahora retornan a sus orígenes. Voluntad Popular, el partido que más prometía, se desplomó. Los jóvenes llamados de la generación 2007, no lograron concretar. Guillermo Call en Monagas y Andrés Velázquez en Bolívar, son ejemplos imposibles de ignorar.

 

 

@ArmandoMartini

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