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Lamentable lo que se percibe por venir

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Lamentable lo que se percibe por venir

 

No es tiempo de profetas ni teclados anónimos, sino de visualizar con precisión, analizar con detenimiento, apartando los deseos e intereses personales y grupales, naturales, pero frecuentes contaminantes de percepciones. Es momento de examinar y diagnosticar al país como lo que realmente es, ha sido, y podría llegar a ser.

 

 

 

Hace años muchos se escandalizaron y anunciaron el comunismo que ahora nos aplasta. La mayoría de los demás no creyó esas profecías que, de todas maneras, no sólo eran hechas muchas de ellas con elementos rudimentarios que sonaban fantasiosos, unos cuantos se afiliaron y, rodando el tiempo, han terminado por tener razón.

 

 

 

A estas alturas del desastre ya no importa si la maltratada y poco eficaz revolución chavista es desarrollo de una estrategia deliberada de destrucción, para después construir una mitológica nueva de sociedad feliz con patria y disciplina comunista, o sólo una interesada interpretación en la cual unos militares de segundo nivel, y varios civiles fracasados en sus propias carreras, se aliaron para inventarse unas raíces en el pensamiento de Simón Bolívar y adueñarse, como hacendados del pasado medieval, de todo un país de ingenuos que con todo y problemas, eran felices, afortunados y no lo sabían.

 

 

 

Tras casi veinte años de ese desprocesado proceso, pensar en lo que viene es tarea fácil. Todo seguirá de mal en peor. Son tan incompetentes que hasta la maldad planificada la hacen mal. Dejaron caer en la ruina a la que fue una de las más poderosas y eficientes industrias petroleras del mundo, y después trataron de impulsar la estructura metalúrgica y de aluminio que ellos mismos habían fundido. Obviamente, nada ha logrado, no son dioses como para resucitar muertos.

 

 

 

Ahora se encuentran además -y para peor desgracia nuestra- estancados en el país, porque donde vayan no sólo les han congelado muchos de los miles de millones de dólares que habían birlado, estafado y robado de los dineros de todos los venezolanos -los mismos ahora sometidos al hambre, enfermedades, abandonado el sistema de salud pública, hiperinflación, inseguridad, escasez y precios que sobrepasan a cualquier sueldo, salario o bono de limosna-, sino que además no sólo serán señalados, sino corren graves riesgos de ser encarcelados. El mundo para ellos es cada día más pequeño y amenazador.

 

 

 

De manera que seguirán aquí, mudándose a mansiones blindadas y mármol hasta en las pocetas -todos saben dónde viven o se disponen a vivir confortablemente-, y nos parezca o no habrá que tenerlos en cuenta. Porque es de ellos mismos de donde probablemente surja la explosión por el hastío e incompetencia, tan grandes que, la mayoría que no ha tenido las mismas oportunidades de enriquecerse, son los primeros afectados. Dolencias y malestares, con raras excepciones, no piden carnet político ni color de franelas o guayaberas, el hambre y las dificultades tampoco.

 

 

 

No hay que ser profeta, ni dirigente opositor ni analista en espacios de los medios de comunicación. Sólo hay que percibir, observar, sentir, la realidad a nuestro alrededor, decenas de protestas día tras día y en todo el país, precios incontrolables e inaccesibles, desaparición de productos que pretenden fijar con clavos ideológicos que se disuelven en horas, una economía en situación agónica e incapaz de reaccionar.

 

 

 

Es inevitable un cambio profundo -que previsible y lamentable se asoma violento-, una transición que deberá ser dura, sacrificada, extensa; años de sufrimiento y privaciones que ya nadie podrá quitarnos de encima. Porque este dislocado castro-madurismo no es sólo un problema de vaga política internacional, se ha convertido en una diaria y costosa dificultad para nuestros países vecinos, para los menos cercanos y buena parte de la comunidad mundial.

 

 

 

Nos guste o no a los venezolanos que en mayoría no somos culpables del desastre, pero sí responsables porque gracias a nuestras ingenuidades y habituales esperanzas de que alguien arregle los aprietos y problemas que nosotros mismos nunca arreglamos, llegaron ellos al poder ofreciendo todo aquello en lo cual no creían y, aún peor, ni siquiera entendían.

 

 

 

Hugo Chávez y sus acompañantes fracasaron en lo que era de su incumbencia profesional, los dos golpes militares de 1992; consiguieron el poder porque los partidos políticos se encerraron en sí mismos, y los dirigentes fueron incapaces en ponerse de acuerdo para crear y aplicar una fórmula adecuada.

 

 

 

Ellos también mintieron y los ciudadanos venezolanos se equivocaron nuevamente. Ahora vendrá, es la única vía, el pago duro y largo de esa absurda y pesada hipoteca sociopolítica.

 

 

 

@ArmandoMartini 

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