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La ventana rota

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La ventana rota

 

 

Eran tiempos de una Nueva York conflictiva, azotada por pandillas callejeras, el crimen y el vandalismo. Una ciudad que marcaba un gran contraste con el resto de las urbes estadounidenses, no solo en materia de seguridad, sino por poseer zonas marginalizadas que profundizaban un estigma nada positivo de la capital financiera del mundo. Fue así como a finales de la década de los sesenta, un profesor de la Universidad de Stamford decidió ir detrás  de los aspectos que hacían de Nueva York un lugar prácticamente ingobernable con criminalidad fuera de control. Lo hizo a través de un singular experimento social que fundó las bases de lo que hoy se conoce como la teoría de la ventana rota.

 

 

 

Este académico e investigador inició su estudio dejando dos carros de las mismas características abandonados en la calle, idéntica marca, modelo y color. Uno de estos vehículos lo dejó en el Bronx, para ese entonces era una zona roja de New York. El otro vehículo en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California.

 

 

 

En pocas horas pasó lo que todos esperaban, el auto abandonado en el Bronx fue desvalijado rápidamente. En poco tiempo se quedó sin cauchos, sin motor, sin radio, hasta los espejos se llevaron. Parecía que había un sentimiento de destrucción intrínseco, que aumentaba en la medida que no habían consecuencias. La intención era arrasar con todo, lo que no se pudieron llevar, lo destrozaron. En contraste, el auto  abandonado en Palo Alto no sufrió ni un rayoncito.

 

 

 

Pero el experimento no terminó allí, pasada una semana, cuando del auto  abandonado en el Bronx solo quedaba el cascarón, los investigadores decidieron romper un vidrio del automóvil de Palo Alto, California.

 

 

 

El resultado cambió drásticamente y lo mismo que se había desatado en la depreciada zona de Nueva York se produjo en la tranquila zona de California: el carro también fue desvalijado hasta llevarlo a las mismas condiciones de deterioro y destrucción del vehículo del barrio pobre.

 

 

 

Generalmente se liga a la pobreza con las causas del delito, pero este experimento demostró que más allá de la situación económica tiene mucha influencia la psicología humana y en qué contexto se desarrollan las relaciones sociales.

 

 

 

Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, desinterés, despreocupación que va acabando con los códigos de convivencia, tales como la ausencia de ley, de normas, de reglas, dejando la sensación de que nada vale.

 

 

 

El delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el caos son mayores. Donde no se respetan las leyes ni en los niveles más elevados, estas se convierten para el ciudadano común en letra muerta y la anarquía que empieza por los pequeños actos, va en escalada hasta la violencia irracional. Comienza con la simple infracción de tránsito y puede llagar al homicidio, todo bajo la protección de la impunidad.

 

 

 

Muchas veces nosotros mismos contribuimos a perpetuar esta teoría, nos dejamos llevar por las situaciones, sobre todo en contextos tan hostiles como el nuestro, donde se impone la llamada viveza criolla y la ley del más fuerte. Quizás el país comience a cambiar cuando en lugar de lanzar la otra piedra para partir la otra ventana, nos decidamos a repararla, a limpiar lo que otros ensuciaron y darle un nuevo rostro a este país que tanto nos ha dado.

 

 

 

Encontacto@brianfincheltub.com

 

 

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