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La solución europea

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La solución europea

 

 

Europa no siempre fue el continente estable y próspero que es hoy en día. Hubo una época en la que la destrucción y la miseria llevaron a miles de europeos fuera de sus fronteras. Latinoamérica fue uno de los horizontes a los que llegaron miles de inmigrantes buscando refugio y Venezuela, en aquel momento una tierra prometedora para propios y extraños, fue uno de los países que más inmigrantes recibió.

 

 

 

Esa es la historia de la Europa de las guerras y las posguerras, un continente de ciudades destruidas, miles de muertes y millones de desplazados. Pero aun en su peor momento Europa no estuvo sola, la solidaridad internacional se hizo presente y seguramente la historia sería muy distinta para Europa si el mundo no hubiese intervenido frente a aquella tragedia.

 

 

Es cierto que para algunos esta solidaridad llegó tarde. Que el nazismo haya podido avanzar hasta donde lo hizo y asesinar a más de 6 millones de judíos no es más que el resultado de años de inacción de la comunidad internacional, que creyó no solo que podía controlar a Hitler, sino dialogar con él. La salvación para los europeos llegó cuando las grandes potencias entendieron que todo acuerdo al que se llegara con Hitler sería irrespetado y que la solución que se imponía era combatirlo militarmente y derrotarlo. El mundo no solo fue vital para alcanzar la paz en el viejo continente, sino en su reconstrucción, el Plan Marshall le devolvió a Europa su esplendor y en este proceso Estados Unidos tuvo un rol importantísimo.

 

 

Que para aquel entonces la buena fe o la ausencia de mecanismos multilaterales para combatir un régimen totalitario hayan llevado al mundo a equivocarse no es justificable, pero quizás comprensible. Pero que hoy, frente al drama venezolano, sea precisamente Europa la que habiendo sufrido en carne propia los desmanes del nazismo pretenda ofrecer a Venezuela una agenda de conversaciones estériles es por lo menos contradictorio. Y no se trata aquí de establecer paralelismos forzados, guardando las distancias, en el conflicto venezolano también son vida las que están en juego, son miles de vidas perdidas y millones de desplazados. Frente a una realidad que se deteriora rápidamente y frente a un régimen sin escrúpulos, cualquier acto de dilación no es otra cosa que complicidad.

 

 

La llamada solución europea no se adapta al rol al que está llamado a ejercer el viejo continente en el concierto de las naciones. La defensa de la democracia y los derechos humanos no es una tarea exclusiva de Estados Unidos, es lo que une a Occidente frente a la barbarie. Europa debe asumir un papel mucho más protagónico con respecto a la realidad venezolana, debe entender que el madurismo no es solo un problema para el hemisferio, sino del mundo. Para avanzar en el combate de la dictadura se necesita unanimidad en cuanto a los mecanismos para combatirla y es más que evidente que la hora de los diagnósticos y las conversaciones ya pasó. Llegó la hora de las acciones.

 

 

Brian Fincheltub

Fincheltubbrian@gmail.com

@Brianfincheltub

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