Apostado torpemente sobre una pequeña plataforma remolcada por un vehículo, Nicolás Maduro manipula un enorme fusil con mira telescópica y pregunta al militar que le da instrucciones si puede disparar. La imagen del Presidente sustentando un arma para luego amenazar a quienes no están con él se hizo común en la Venezuela militarista que se implantó con Hugo Chávez durante 15 años. Ahora Maduro lo imita, aunque con poca habilidad para manipular armamentos.
Maduro, con camisa de kaki a lo Fidel Castro y gorra verde oliva, voltea a la cámara que lo graba en su corto recorrido mediático para decir que deben llevarse 10, 20 mil armas como esas a los barrios y a los campos para defender el territorio de Venezuela. Más adelante agrega que además de esos (fusiles) hay otras armas que están preparando en secreto para poder moverse en barrios y en campos.
Con el señor Maduro nunca se sabe si habla en serio o la ocurrencia le vino de momento y lanzó esa bomba al voleo, así como lo del arma secreta con la que dotarán a los barrios.
Pero lo cierto es que se puede entender que un régimen que a duras penas alcance 15 por ciento de aprobación deba recurrir al miedo, al terror para poder mantenerse en el poder. De allí pues que asumimos que la ocurrencia de Maduro y la amenaza que lleva el mensaje esté vinculado a su falta de popularidad y aceptación de un pueblo que ya no cree en el cuento de esta revolución.
Si miramos un poco la realidad cotidiana todos sabemos que los barrios ya están armados, están organizados en bandas y poseen no sólo pistolas automáticas sino que cuentan con fusiles, granadas y explosivos.
Son muchas las vías por medio de las cuales las bandas se hicieron poderosas y se armaron.
Una de ellas provino del propio Gobierno que organizó y armó a los miles de colectivos que existen en todo el territorio y cuyas operaciones son públicas y notorias cada vez que el Gobierno los requiere para frenar manifestaciones, amenazar a líderes opositores e incluso para reprimir manifestaciones populares o sindicales. Algunos de ellos ostentan su poder armados en gráficas que colocan sin pudor en las redes sociales.
Pero esos colectivos no se reducen a esas tareas “oficiales”. En su tiempo libre extorsionan a comerciantes e industriales, montan alcabalas y controlan operaciones de mayor escala en minería, armas, alimentos y narcotráfico.
Otra vía ha sido el control de territorios por parte de la delincuencia común y la manera de suplirse de armamentos ha sido el asalto a puestos militares y policiales y la compra de armamento militar extraído de arsenales militares y policiales.
Otras organizaciones criminales brotaron de los mismos cuerpos armados de policía y la GNB quines viven de la extorsión, cobro de vacuna y control de operaciones ilícitas. Un camión no puede transitar por el territorio nacional sin pagar miles de bolívares o dólares a las distintas instancias de extorsión. Eso se extiende a cualquier servicio público en donde se requiere la custodia de uniformados.
Un efecto colateral de estas operaciones se ve reflejado en el aumento de las “masacres” en el último año como fueron las de Tumeremo, Cariaco, y Barlovento con más de 30 muertos y en las que están implicados militares.
Nada más con observar estos ejemplos habría que preguntarse qué piensan de estos hechos el Alto Mando Militar, los jefes policiales y todos aquellos que tienen responsabilidad en la seguridad del país. ¿Hay alguna instancia del alto Gobierno en el que se discutan los planes de seguridad del país? ¿Se analizan allí las propuestas del señor Maduro? ¿Están al tanto del armamento secreto con el que se dotará a los barrios?
Creemos innecesario ofrecer alguna respuesta desde este escrito.
Francisco Olivares
@folivares10
