La muerte de Robert Serra
octubre 4, 2014 7:13 am

Ojalá que pronto tengamos mayor información sobre el asesinato de Robert Serra, para evitar especulaciones que justifiquen la represión y abran la puerta hacia lo desconocido. Por ahora, su muerte indica que nadie está a salvo de la ola de crímenes, desde un cura a una famosa actriz, y ahora este joven político, todos estos crímenes muestran la inseguridad en que vivimos, porque Serra contaba con escoltas a toda hora, dos de los cuales habían sido asesinados. Si mataron a Serra en Caracas asesinan a cualquiera.

 

No hay respuesta ni para la inseguridad ni para la crisis económica. Se ignora la gravedad que significa el cierre de empresas como Clorox y las fábricas de partes de las ensambladoras de autos. Ingenuamente, el gobierno atribuye la situación a la guerra económica, tapa el sol con un dedo y no logra ocultar la gravedad que significa el cierre voluntario de empresas porque sus dueños no soportan las pérdidas constantes.

 

Con la inseguridad ocurre lo mismo: falta una verdadera policía. La antigua Policía Metropolitana en Caracas, con todos sus defectos, cumplía una función en la lucha contra el delito, entraba en los barrios. Cometía excesos, pero era una policía organizada. Los cuerpos de investigación como la PTJ han sido reorganizados demasiadas veces, y cada vez funcionan peor. Esa es una de las razones por las que el crimen se ha disparado en el país desde la llegada del chavismo al poder. No tenemos una policía organizada.

 

La muerte de Robert Serra no debe quedar en la oscuridad como ocurrió con la de Danilo Anderson, un misterio inexplicable. Es demasiado importante que se esclarezca este asesinato para evitar consecuencias políticas.

 

Ahora, en La Habana una empresa estatal ha querido llamar Che un perfume, con la reacción indignada del propio alto gobierno. Nadie coloca la imagen de Raúl Castro en una franela, tampoco la de Nicolás Maduro, ni mucho menos bautiza un perfume con sus nombres. El nombre del Che posee un atractivo comercial, ya ha sido usado su imagen en franelas, portavasos.

 

En Francia no llama la atención que se llame Napoleón una marca de coñac, o en Inglaterra, Churchill un tipo de tabaco.

 

Como en el capitalismo, en la isla los hijos de los gobernantes presiden empresas importantes. José Antonio Fraga Castro, el presidente de Labiofam, fabricante de los perfumes, es sobrino de Fidel y Raúl Castro. Fraga Castro ha enviado cartas de disculpa a los familiares de Hugo Chávez y Ernesto Che Guevara por “un enfoque mal intencionado y tergiversado”. El diario Granma advirtió: “Por este grave error serán tomadas las medidas disciplinarias que correspondan”.

 

Labiofam explicó en la carta que “uno de sus investigadores, motivado por sus sentimientos revolucionarios”, propuso nombrar “Hugo” y “Ernesto” cada uno de los dos nuevos perfumes desarrollados por el laboratorio. Y le echa la culpa a una periodista “mal intencionada” de la agencia Associated Press, que hizo “un show mediático”. En realidad, quien se equivocó no fue la periodista sino Labiofam, al olvidar la realidad cubana.

 

La pasión revolucionaria la descubrió el Che nada menos que en Miami, siempre Miami aparece mencionado en relación con Cuba. El futuro Che era un joven estudiante que accidentalmente pasó un tiempo en una ciudad que recordaría siempre con hostilidad. Dijo nada menos que su estancia fue “amarga y dura”, y prometió: “Asaltaré barricadas y trincheras, teñiré en sangre mis armas”. Tenía razón, “sobrevivió” en Miami con una dieta de cerveza y papas fritas gratuitas”.

 

Dicen que el propio Fidel ordenó no fabricar estos perfumes que hubieran sido un éxito comercial, quizá porque temía que usaran hasta su nombre para designar un vulgar desodorante.

 

Fausto Masó