La militancia no se hereda, se decide
mayo 15, 2017 8:23 am

 

Si usted es padre o madre de familia, ¿sus hijos le preguntaron a los 12 ó 14 años de dónde salía el dinero para pagar el carro que los llevaba al colegio, cómo se pagaba la comida, la casa de la playa, el apartamento en el exterior o los viajes de vacaciones? Si lo hicieron, lo más seguro es que usted les dijera que se lo ganaba, que tenía un buen trabajo.

 

 

 

Si usted era abogado o trabajador de una fábrica, difícilmente le explicaría detalles de todo el proceso desde que el cliente llegaba al bufete hasta la sentencia, o la llegada de insumos, procesamiento, envasado y distribución de productos.

 

 

 

Para su hijo usted era un profesional o trabajador decente y honrado. Mientras se es niño y adolescente, sólo ven los resultados, no los detalles. Puede que genere una vocación o una intención de vida en el mismo camino, o puede que no. Un hijo de magallanero puede que siga siendo magallanero, pero también puede resultar caraquista, guaireño, o le gusta el fútbol.

 

 

 

Así es la vida, así ha sido siempre, así seguirá siendo.

 

 

 

En el área política pasa lo mismo, incluso con más riesgos. Un muchacho -o muchacha- puede crecer en un ambiente de poder alrededor de su padre o madre, esa sensación de importancia que rodea a los políticos, especialmente si forman parte de la dirigencia nacional o regional de partidos de gobierno, o con fuerza para llegar a serlo. Pueden terminar siendo de otro partido, como le ocurrió a hijos de adecos y copeyanos que en los sesenta se convirtieron en activistas de la izquierda extrema -guerrilleros, inclusive, propulsores de la izquierda cristiana de cercanías marxistas.

 

 

 

O como le sucedió al actual Defensor del Pueblo, quien de defensor de derechos humanos pasó al chavismo y al castro-madurismo sin mucho pensarlo, y su hijo ha diferido públicamente, tanto como por el contrario la hija de un importante líder oficialista que lucha a su lado y testimonia con canciones a favor del régimen al cual pertenece su padre, para sólo citar dos casos bastante conocidos actualmente.

 

 

 

Es que lo importante no es a que familia pertenece una persona, sino cuál es su decisión de vida. Se supone que a los 18 años se tiene edad y formación para votar, pero es sólo una guía, a esa edad se puede tener una clara personalidad, o seguir siendo indeciso y tarambana, el cerebro y el espíritu no tienen edades bien definidas.

 

 

 

Lo que cuenta es la actitud definitiva que se tome cuando llegue el momento. A los 18 años el mundo puede ser excesivamente exigente con quienes no tienen los pensamientos claramente definidos. Un asunto son adolescentes que ingresan a una universidad, a una fábrica con sueños y alegrías, otra los médicos, abogados, ingenieros o trabajadores especializados de cinco o seis años después.

 

 

 

Porque lo importante son las decisiones que a esos jóvenes los transforma en adultos.

 

 

 

De la misma manera, disentir del militante y del dirigente cuya ideología se adversa, y otra culpar a sus hijos y familiares por esa ideología o por la posición del activista. Hay que conocer al hijo o al hermano por lo que realmente es él o ella. Si ya tiene edad y decisión tomada, ésa es la guía que cuenta.

 

 

 

Es comprensible la ira de venezolanos contra un funcionario civil o militar que no sólo han promovido y participado en el peor y más torpe e ineficaz gobierno venezolano del cual tenemos memoria, sino que han robado a mansalva y son penal, civil, política e históricamente culpables del hambre, penurias, muertes y sufrimiento de millones de venezolanos.

 

 

 

Tan considerados con sus hijos y tan desalmados e indolentes con los ajenos.

 

 
Pero antes de juzgar a sus familiares, especialmente a sus hijos, hay que proceder con prudencia democrática. Debemos asegurarnos de que realmente son -o no- cómplices conscientes de la perversidad de sus padres. No debemos ser como esos cabezas de familia corrompidos y desvergonzados. No hagamos nuestro el odio de ellos, pero tampoco seamos cómplices de la impunidad que algunos pretenden por conveniencia política.

 

 

 

¡El asunto no es la familia sino lo que se decide!

 

 

 

@ArmandoMartini