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La Merkel

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La Merkel

El pueblo alemán ha confiado la responsabilidad de gobernar, por tercera vez, a Angela Merkel.

 

En una Europa marcada por el signo de la crisis, la jefa del gobierno a la que ha correspondido un peso que excede a sus fronteras, ha recibido un reconocimiento de sus conciudadanos expresado en confianza y un nuevo mandato.

 

La Unión Demócrata Cristiana y su partido hermano la Unión Social Cristiana de Baviera, han visto crecer su caudal electoral y sus bancas en el Parlamento.

 

¿Por qué la crisis no ha desgastado a los demócratas cristianos alemanes? ¿Cuál es la explicación para que, en lugar de debilitarse, el liderazgo de la Cancillera Federal se fortalezca? La respuesta a esas preguntas dice mucho de esta estadista inusual, de su gran partido y de los alemanes.

 

Angela Dorothea Kasner –Merkel es el apellido adquirido de su primer marido de quien se divorció- nació en Hamburgo pero se crió en Templin en Alemania Oriental, porque su padre, pastor protestante, fue enviado a ejercer el ministerio allí. Es licenciada y doctora en Fìsica por la Universidad de Liepzig, con tesis calificada sobresaliente.

 

Fue investigadora en la Academia de Ciencias de la RDA y estuvo inscrita en las Juventudes Libres, la organización juvenil del partido Socialista Unido Alemán, requisito obligatorio para una carrera profesional bajo el régimen comunista.

 

Entró a la política a la caída del Muro en octubre de 1989. Fue portavoz del breve gobierno democrático transitorio de Lothar de Maziere, antes de la reunificación alemana. Desde entonces, primero bajo la protección de Helmut Kohl y luego en rebeldía frente a él y su jefatura política, supo distinguirse velozmente.

 

Diputada, ministra de Juventud y Familia, ministra del Ambiente y, perdidas las elecciones ante los social demócratas, primero Secretaria General y luego presidenta del partido. Bajo su liderazgo, la CDU ha triunfado en tres elecciones nacionales consecutivas, cuando por el peso de la crisis, otros gobiernos europeos han perdido el poder. Salió Sarkozy y la UMP francesa. Salió Rodríguez Zapatero y el PSOE en España.

 

Salió Berlusconi y el PDL en Italia, aunque la caída de éste tiene más que ver con la inviabilidad europea de un gobierno suyo más que con la pérdida de confianza del electorado, que ha mermado pero no se ha extinguido, a pesar de los escándalos.

 

Salió el tercer Papandreu y el PASOK en Grecia. Salió José Sócrates y el PS portugués.

 

Salió Brown y el laborismo británico. Y ella sigue allí, incrementando su votación y la presencia parlamentaria de la CDU/CSU. La señora Merkel no puede calificarse de populista, todo lo contrario. Se ha apegado a una política de disciplina fiscal y se ha erigido en guardiana celosa de la Europa comunitaria, en cuyo seno se niega a apañar actitudes que considera fiscalmente irresponsables.

 

Criticada duramente, ha mantenido su curso sin parpadear.

Cuando el socialista Hollande fue electo presidente de Francia, más de uno presagió confrontación entre los gobiernos de los dos ms grandes países europeos. No ha sido así. Han sabido entenderse.

 

La CDU que lidera es un partido de política social avanzada, y lo sigue siendo. El pueblo alemán le ha reconocido su seriedad de gobernante, su capacidad para ceder y también para no hacerlo, su compromiso con una idea de Europa y de Alemania. Y, hasta ahora, ha tenido éxito. A pesar de su mayoría, la CDU/CSU no tiene la fuerza para gobernar el solitario. Sus socios liberales del FDP no han conseguido el 5% mínimo para ingresar al Bundestag, asì que no podrá repetir la coalición que le dio tan buen resultado.

 

 

 

Intentarà formar una con los social demócratas del SPD, en cuyo interior se discute esa opción o la de quedarse en la oposición. Una opción, esta última, riesgosa, pues podría precipitar una elección adelantada en la cual la Merkel podría incluso ganar la mayoría absoluta.

 

 

 

Asì que posible la Gran Coalición CDU/CSU-SPD, dejando la oposición a la Izquierda y los Verdes, algo que no desean los social demócratas, pero que probablemente tendrán que encajar. Veremos más de lo que la política democrática abierta, de divergencias y consensos, puede ofrecer a ese gran pueblo disciplinado, inteligente y trabajador.

Ramón Guillermo Aveledo

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