Siete de cada diez venezolanos cree que su municipio necesita un nuevo alcalde. De los trescientos treinta y cinco municipios de Venezuela, doscientos ochenta son gobernados por partidarios del oficialismo. Esa abrumadora mayoría por el cambio municipal no se detiene en colores políticos. Si bien es cierto que entre los opositores la proporción es más alta.

87% entre los más radicales y 79.5 % entre los moderados, entre los partidarios del proceso la cosa no es mucho mejor para los actuales titulares de los cargos locales del bando rojo. 66% de los autodefinidos «chavistas” moderados quieren cambiarlos y 55.1% de aquellos con posiciones más extremas.

Los actuales alcaldes no han resuelto los problemas «Por falta de voluntad e interés” cree un 19.9%, y «Porque no tiene capacidad” opina un 10.1%. los demás motivos varían, pero destacan la ineficiencia (6.8%) y la corrupción (5.4%).

Los datos pertenecen a un estudio del Instituto Delphos de octubre. También incluye evaluación de la situación nacional. 71.1% de la gente opina que la situación del país va de regular hacia mala hasta muy mala.

Solo 4.7% piensa que es muy buena, 9.3 que es buena y 17% la ve regular hacia buena. Lo peor de la situación es la inseguridad, para el 84.6% de los entrevistados, pero la escasez de alimentos llega a 57.3% y a eso hay que sumarle, racionalmente, la economía (13.7%) y el alto costo de la vida (10.9%). Preocupan a la gente señaladamente los malos servicios públicos con 26.1% y el desempleo con 25.3%. Este último dato llama la atención.

Las cifras oficiales de desempleo son bajas, porque se cuentan como empleados a quienes están en la economía informal y en las misiones, pero la gente teme por la estabilidad del puesto de trabajo porque se da cuenta cómo va la economía, y porque sabe que no está creciendo el empleo privado, porque no se abren nuevas empresas. Y porque todo ese discurso de pugnacidad y descalificación hacia quienes invierten y generan producción no puede dar buen resultado.

Produce gritos de barras «Así, así, así es que se gobierna” pero no produce puestos de trabajo, ni alimentos, ni bienes o servicios. La primera razón para votar el 8 de diciembre es para que haya un cambio, que es la motivación de cuatro de cada diez electores, seguida de ejercer el derecho al voto y que el país salga adelante. Es muy evidente que el sentido común está mucho más democráticamente distribuido de lo que algunos creen. La situación del país es motivo de críticas y descontento.

No podía ser de otra manera. A nivel municipal, es también muy clara la tendencia a querer que cambien las cosas. Eso le confiere al voto municipal un valor grande y doble. Es el modo de cambiar las cosas en la localidad donde vivo, y la manera más segura de decir con fuerza que aspiro a un cambio en el país. Las elecciones municipales del 8 de diciembre son, puede decirse con toda propiedad, la llave del cambio. Por eso insiste tanto en ellas Henrique Capriles, el líder de la campaña de la Unidad.

No es que el voto local traiga el cambio nacional que la mayoría desea, esa sería una afirmación insostenible. Es que una hipotética victoria de quienes no quieren cambiar, los endurecería en su error y los ataría a su terquedad de persistir en un camino radicalmente equivocado. Precisamente el camino que nos ha metido en esta calle ciega.

En cambio, una victoria del cambio municipal y nacional, dejaría claro qué quiere Venezuela. Y nos daría una fuerza potente para usarla con sensatez y buen juicio, en la dirección de rectificar las políticas empobrecedoras y avanzar hacia una Venezuela de todos. Sin divisiones, sin exclusiones, sin discriminaciones.

Ramón Guillermo Aveledo