La guerra sucia según Jorge Rodríguez
abril 9, 2013 12:20 pm

La verdad es que el personaje no pudo seleccionar mejor escenario. Nada más y nada menos que la entrevista semanal con José Vicente Rangel.

 

Un programa desde donde se lanzan acusaciones, medias verdades y falsas cifras sobre cualquier cosa que convenga al gobierno. Un programa cuyo único valor es que con él se puede medir el humor del régimen. Igual podía haberlo hecho desde “La Hojilla” o cualquiera de los espacios del ahora llamado Sistema Bolivariano de Comunicación e Información.

 

Pero ya sabemos que la guerra sucia debe pasar por declaración pulcra, de esas que se hacen de paltó y corbata, de esas que mirando a la cámara apelan a la credibilidad de la gente, a veces intentando honestidad y otras muchas dando lástima. O queriendo ser el paladín de las causas perdidas. Pues bien, desde allí acusó a J.J. Rendón de ser el arquitecto de la guerra sucia, algo así como el dueño del albañal de la política. No dio demasiadas explicaciones, pero supongo yo que, al menos, algo deben estar sintiendo los “apparatchik” del PSUV para invertir su tiempo en mandarle mensajes tan explícitos al estratega político.

 

 

No han sido los únicos que ha recibido. Me cuentan que esa parece ser la dedicación fundamental de todos aquellos que tienen que hacer algo para darle sentido a la maltrecha campaña de Nicolas. Todos ellos, civiles y militares, acceden a las cuentas de J.J. y le dejan su mensajito. “No pierdas el tiempo”, le dicen, “que por más que hagas, todo terminará en la cloaca”.

 

 

Por lo visto, la fijación escatológica de los socialistas del siglo XXI es, al parecer, generalizada. Todos hablan de lo mismo, con un entusiasmo “filofecal” que pocos como ellos son capaces de exhibir. Todos ellos andan escandalizados por la supuesta guerra sucia que están emprendiendo contra su candidato. Pero ¿en qué consiste esa guerra sucia?

 

 

Porque lo que uno aprecia es una campaña llena de valentía. Se denuncia el ventajismo y el desparpajo que exhibe un gobierno que no cesa de usar todos los recursos que tiene a su alcance para tomar ventaja. Una campaña valerosa que denuncia lo que hay que denunciar sin perder un solo minuto en el escándalo. Un esfuerzo comunicacional que apela a la realidad como gran aliado, porque quien puede dudar que aquí la inseguridad es la dueña de las calles, los apagones son el látigo con el que se asola el interior de la república, la escasez es un yugo que cargan todos los venezolanos y la inflación nos hace a todos más pobres.

 

 

Quién puede dudar que las cuentas no cuadran, las promesas no cuadran, los compromisos institucionales no cuadran, la verdad no cuadra con las promesas. Y en eso consiste la valentía: en buscar afanosamente la verdad, en desenterrar la realidad y contrastarla con la propaganda.

 

 

¿Puede llamarse guerra sucia una campaña que convoca y exige más inclusión y menos sectarismo? ¿O es que alguien tiene dudas que aquí se aplica la lista de Tascón, que si no eres del partido no tienes beneficios y que los más pobres están obligados a acatar, a marchar, a donar parte de su salario, a llorar si se lo piden y a gritar si esa es la consigna? ¿Alguien puede tener dudas sobre la existencia de los grupos armados que amenazan y hostigan en nombre de la revolución y de la apelación a un pueblo que no somos todos porque algunos no podemos ser otra cosa que escoria, insulto y segregación? ¿Alguien duda de que los colectivos existen, o la lista de Tascón?

 

 

 

¿Puede llamarse guerra sucia el recorrer el país, el prometer progreso, el visitar pueblos y caseríos, el convocar a todos a participar de una cruzada nacional para la restauración de la paz y la prosperidad de todos los venezolanos?

 

 

 

¿Será acaso guerra sucia el invocar la esperanza y el intentar congregar a todos los venezolanos alrededor de un sueño en el que la diferencia es la consigna? Si. Ser diferentes al odio, al rentismo, a la prebenda humillante, a la adulación indigna, al sacrificio espurio del presente esperando la reivindicación de un futuro que no llega nunca y del que no van a participar los miles que han muerto o se han ido? ¿La esperanza es albañal?

 

 

 

Lo que pasa es que a Jorge Rodriguez no le conviene el despertar del país. No le conviene que los venezolanos caigan en cuenta que este régimen no es una fatalidad. Que se puede cambiar. No le conviene que les exijan responsabilidad. No le conviene que le pregunten donde están los ingresos petroleros o por qué los cubanos o nicaragüenses están de primeros en la misma cola que hacen los venezolanos. Al régimen no le conviene que el mundo sepa que aquí la ventaja se impone desde esa alianza civil y militar que se cogió a las instituciones y que se resiste a entregar cuentas.

 

 

 

No le conviene que la gente sea libre y ejerza con libertad sus decisiones políticas. No le conviene que la gente sepa que el voto es secreto. No le conviene que se sepa que las cadenas que hoy nos asfixian son una impostura que votando se esfuman. A Jorge le conviene el narcótico de la represión, y esta campaña si algo ha hecho es develar con esplendor una verdad que a ellos los anula.

 

 

 

Jorge Rodriguez debería saber que la guerra sucia es hacer pasar a un moribundo por sano. O denunciar un paquetazo que al final ellos mismos están administrando en dosis tóxicas. Guerra sucia, casi un botadero de basura, es la gavilla que daña la reputación de las personas, usando para ellos los medios públicos, sin que nadie pueda defenderse. Guerra sucia es “La Hojilla”. Eso es guerra sucia, y la hemos sufrido por años, sin que ninguno de los sumos sacerdotes del régimen, de esos que ahora se dan golpes en el pecho, lo hayan denunciado o hayan hecho siquiera un gesto de asco al menos. No amigo Jorge. J.J. Rendón no está haciendo guerra sucia. No vale la pena. Esta pesadilla no necesita maquillaje. Lo que está probablemente intentando es aportar un granito de arena a esta gesta, y pronto sabremos si ese granito hizo la diferencia.

 

 

Por Víctor Maldonado