Para haber tenido su origen en un intento de golpe de Estado, no se entiende por qué el chavismo vive con la obsesión de que quieren darle un golpe. Cualquier gesto, mala cara, o palabra antigubernamental, expresada en redes sociales o públicamente, puede llevar a una persona a la cárcel.
Así le pasó al joven músico quien se dirigía a un ensayo con la orquesta a quien la Policía Nacional la pareció sospechoso que caminara tan distraído por el boulevard portando una maleta negra de gran tamaño. Tal vez los hipersensibles funcionarios tras varias horas de protestas callejeras, en lugar de un trombón pensaron que el joven transportaba un lanzacohetes o algo parecido para tumbar a Maduro. Así que le cayeron a golpes entre cinco funcionarios apertrechados, y luego de casi estrangularlo e insultarlo, se lo llevaron detenido.
En las cárceles de Venezuela hay numerosos tuiteros, políticos, alcaldes, novias de alcaldes, médicos, estudiantes, acusados por rebelión y traición a la patria. En ese grupo hay hasta curiosos o mal afortunados que de pronto se toparon con alguna manifestación y cayeron detenidos. A menos hay 38 presos entre procesados y sentenciados por instigación a la rebelión más los numerosos presos políticos cuyos delitos atribuidos comprenden diversas variantes que no suelen ser comprobadas.
Pero al tiempo que el oficialismo llama golpista a todo el que reclama un derecho, los socialistas del siglo XXI no pierden su fascinación por querer controlarlo todo y por dar golpes de Estado. No solamente lo dicen: “No volverán” sino que lo aplican de hecho apoyados en la violencia armada. Es así pues que el golpe de Estado dado la semana pasada sigue su curso y tanto la Asamblea Nacional como la institución del voto, pareciera que son instituciones que no tendrán cabida en el socialismo de Maduro.
Según ya lo aprecia la comunidad internacional el señor Maduro se ha convertido en un nuevo dictador para Latinoamérica y así pasará a la historia en el episodio más oscuro de los últimos 60 años. Pero esta nueva dictadura no atañe solo a Venezuela, es igualmente un grave problema para el normal funcionamiento de la democracia en el continente y su relación con el resto del mundo. De allí la alarma que se ha disparado en la OEA.
Esta nueva situación está profundizando el aislamiento de Venezuela y afectando sus relaciones en un mundo globalizado. Alegar defensa de la soberanía no es respuesta para los países del área que están siendo afectados por esta nueva dictadura.
Con el desconocimiento que aplica Maduro a la Asamblea Nacional y sus políticas de controles que han creado una crisis humanitaria en Venezuela ya no podrá acceder al crédito internacional, participar en alianzas económicas como Mercosur, Alianza del Pacífico u otras que le han dado muchos beneficios a nuestros vecinos mientras nos quedamos en la cola del continente.
Al mismo tiempo Venezuela comienza a generar grandes conflictos a los países vecinos. La emigración masiva que ha llevado a nuestros médicos con posgrado a vender arepas en las calles de Lima o de Santiago, y el crimen organizado que se fortalece en Venezuela por la falta de autonomía de los poderes, comienza a cobrar víctimas en nuestros vecinos.
La corrupción, el pago de comisiones, el lavado de dinero, el fraude y el narcotráfico, son nuestras principales exportaciones que están causando estragos también en esas economías vecinas y sus instituciones democráticas. Los distintos presidentes y altas autoridades de los países del área que están siendo procesados han tenido vínculos con esa masiva corrupción y cuyos procesos tarde o temprano llegará a Venezuela.
Francisco Olivares
Twitter: @folivares10
