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La dictadura amenaza

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La dictadura amenaza

 

 

 

El ejercicio de la soberanía popular a través del sufragio es un elemento esencial de la democracia política. Si el sufragio se falsifica por el fraude electoral, el gobierno que lo auspicia se deslegitima, y, al deslizarse a la represión contra los que se le oponen, deriva en dictadura. Se asiste, entonces, con mayor o menor velocidad, a la muerte de la libertad.

 

 

Esa es la tragedia progresivamente puesta en escena en Venezuela. Se han utilizado  diversas vías para desnaturalizar y ahogar la expresión de la voluntad de los electores, desde la adulteración del registro de votantes, pasando por la forja de actas falaces, hasta el desconocimiento abierto y brutal de resultados adversos. Cuando eso ocurre, ya no existe Estado de Derecho y se pierden las ganas de concurrir a las citas comiciales.

 

 

La dictadura que se ha ido instalando en nuestro país, a lo largo de casi 19 años, recién ha anunciado, por altos voceros suyos que no se tapan el rostro con embozo alguno,  que no habrá más elecciones si no se suspenden las sanciones internacionales que se han impuesto por los latrocinios cometidos, las violaciones de los derechos humanos y las vinculaciones con el narcotráfico y el terrorismo, lo que evidentemente no ocurrirá si previamente no hay un restablecimiento democrático. Y la estocada final la dio Nicolás Maduro, presidente nominal con las espaldas cubiertas por una facción de la FAN, cuando declaró que no podrán participar en venideras consultas electorales, si es que las hay, los partidos que no terciaron en las votaciones municipales del día 10 de este mes. Eso implicaría, nada más ni nada menos, que Acción Democrática, Primero Justicia y Voluntad Popular, partidos fundamentales de la oposición democrática, no podrían ejercer una de sus funciones medulares –la lucha por el acceso al poder mediante el voto- y quedarían relegados, como Penélopes tejiendo y destejiendo el tiempo, a pasar revista simbólica a su militancia y cantar sus himnos fundacionales.

 

 

 

También, sin ningún pudor, se miente cuando se señala la asistencia de votantes en el timo electoral del domingo pasado. Casi agotan la capacidad de embuste al decirnos que concurrieron a las urnas más de 9 millones de venezolanos. Esa fantasía pretende tapar las enormes manchas de soledad que se vieron en los centros y mesas electorales.

 

 

 

Pareciera que las cartas están echadas. El juego está por decidirse. Ya la crisis, en todos los órdenes de la vida nacional, no permite más demoras, y la historia no espera.

 

 

Carlos Canache Mata

 

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