La cola feliz de Jakeliz
octubre 12, 2015 4:02 am

 

Jakeliz es una mujer feliz, como en la tierra suave vive la lombriz. A ella le encantan las colas, las filas, las hileras, las líneas, las columnas, las ristras, las sartas, las cadenas, las ringleras, las hiladas, las series. Llega al paroxismo de la felicidad y a la plenitud del éxtasis. Ella se despierta pensando en sus colas. Llama a su chofer, a dos de sus escoltas y a su jefe Jorge a preguntarle cuál es la cola más larga que hay en ese exacto momento de la mañana para arreglar sus aperos, coquetearse frente al espejo, maquillarse rápidamente, emperifollarse a millón y salir como alma que lleva el diablo para incorporarse a la cola feliz. Allí suele encontrarse con Cantinflas Villegas, otro que disfruta al máximo las veladas mañaneras en las colas parlantinas y familiares.

 

 

Este personaje siniestro/comicón viste de traje y corbata cuando va de compras y cuando le toca oportunamente ingresar al mercado, bodega, supermercado, mayorista, minorista o expendio al aire libre de que se trate, muestra una sonrisa propia de un cliente de “Dentadura Bellas en Odontólogos Asociados de Barrio Adentro”. Bueno, por lo menos así sale en sus propagandas de campaña. Ambos seres son candidatos a diputados.

 

 

Jakeliz tiene varios hijos. Lindos, catiritos, bien vestiditos con trajecitos importaditos de estados uniditos o españita. Lo que más le gusta a esos niños, un tanto malcriados, es ir con su nona a las colas del Bicentenario. La nona se lleva un saquito, bien bonito, marca Louis Vuitton, de esos que usa la First Lady better known as First Soldier.

 

 

La nona de Jakeliz no falla comprando pasta regulada, pollos del Brasil, café de Nicaragua, harina de maíz de Colombia y crema dental de Argentina. Llena su bolsita de una manera eficiente, diversificada, de nutrientes, una dieta balanceada. La nona se acuerda mucho de los cuentos de su abuela italiana recién terminada la Segunda Guerra Mundial, cuando los fascistas llevaron la peor parte pero el pueblo sufrió penurias, hambre y por supuesto: colas, filas, hileras, líneas, columnas, ristras, sartas, cadenas, ringleras, hiladas y series.

 

 

La ventaja de la Venezuela de hoy versus la Italia de hace sesenta años es que nuestras colas son felices y las de ellos eran infelices. Los hijos de Jakeliz no van al cine, no señor. Los hijos de Cantinflas no van a la playa, no señor. Los hijos de Jorge no van al exterior, no señor. Todos ellos se reúnen, hacen parrilla, juegan voleibol, monopolio, carga la burra y dominó en plena cola. Cómo se ríen, cómo gozan. Crecen sanos y felices, como alimentados con Nenerina. En las colas conocen gente, intercambian ideas, aprovechan para estudiar. Su lema es: “Mientras más dure la cola más oportunidad tenemos para dialogar, estudiar y jugar”. A mí me da más que envidia, me da como calentura verlos a ellos en sus colas ocupando espacios que le corresponden a la oposición. Y me da mucha más cólera aún al ver que los reciben en las colas con aplausos, con vítores, fanfarrias y hurras.

 

 

Ay Dios, cuando oigo a las masas irredentas pidiendo más colas, más filas. Es que no lo puedo entender. No salgo de mi asombro cuando Diosdado sale de su cola en el Pdval de Catia y exclama que las colas que se hacen frente a todos y cada uno de los supermercados, bodegas, mayoristas, minoristas, distribuidores y demás negocios del ramo quedarán pálidas frente a los supercolas que se formarán en los centros de votación este 6 de diciembre venidero para sufragar por las candidaturas de Jakeliz, Cantinflas, Diosdado y otros 164 diputados rojos rojitos.

 

 

Hay tantas cosas que hacer en una cola, veamos, la hermana de Jakeliz con sus dos primas se la pasan bordando en la cola. Han desarrollado habilidades increíbles para bordar el punto llano, el raso, el cordoncillo simple, el cordoncillo de hebra, el cordoncillo doble, la cadeneta simple, la cadeneta anudado, el rococó y el margarita. Les quedan bellísimos. En el último acto del gobierno el presidente lucía un sweater en rococó que era una monada. Tenía sus iniciales NMM en relieve dorado. Si todos los venezolanos en las colas tejieran nos convertiríamos en el primer exportador de abrigos de punto de todo el planeta tierra. Bueno dejo esto hasta aquí porque voy entrando al Bicentenario de Plaza Venezuela después de ocho horas de cola donde aproveché para leer las últimas proclamas de Diosdado. Saludos a todos.

 

Rduardo Semtei