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La barbarie del siglo XXI

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La barbarie del siglo XXI

 

Más temprano que tarde, el régimen que encarna la barbarie del siglo XXI, será desplazado al trastero de la historia. Maduro será recordado como el Barbarazo, el que acabó con todo, hasta lo que le dejó su mentor Hugo Chávez.

 

 

 

No hay un ápice de exageración en esto: Venezuela es un país en proceso de destrucción. Una perversa mezcla de ambiciones, perpetuación en el poder y codicia extrema se han cebado sobre el aparato productivo, destruyendo a su paso empresas y empleos. La única guerra económica que se ha producido en el país es la del régimen en contra de empresarios y personas de trabajo. Han expropiado, ocupado y asaltado empresas y fincas productivas para sumarlas a ese catálogo de ruinas que es el socialismo del siglo XXI, la barbarie del siglo XXI. Lo único que quiere este régimen es velar por sus intereses, no le importa ni el padecimiento de los ciudadanos ni el progreso del país.

 

 

 

Hay que decirlo sin eufemismos: Chávez y Maduro han hecho de las vidas de los venezolanos vidas opacas, maltrechas, despojadas de los más elementales derechos. Vidas, a menudo, miserables. A los venezolanos nos matan como resultado de unas políticas que han alentado la delincuencia. El régimen de Chávez y Maduro es el autor de la figura de los colectivos, en los que se confunden las prácticas políticas con la delincuencia pura y dura, ejercida con asombrosa impunidad.

 

 

 

La magnitud de esta barbarie es de estudio. A la gran Venezuela, la próspera, la que tiene la mayor reserva petrolera, el régimen devastador la desangró, la convirtió en la Venezuela pobre, la paupérrima, la Venezuela del hambre; a los venezolanos los someten y los hacen sufrir un programa de hambre, de humillación y de enfermedad. No es, como se pretende, el producto de una coyuntura causada por la baja de los precios del petróleo. Es un hambre planificada, una promoción de las enfermedades, que tiene su origen en decisiones absurdas y políticas insostenibles, que fueron advertidas por años sin que el régimen corrompido las escuchara. Por lo tanto, esa situación que vive nuestra Venezuela tiene responsable, el verdugo Nicolás Maduro. Que le explique al mundo cómo se mueren niños y adultos por falta de antibióticos en el siglo XXI.

 

 

 

El programa de destrucción del país es casi inenarrable, porque ha tenido lugar a todo lo ancho y largo del país, en todos los ámbitos de lo posible: nada se ha salvado de la carcoma y la incompetencia. Que se profanen las tumbas de dos figuras fundamentales del siglo XX venezolano; que el régimen promueva una emboscada a un grupo de diputados opositores, y que en medio de ello una banda de mercenarios golpee con ventaja a Julio Borges; que ahora mismo se estén muriendo personas porque no hay los medicamentos básicos para los más elementales tratamientos; que los venezolanos seamos obligados a escuchar declaraciones oficiales en las que prevalecen la mentira, el cinismo y los insultos, todas son realidades específicas y emblemáticas de un estado de cosas, de un país destruido por un régimen corrupto, incompetente e inescrupuloso que debe ser denunciado sin cortapisas. Nuestra Venezuela se vistió de rojo, pero no del color del partido del dictador, cada vez son menos lo que quieren ponerse esa franela. El país está rojo porque lo han teñido de sangre la inseguridad y la impunidad de este gobierno cómplice.

 

 

 

En los últimos catorce o quince meses, me he dedicado a llevar conocimiento e información veraz sobre la situación venezolana por varios lugares del mundo. Desde el instante en que para mí fue evidente que la persecución gubernamental me impediría regresar a la actividad cotidiana, decidí que, en lo sucesivo, mi tarea sería la de contribuir a divulgar el sufrimiento de la familia venezolana, a desenmascarar al régimen en cada lugar donde tuviese oportunidad.

 

 

 

Y no ha sido en vano: a medida que los padecimientos cotidianos han empeorado; a medida que la inflación y el desabastecimiento han devastado la economía de todos, mayor ha sido el interés de personas, instituciones y gobiernos amigos de la libertad por saber y entender qué está pasando en Venezuela. En quince meses, no ha habido prácticamente ni un día en el que yo no haya participado en encuentros de distinto carácter, reuniones públicas o privadas, para intercambiar ideas sobre el presente y el futuro de Venezuela. Este activismo por Europa, Estados Unidos y América Latina ha generado reacciones: no solo desde el gobierno, sino también desde otros sectores, se han lanzado ataques en contra de El Nacional o de mi persona, distorsionando los hechos, haciendo afirmaciones sin fundamento. Lo último fue el cobarde ataque perpetrado por los colectivos financiados por el régimen contra la sede el viernes. Pero ello no cambia mi convicción: seguiré con mi tarea, porque amo a mi país,  porque sé que el final de la pesadilla está próximo. Sé que es imperativo seguir denunciando cada atropello, cada injusticia, cada desastre. El Nacional y nuestra web con sus valientes periodistas daremos la batalla hasta el final. Tengan presente que los gobiernos pasan y los medios quedan. El final de este régimen está cerca, repito. Más pronto que tarde los venezolanos nos daremos ese gran abrazo colectivo celebrando el rescate del país y la democracia.

 

 

Miguel Henrique Otero

 

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