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La antipolítica: ¡No es normal!

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La antipolítica: ¡No es normal!

 
Desde hace casi 25 siglos la Ética (carácter), fue definida por Aristóteles como la interacción hu­mana en busca de la Libertad, que tiene como fin la Felicidad, que se logra por medio de há­bitos virtuosos (prudencia y convivencia). Tam­bién definió la Política -acción- como la con­di­ción de «vida digna y feliz» para todos los ciuda­da­nos. Por argumento, en contrario, la antipo­l­í­t­i­ca sería aquel hábito no virtuoso, que desconoce y demoniza la acción política, indigna e infeliz­men­te. Resultado: la anomia, el caos.

 

 

 

Mucho se ha escrito acerca de la crisis de la po­lí­tica, del hombre público, de las ideologías y de las identidades y tradiciones partidarias. No bas­ta analizar el descontento ciudadano con la acti­vi­dad política, porque hoy la política no agota absolutamente la relación entre ciudadano y Estado. Desde la década de los 80 (Luis Herrera Cam­píns), comenzó en Venezuela un erosivo pro­­ce­so de satanización del bipartidismo, cuyo pun­to de desafección general fue la devaluación del bolívar (viernes negro 18F/1983). Luis Herrera (Dixit ¿dónde están los reales?), y su arenga “he recibido un país hipotecado”, en po­cos meses tenía un país en quiebra. 15 años des­pués (1998), entre barraganatos, chiriperos, golpes (4F-92), y autogolpes (expulsión presi­den­cial 1993), llega Chávez apoyado por intelec­tua­les, medios de comunicación, banqueros, curas y no­tables. La antipolítica en todos sus movi­mien­tos.  Resultado: El salto a una era que exhibe 30.000 muertes violentas por año (97% impu­nes), 10.000% de depreciación monetaria, más de 1.000% de inflación (desde 1998), todo en las narices de “instituciones populares, pa­triotas y re­vo­lucionarias” de inspiración cubana.

 

 

 

Chávez fue resultado de un descontento po­pu­lar, sí, pero bien sazonado por una  sinfonía an­ti­es­tablisment, como la que hoy le da caña en el mundo al frente populista antieuropeo o des­man­tela gobiernos enteros como el español, con Podemos al frente. Una visión maledicente que en Argentina habilitó la coronación de los Kirch­ner; en Uruguay a Mujica, en Brasil a la samba po­lítica de Lula; en Bolivia la insurgencia de los cocaleros de La Paz (Evo) o en Perú la entrada de los sin tierras de Arequipa (Humala) contra los conservadores de Lima. La antipolítica al de­cir de Smith, habilita el “antagonismo y el ago­nis­mo de las clases políticas”, colocando de enemigos a los actores políticos convencionales, y como héroes aquellos que viven del improperio y el incite. Así se “normaliza” ir de paltó zurcido a los parlamentos; de cola de caballo, de boina o de che. Pura pantomimas, remedo y circo. Y su­fri­mos «nuestra propia medicina».

 

 

 

Vamos a tope de lo anormal, escuchando que “opo­sición y gobierno conciben al pueblo como pen­dejos”. Ponen en un mismo nivel a tirios y tro­yanos, olvidando la gravedad de los actos del gobierno. ¿Cómo comparar detenciones arbitra­rias, incluso de parlamentarios, o la hambruna o el narco-Estado, con un traspiés político de la opo­sición? Ni el gobierno practica la política ni la opo­sición es esbirra. No falta quien afirma que “el gobierno está bien asesorado” -sic. Es tan subnormal como decirle a un cantante que desentona, léete las notas de «Lucky» Luciano, y ¡col­­­marás teatros! ¡Ni Luciano fue cantante ni quien canta tiene vocación de mafioso!… Anormal como decir que “la oposición es colaboracionista o traicionera”. Anormal al afirmar desde la mis­ma disidencia, que “la oposición y Maduro se pa­gan y se dan el vuelto, por lo que son caimanes del mimo caño”. Escritores/novelistas, actores, lo­cu­tores, líderes de opinión hablando de po­lí­ti­ca, ahora expertos en ciencias sociales; redes con­vertidas en eufonías anti-oposición. Todo un batallón al servicio de la causa contraria, que queriéndolo o no, favorece “el orden revolucio­na­rio” y legitima la fusta de la lucha de clases. Yo los invitaría a hacer política y fundar su pro­pio movimiento. No es censura. Es virtud (Ob cit Aris­tóteles).

 

 

 

Landi sentencia que lo político no puede estar vin­culado sólo con enunciados que hablan de política. El accionar político es una construcción social que tiene relación con el “sentido del or­den”. De tal manera que una visión estrecha, mez­quina, generalizada y cómoda, que sataniza sin distinción la clase política opositora, redu­cien­do nuestra borrachera institucional a la con­ju­ra, es inmolador. El tema es sensiblemente cultural y humano. No se trata sólo de recuperar el poder, sino nuestra dignidad, nuestra libertad y civilidad social. Quien desmanteló la dem­o­cra­cia en los últimos 18 años, no fue AD. Quienes aca­baron con la civilidad no fueron los militantes de VP. Quien ha hecho de la CBV un “libro verde” a la medida, no fue PJ, o quienes han co­m­e­tido los más descarados latrocinios en con­tra del erario público, no son todos los activistas de Ven­te, AP, ABP, CR o UNT. ¿Que hay líderes de la MUD censurables? Sí. ¿Que hay pactos sota­neros de politiqueros vagabundos y cha­pu­ce­ros? Sí. Pues denúnciense con nombre y ape­llido.

 

 

 

Venezuela necesita redelimitar sus antago­nis­mos y evitar convertirnos en agonía. Ese es nuestro deber ciudadano: una visión elevada de la política, exigiendo el “bien digno y deseable para ser felices”; no la cizaña y la imprudencia para ser miserables (Santo Tomás).

 

 

Irlando Viera Blanco

@ovierablanco

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