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Jugando con flores al borde del precipicio

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Jugando con flores al borde del precipicio

Todavía el PCV no sabe lo que significa la palabra “perestroika”, pero su dirigencia siente un escalofrío en el espinazo cuando la escucha. Los pocos que vivieron ese proceso de restructuración de la Unión Soviética abandonaron sus filas o este mundo hace ya muchos lustros.

 

La militancia de estos tiempos, que ha resucitado prácticas estalinistas y argumentos obsoletos con fines crematísticos, intuye el grave peligro que envuelve aventurarse a traspasar la línea de la solidaridad automática que ha mantenido desde hace 15 años con la camarilla gobernante.

 

Cuando se ha atrevido a disentir ha sido para pedir más severidad en las líneas de acción del gobierno o del chanchullo oficialista. Si Iván Simonovis, por ejemplo, en expresa violación del Estado de Derecho y el debido proceso, es condenado a 30 años de cárcel no por cometer un delito, sino porque se le considera cómplice de una ilegalidad que no se logró demostrar en el juicio, los camaradas se lamentan que la revolución bolivariana no implantara en el país los juicios sumarios y el paredón.

 

Si el gobierno anuncia que a los damnificados de los derrumbes ocasionados por las lluvias les entregarán un apartamento totalmente equipado, en Vea y en Tribuna Popular aducen que el país cuenta con suficientes recursos para que esas familias desafortunadas también reciban un vehículo de fabricación china y televisores plasma de 47 pulgadas.

 

Nunca han mostrado tener verdaderas contradicciones con las políticas en marcha, aunque ­–como el resto de los venezolanos– han sido testigos privilegiados del proceso de demolición del aparato productivo, tanto del público como del privado, y de las actuaciones gubernamentales a contravía del desarrollo y del progreso.

 

Desde los tiempos de Chávez su único reclamo ha sido que se constituya un gobierno colectivo, que los incorporaran a la toma de decisiones, que sería como replantearse el reparto de ministerios y demás dependencias públicas. No solo dejan claras sus apetencias burocráticas, sino su profundo desconocimiento del tipo de gobierno que inspiró el fascio-argentino Ceresole a los insurgentes del 4-F, y de las viejas raíces que el caudillismo tiene en el suelo patrio.

 

Tan ortodoxos que se presentan en cuanto a la lucha por los derechos de los trabajadores y de los estudiantes, no dijeron esta boca es mía ante los abusos cometidos por la Guardia Nacional Bolivariana contra los jóvenes ni se han manifestado contra la putrefacción en que se encuentran tanto las empresas públicas de siempre como las privadas que pasaron a manos del Estado con el irresponsable “exprópiese” que les sonaba a música celestial.

 

El PCV ha sido un partido acomodaticio, tanto o más que las demás organizaciones políticas que integran el llamado Polo Patriótico, incluido el que fundó el difunto Luis Tascón cuando rompió con las prácticas hegemónicas y financieras de los hermanitos Cabello.

 

Todos obvian en la práctica los preceptos doctrinarios marxistas que fingen promover y aseguran les son propios. Todo es escenografía y fingimiento. Ninguno maneja la economía ni posee conocimientos básicos para entenderla, de ahí que nunca contradijeran las barbaridades que puso en práctica Jorge Giordani.

 

Igual ocurre en el seno PSUV, los “intelectuales” se dedican más a la semiótica y a los presuntos mensajes subliminales que a tratar de resolver los problemas inherentes a la producción y a la administración de los recursos. Todos se quedan en el vulgar “¿cuánto hay pa’ eso?”.

 

La ausencia de un verdadero economista en el alto gobierno no justifica el tremendo desastre consumado, pero sí sirve para entender la poca intención que hubo en la camarilla gobernante de construir de verdad el país que pregonaban querer para todos, y que su verdadera intención era repartirse los millarditos. De ahí vienen los yates, los viajes alrededor de mundo, las compras estrambóticas de ropa y relojes de marca, las camionetotas blindadas, las quintas con todos los lujos, las haciendas con caballos de paso, y las casas de veraneo en la playa y la montaña. Los venezolanos han sido víctimas de una gran estafa en el nombre del socialismo. Vendo un par de anteojos.

 

Ramón Hernández

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