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Iosif Stalin y el revocatorio en el gulag

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Iosif Stalin y el revocatorio en el gulag

 
Me quedan algunos amigos que todavía enarbolan la bandera de la España republicana y otros pocos que mantienen vivo su orgullo de haber sido militantes del PCV, el partido del gallo rojo, y aún se estremecen de desencanto al ver el símbolo bolchevique de la hoz y el martillo. “Fue el sueño de un mundo mejor”. Unos y otros fueron víctimas del engaño y de la traición de Stalin. Todavía Moscú no ha devuelto las 3.000 toneladas de plata y las 700 toneladas de oro que Largo Caballero y Juan Negrín entregaron a los rusos en 1936. No recibieron los fusiles que prometieron, solo unas escopetas viejas y municiones mojadas, pero tuvieron que entregar la dirección de la guerra contra Francisco Franco a los “generales” que mandó la KGB, con instrucciones precisas de eliminar a los anarquistas y trotskistas.

 

 

 

Luego de la derrota política y militar que la democracia les infligió a quienes se entregaron a los oscuros designios de Fidel Castro y el Barbarroja Piñero, del Departamento América, para hacer la revolución proletaria en el mundo con el petróleo venezolano, hubo un tiempo en que pretendieron vivir de las viejas hazañas en la lucha contra la dictadura del general Juan Vicente Gómez, cuando, al decir de Paco Vera, había que tener mucho real para meterse a comunista.

 

 

 

Gustavo Machado y aquellos hijos de familias acomodadas que se rebelaron contra los suyos convencidos de que su misión era construir un mundo más justo, aunque fuese sobre ríos de sangre, creían que lo único que requerían era valentía y audacia En la narración que sus participantes hacían de la toma de Curazao enaltecían el arrojo de los muchachos que únicamente provistos con unos cuantos revólveres y machete en mano doblegaron un cuartel bien apertrechado. Por mucho tiempo se mantuvo en la historia oficial de la izquierda como un acto heroico, digno de ser emulado, aunque ya se conocían algunas de las atrocidades de Stalin, ese “héroe” al que le cantó Pablo Neruda. Víctor Valera Mora, el nuestro, saliendo de alguna borrachera y como un acto de desobediencia, calificó de estalinistas unos cuantos poemas suyos. Le falló la ética.

 

 

 

Iósif Vissariónovich Dzhugashvili no es el peor criminal de la historia, Mao Tse-tung asesinó tres centenares de millones más, pero nunca tuvo la obsesión de Stalin ni su meticulosidad. El hombre de acero elaboraba personalmente las listas de quienes deberían morir en la horca, de hambre, fusilados, torturados, violados o simplemente desaparecer. Con la precisión de un arquitecto determinaba cómo y dónde construir las fosas comunes para los enemigos del Estado soviético, los apátridas, los enemigos de la revolución, la derecha. Nadie hizo peor daño a la humanidad desde un puesto tan secundario, al que no llegó por votación universal secreta y directa, y que no era susceptible de ser revocado. Vendo juez con sentencias para todo uso, como la harina.

 

 

 

 

Ramón Hernández

 

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