Intención pecaminosa

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Intención pecaminosa

 

 

La pregunta a la cual hay que responder es ¿cuáles son las obras y programas de beneficio social que el Gobierno de Chávez y Maduro diseñaron, pusieron en marcha y mantienen en servicio a los ciudadanos con el incontable montón de millones de dólares que hoy no tienen ni saben cómo cancelar?

 

 

 

Un pueblo digno responde con honestidad a lo que adeuda por un crédito bien usado, ¿pero acaso debe reconocer lo prestado que fue destinado a cuentas ocultas, viviendas de lujo, caballerizas costosísimas y pomposas hasta la ridiculez, fiestas de cumpleaños y bodas de familias que se benefician de la corrupción? La respuesta es obvia: ¡no!

 

 

 

Un ciudadano decoroso, ¿debe pagar las ganancias sucias y derroches excesivos de ladrones, bandidos, enchufados, bolichicos y testaferros? Hay que hacerse la interrogante, dar réplicas y dejarlas bien claras a los señores del partido de Gobierno y de cierta oposición -que afirman ser miembros de algo que ya no existe, la MUD-, porque es el tema sobre el cual van a discutir. Aunque no lo digan y obscenamente lo oculten, está entre las prioridades a pactar en Santo Domingo. Lo peor, es que posiblemente lleguen a acuerdos convenientes, pero no para la inmensa mayoría que no han recibido de la deuda y su revolucionario crecimiento nada, aparte de hambre, desabastecimiento, frustración e ira.

 

 

 

No es un secreto que parte importante de dinero -ingresos petroleros, y endeudamiento externo e interno decidido por los mismos que dilapidaron, o autorizaron el desfalco descarado-, no ha sido destinado para beneficiar al país, excepto bolsillos y suntuosidades de conectados, amigos, financistas del régimen y hasta de algunos opositores.

 

 

 

Toda acción política se mide por resultados y no intenciones; el dialogo también. Las consecuencias de hacerlo sin conocimiento ni preparación han sido devastadoras por la profunda decepción colectiva. Sin embrago, quienes lo aúpan con terquedad enfermiza, sin elaboración ni condiciones previas, acuden como corderos hacia el matadero.

 

 

 

El diálogo analfabeto fue trascendente para desestimular al país, y su derivación –lamentable pero ilustrativa, al menos hoy, sabemos quién es quién y a qué atenernos-, fue que sectores de oposición quedaron al descubierto, fragmentados y deslegitimados. Si a eso se le añaden explicaciones y aclaratorias contradictorias con resultados vergonzosos, los negociadores y promotores son percibidos por los ciudadanos como, pusilánimes e incoherentes. Asociado, a la comunidad internacional que los apoyaba confirmó la sospecha de su descomposición e incapacidad manifiesta.

 

 

 

¿Cometerán el mismo error? Pareciera que lo harán; quienes ahora van a ponerse de acuerdo para refinanciar la deuda, es decir, correr la carísima y extenuante arruga crediticia, aseguran que será como representantes del pueblo, enorme mentira porque, acumulando falsedades y ruinas, tal vez algunos promotores y sus cercanos hayan ganado posición y privilegios, pero han perdido toda representación, la cual pretenden apropiarse indebidamente.

 

 

 

El PSUV y el grupo que sigue llamándose MUD, basándose en fantasmas, Hugo Chávez (qepd) y la Unidad (rip), son dos minorías sólo dedicadas a la conservación del poder, lo que unos llaman mando y los otros “espacios”. La verdadera mayoría no cree en ninguno, está harta de engaños, manipulaciones y embustes.

 

 

 

Lo que sí deberían analizar -una manera de llamar al “tú me das y yo te doy a cambio”- es si su gran irresponsabilidad final es buscar los unos, y aprobar los otros, renegociar la monumental deuda sin discriminar lo que ingresó a las arcas del Gobierno -aunque derrochada- y lo que se convirtió en sobreprecios, comisiones excesivas, cuentas bancarias, aviones, yates, bienes de lujo y darse la gran vida a cuenta del hambre, sufrimiento y necesidad nacional.

 

 

 

Refinanciar una deuda que fue para gustos de ladrones, cleptómanos y cuatreros es complicidad inmoral, es deshonesto. Traicionar a millones que no tienen mínimos para comer, saciar el hambre ni sostener sus familias que mueren por falta de medicina. Es abofetear burlonamente a la moral y la mínima decencia.

 

 

 

Reestructurar pasivos hipotecando a la actual y próximas generaciones, esclavizándolas a pagos de alto peso y nuevos refinanciamientos cada uno más caro que el anterior, sin investigar al detalle el robo y otras ganancias ilegales, indebidas e ilícitas, precisando a los corruptos y demandándolos hasta recuperar lo sustraído -disminuiría en mucho, lo que los demás tendremos que pagar-, es inadmisible, injusto y desfachatado.

Hay que desconocer la deuda sin tembladeras, ambigüedades y tartamudeos. Condicionar su reconocimiento solo una vez que bandidos, malandros y rateros del tesoro público estén presos, se hayan confiscados sus bienes, congeladas sus cuentas bancarias y devueltos a la República; solo entonces, considerar cualquier negociación. ¡Antes nunca!

 

 

 

Es público y notorio, el sistema financiero los conoce, organismos de seguridad internacionales saben quiénes son, están al tanto de suplantadores y conexiones, la oposición también los vislumbra, aunque se hagan los locos al igual que el régimen, no tienen excusas. Además, es tal la ofensa a la justicia que pavonean impunes su riqueza mal habida, -quebrando bancos, sobrefacturando suministros médicos y comestibles que nunca llegaron, o estaban vencidos-, tienen el tupe de exhibirlas sin escrúpulos en revistas internacionales de sociedad, insultando y burlándose de la pobreza. Venezuela se muere de hambre, falta de medicinas y estos malhechores delincuentes sinvergüenzas disfrutan sin mesura, recato y pudor. No tienen paz con la miseria.

 

 

 

MUD/PSUV, no tienen derecho para hipotecar a Venezuela. Los ciudadanos no aceptan que los dineros hurtados sean refinanciados. ¡Es impúdico!

 

 

 

Ciudadano venezolano de principios éticos, morales y de buenas costumbres no aceptemos, desconozcamos cualquier negoción pretendida o aprobada que implica el gravamen de nuevas generaciones es nuestro deber y obligación. Se lo debemos a nuestros hijos y nietos.

 

 

@ArmandoMartini

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