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Impotencia petrolera

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Impotencia petrolera

 

Antes de que la nacionalización del petróleo fuese una opción, en los Altos de Pipe, en el IVIC, se investigaba sobre un objetivo que podría ser la alternativa para el rentismo petrolero y la incorporación de los venezolanos en un negocio que les estaba vedado: blanquear el barril de petróleo. Una tarea que se tomaban en serio. Más que petróleo crudo había que dedicarse a producir derivados y no carburantes, precisamente.

 

 

Ahora, después de la tormenta, mejor, de la gran borrachera de los últimos 18 años, mi amigo, el de la moto de alta cilindrada y lector de Benito Pérez Galdós, insiste en que los venezolanos nos salvaremos si aprendemos a hacer merengadas, hamburguesas y papas fritas con petróleo, sobre todo con los ultrapesados de la faja del Orinoco.

 

 

Tendría que ser cuanto antes. Ya campea la desnutrición y se está agotando la basura donde escarbar en busca de proteínas y carbohidratos fermentados. Pero los desechos también se agotan, cada día son más los restaurantes que cierran, menos los animales callejeros y ya casi no quedan familias que generen desechos orgánicos: no desperdician ni las conchas de las papas, las meten al horno les rocían sal y comen chips.

 

 

La entrega del país, de sus riquezas y su soberanía, ha sido total. El gran rubí de la corona es el Arco Minero, una gran bicicleta para pagarles a chinos, rusos, cubanos, iraníes y norcoreanos unas supuestas inversiones que nunca hicieron y unas compras de armas y tecnología que nunca llegaron a puerto o que se desvanecieron con la misma prontitud con la que se caen los helicópteros que manda Moscú o los aviones de combate chinos.

 

 

Petróleos de Venezuela es un cascarón tan vacío como abollado. Después de la gestión de Alí Rodríguez Araque y las asesorías de Bernard Mommer y Jorge Giordani su producción de deudas sobrepasó con creces sus inventarios de hidrocarburos, y ha tenido al BCV como su fuente principal de dinero inorgánico, que hoy es la única actividad “productiva” que mantiene el gobierno, aunque de manera virtual: tarjetas de plástico y bitcoins.

 

 

Quizás la mejor manera de entender el fracaso de la política petrolera sea conociendo cómo opera una estación de gasolina que no haya sido condenada a la sequía permanente, como las que funcionaron en Altamira y Los Palos Grandes. El concesionario recibe mensualmente una cantidad de gasolina y de gasoil que vende a precios irrisorios, tan irrisorios que los clientes dejan al bombero más de lo que pagan por el combustible, casi 1.000 por 100. La proporción es mayor cuando se trata de gasoil. Los gandoleros son mucho más generosos que los mototaxistas. El concesionario recibe unos céntimos de bolívar por cada litro en el caso del gasoil y de la gasolina de 91 octanos, y un par de bolívares en la de 95. Una gandola carga 38.000 litros, saque la cuenta, menos que 1 kilo de yuca. Con esas “ganancias a futuro” se debe pagar el salario de los bomberos, los impuestos nacionales y municipales, el aseo urbano que es una puñalada trapera, la electricidad, el alquiler y demás gastos operativos. Con el agravante de que deben pagar la gasolina casi de contado y al mismo precio que la expenden al público. El margen de ganancia, que por supuesto no es tal, sino una especie de subsidio por mantener el servicio, lo pagan con hasta 6 meses de retraso y es tan bajo, tan anémico, que no alcanza para pagar los sueldos que, además, por la inflación y por política gubernamental, suben conjuntamente con el bono de alimentación.

 

 

Mientras una botellita de agua mal filtrada en las plantas de Fuerte Tiuna la venden en 35.000 bolívares, casi tanto como un dólar Dicom, un litro de gasolina de 95 sigue costando 6 bolívares. Regalarla le saldría más barato al Estado, pero entonces los “funcionarios” y los autores de las órdenes superiores perderían el negocio que tienen con el efectivo, que por arte de birlibirloque se transforma en dólares baratos. Hasta ahí. No pregunte.

 

 

Cuba recibe 100.000 barriles en promedio y China 600.000 a mitad de precio, pero esos negocios no se cuestionan, son geoestratégicos e interplanetarios. Vendo manual de soberanía y maquinita que hace billetes de monopolio

 

 

Ramón Hernández

@ramonhernandezg

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