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¡Hola, hasta luego, adiós!

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¡Hola, hasta luego, adiós!

 

No se trata de si el 15 de octubre se ejecutó, nuevamente, un gran fraude electoral, como algunos aseguran, pero que no tienen las actas para demostrarlo. Entendiendo que, de la imponente estafa estábamos al corriente y a ojos vistas se produjo.

 

 

 

En realidad, fue el último día de la Mesa de la Unidad Democrática. Ya hicieron lo que podían, tuvieron años de oportunidades con avances, tropezones y retrocesos, alardes incumplidos, momentos ciudadanos estelares y frenazos incomprensibles. Lo que ahora reconozcan o no, la verdad, poco importa. Glorificaron a cuanto zángano, verdugo y violador de los derechos humanos salta talanquera, justificando su presencia y postulándolos como sus representantes violando leyes y abusando de los principios éticos y buenas costumbres ciudadanas, con la excusa inmoral de conquistar y resquebrajar al adversario. Por fortuna, algunos fueron derrotados, lo que produce cierto alivio. Que unas mesas electorales no tuvieran testigos, tampoco importa siempre ha sucedido, nunca han cumplido con la totalidad y esa debilidad la aprovechan los inescrupulosos.

 

 

 

 

Finalmente, entre las afirmaciones dejadas de lado, la MUD demuestra, claramente, que hay sólo cuatro partidos que monopolizan, y poco o ningún caso hacen a los demás integrantes, sus principales dirigentes han llegado al punto de no retorno y, por lo visto, el único nuevo camino posible es que cambien los líderes a ser escuchados. Estamos inmersos en una pasmosa parálisis, con una realidad, quienes pueden irse lo hacen y los que no, se sienten atrapados, prisioneros, tienen el país por cárcel.

 

 

 

Es imperativo, urgente un nuevo liderazgo político, con ética y valores, para salir de esta ignominia. María Corina Machado, Antonio Ledezma, entre otros pueden encarnarlo, mantienen una imagen honorable, digna, creíble, confiable y coherente. De Leopoldo López hace tiempo poco o nada se sabe y seguramente otros dirigentes que han sido mantenidos en segundos planos, podrían liderar una oposición mejor definida. Basta de la política barata, palurda, de engaños y mentiras por beneficios partidistas e individuales, desbordada de egos enfermizos, mientras el país sucumbe de hambre y mengua. Venezuela como nunca, padece de tristeza, desesperanza y está insensibilizada entre los simplistas que culpan a los abstencionistas sin preguntarse ¿por qué? del triunfo del régimen y la otra oposición que reclama su legítimo derecho a no participar demandando con intransigencia el cumplimiento del plebiscito 16J. Ambos sectores se sintieron traicionados, vendidos y chantajeados.

 

 

 

Ya no importa si los electores opositores se abstuvieron mucho más que los pro-maduristas, o si hubo pactos, o si el chavismo ha recobrado fuerza, o si se produjo una estafa electoral. Quizás el oficialismo aprovechó para quitarse de encima algunos gobernadores que mucho han querido lucirse, pero poco han aportado. Los nuevos gobernadores, y la probabilidad de que la dictadura llegue tranquilo a las elecciones presidenciales de 2018 -sería al menos simpático saber quiénes serán los candidatos, nombres que no parecen estar seguros a estas alturas-, no cambia la realidad fundamental. Los tiempos de hambre no son iguales a los tiempos políticos.

 

 

 

Que la economía de Venezuela no sólo va de mal en peor, sino que seguirá en ese desastroso camino cuyos baches ya acabaron con el pavimento -que venía agrietado- y nada hacer esperando la menor reparación, al contrario. Hasta los más religiosos saben que en economía no hay milagros, y cuando se habla de alguno, se ignora que los cambios para mejor, como para peor, siempre son resultado de voluntades políticas, unas veces torpes, otras inteligentes.

 

 

 

Sería de desear, solo, que los dirigentes opositores -los que deberían irse y los que habrían de relevarlos- aprendieran de una vez por todas, la importancia de los principios éticos morales, la frontalidad sin mentiras, engaños, ni tapujos; sin conversaciones escondidas y tratos encubiertos, para que los ciudadanos sepan a qué atenerse. Practicar las virtudes ciudadanas, la congruencia, permanencia, constancia y transparencia frente a sus militantes, simpatizantes y ciudadanía en general. Venezuela lleva casi 20 años en un ambiente falso de promesas, alardes y consignas que obedecen a una ideología de conveniencia que comenzó con Chávez.

 

 

 

El militar manejaba con astucia y una muy venezolana simpatía a un pueblo ávido tanto de cambios como de que alguien resolviera sus problemas. Mientras el petróleo produjo altos ingresos, Chávez pudo jugar al liderazgo, cambiando lo que le parecía más popular o lo que proyectara su imagen, lo que más llamase la atención. Sin embargo, su salud y los precios del petróleo, se vinieron abajo demostrando, entre otras fallas del Comandante, sus ejecutores civiles y militares, una increíble falta de previsión.

 

 

 

Su heredero se encontró sus problemas y la decadencia se aceleró. Maduro no trató de hacer gobierno propio, se dejó acomplejar por la imagen del fallecido, ni siquiera intento plantear la suya, vio pajaritos, confundió gobernar con hablar, y empeoró las cosas.

 

 

 

De manera que es tonto pensar que ahora el país mejorará algo, lo que mal empieza mal acaba, advierte el refrán, lo que empeora empeorará, agregaríamos. Porque la política puede condicionar a la economía para bien, como en Perú y en Colombia, para sólo citar dos casos, o para mal en ruta a lo diariamente peor, como en esta Venezuela que, según el CNE, votó con criterio suicida este domingo.

 

 

 

De alguna manera el madurismo ha logrado desembarazarse de un par de gobernadores cuatro febreristas y quedarse con las tradicionales, como Falcón, Lara, Trujillo o Monagas, y mantener otras que, como Aragua, Carabobo y Bolívar necesita -militares, petróleo, industrias básicas y densas poblaciones de trabajadores.

 

 

 

 

La oposición debería aprovechar para reflexionar, auto confesarse, examinarse, depurarse y reorganizarse, mientras el Gobierno sigue, posiblemente más confiado, en su ruta de desastre. Con su altanera y bien conocida pedantería, el estilo oficialista extiende la arruga hasta el día que la cúpula castro-madurista y el CNE quieran. Confiemos que la nueva dirección política opositora conforme una estrategia despejada y coherente, con la verdad por delante sin engaños ni dobleces, que escuche e incluya a todos aquellos cuyo único interés sea la recuperación de la Republica, su institucionalidad, libertad y democracia.

 

 

Venezuela merece mejor y tendrá mejor, no lo duden ni por un minuto.

 

 

 

Armando Martini Pietri
@ArmandoMartini

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