Héroes
agosto 6, 2015 5:24 am

El otro día, en el cafetín de una clínica caraqueña, se me acercó un señor a quien di clases en un diplomado de Historia Contemporánea de Venezuela. Es maestro rural y forma parte de una iniciativa denominada Aulas que Hablan, cuya consigna es “Para enseñar a volar” y me dejó un cuaderno de los que producen para niños estudiantes de tercer grado. Me habló con emoción y modestia conmovedora de lo que junto a otros se proponen y están haciendo.

 
El otro día, en el cafetín de una clínica caraqueña, se me acercó un señor a quien di clases en un diplomado de Historia Contemporánea de Venezuela. Es maestro rural y forma parte de una iniciativa denominada Aulas que Hablan, cuya consigna es “Para enseñar a volar” y me dejó un cuaderno de los que producen para niños estudiantes de tercer grado. Me habló con emoción y modestia conmovedora de lo que junto a otros se proponen y están haciendo.

 

 

En Venezuela hay mucha gente así. En un ecosistema aplastante, donde el poder pone su mayor empeño en adocenarnos, en todas partes uno consigue venezolanos y venezolanas haciendo, con buenas ideas e inmensos esfuerzos. Intentándolo. No solamente probando la suerte a ver qué sale, sino pensando, creando, atreviéndose a tomar iniciativas de esas que constituyen la trama del tejido social. Porque de eso se trata la sociedad humana. Eso son los países.

 

 

Encuentro por todas partes compatriotas, lo mismo que gente llegada de otras tierras, fajados en los emprendimientos más variados en la ciudad y el campo, y en iniciativas sociales de diverso orden. Y, también puedo decirlo con orgullo de quien ha visitado cincuenta municipios en los últimos meses, en el servicio público; donde además hay que lidiar con el sectarismo, la incomprensión y la arbitrariedad de quienes no entienden que gobernar es un servicio y no una licencia para atropellar.

 

 

Hoy es heroico subir la santamaría de un negocio cada mañana. Sea industrial, artesanal, comercial o de servicios. Faltan insumos y materias primas, repuestos para la maquinaria que se avería, escasean materiales de oficina y también clientes, por la situación. Da pena cobrarles lo que los costos crecientes e inestables imponen. Además, hay que enfrentarse a la selva enmarañada de regulaciones legales y la desordenada legión de fiscales que, más para aprovecharse de ellas que para hacerlas cumplir, visita los establecimientos a ver que encuentra y que puede sacar.

 

 

Hoy es heroico trabajar. Del heroísmo callado de la conciencia. Cumplir con el deber de trabajar aunque todo te anima a no hacerlo. Inamobilidad sostenida por años que favorece la flojera, aumentos del salario mínimo por decreto, independencia entre remuneración y mérito, mínimos estímulos a la superación.

 

 

Esos héroes del esfuerzo, dispuestos a asumir el riesgo de hacer, merecen apoyo. En lugar de ponérselas difícil, el gobierno debería reconocerlos, promoverlos, premiarlos.

 

 

Ramón Guillermo Aveledo

@AveledoUnidad