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Gobernar es tomar decisiones

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Gobernar es tomar decisiones

 

Lo que todos esperábamos era que se nos dijera cómo iban a reducir el gasto público, cómo…

 

Al menos dos mensajes me quedaron claros durante la cadena del pasado miércoles: que las medidas económicas que han venido anunciado -y que entiendo proponía y defendía Ramírez- por ahora no van a ser instrumentadas y que no existe intención alguna de reducir -de verdad- la dimensión del aparataje gubernamental.

 

¿Cuáles eran las medidas de inmediato impacto? La unificación cambiaria y el aumento de los combustibles de consumo interno. No se atrevió Maduro a tomarlas y, aun cuando dijo que sus decisiones no responden a lo que señalen las encuestas, lo cierto es que su dicho no se corresponde con sus omisiones.

 

También anunció que continuará con la práctica de controles de todo tipo. Consecuencias lamentables en este aspecto serán que seguiremos en el espiral inflacionario, desabastecimiento por la falta de producción nacional de todo lo que nos comemos o requerimos para subsistir, desangramiento de las finanzas públicas importándolo todo y ausencia de la inversión que permita reactivar las industrias y fábricas del país para generar riqueza, empleo y estabilidad.

 

La pesada carga económica

 

En esta columna hemos escrito varias veces la imperiosa necesidad de reducir el aparato burocrático del Estado, en especial del gobierno central, para disminuir la pesada carga económica que está haciendo inviable su sostenimiento en el tiempo. Tímidamente fundió algunos ministerios (de 33 pasó a 28), pero en paralelo creó más vicepresidencias y, lo más grave, anunció la profundización del para-estado comunal (inconstitucional), que demandará para su puesta en práctica importantes recursos públicos que serán, seguramente, restados de lo que le corresponde a la administración descentralizada (constitucional). La burocracia del gobierno nacional y la creación del paralelismo comunal deglutirán los recursos que se requieren para la reactivación de los sectores productivos del país que, a su vez, de ser reactivados, disminuirían la presión que demanda cada día más divisas para importar todo aquello que no producimos, que es casi todo lo que necesitamos y consumimos.

 

Los atavismos comunistas -superados incluso hasta por China, que participa en el mercado mundial de manera agresiva con un capitalismo de estado muy competitivo- parecen privar en las decisiones que se toman en Miraflores para controlar el reparto de la escasez y la pobreza, en lugar de controlar el reparto de la abundancia y la riqueza que se podrían generar en el corto plazo si se hicieran las cosas que se tienen que hacer.

 

Cuando lo escuché decir que estamos en vías de convertirnos en «La Venezuela Potencia», no pude dejar de colocar en mi cuenta twitter que «La Venezuela Potencia tiene la inflación más alta del mundo. ¡Estamos a punto de lograrlo Nicolás!». Nada de lo anunciado parará el crecimiento de esta ya insoportable situación inflacionaria que padecemos todos los venezolanos. Lo que sí parece se potenciarán, y a mayor escala, serán la pobreza y la escasez, con la inacción del gobierno.

 

Cómo iban a…

 

Lo importante no era el cambio, sustitución o enroque de nombres. Esa debió haber sido la noticia secundaria. Lo que todos esperábamos era que se nos dijera -después de haber generado tantas expectativas durante semanas- cómo iban a reducir el gasto público, cómo se iban a generar condiciones para reactivar nuestras fábricas y comenzar a producir en Venezuela, cómo se pensaba controlar la inflación para que cada venezolano no se sienta cada día más pobre.

 

Se nos anunció todo lo contrario: el gasto público seguirá creciendo pues no reducirán seriamente el aparato del Estado; por el contrario lo aumentarán con el estado comunal paralelo. Todo lo demás quedará igual.

 

Sin duda que el gobierno está preso, tanto de sus tendencias internas -y juega a equilibrarlas ante la incapacidad de imponerse sobre ellas- como de las encuestas que Maduro dice no ver, pero que se nota a distancia que los números lo perturban y mucho.

 

Un gobernante debe tomar decisiones. Unas serán buenas -y todo el pueblo espera que la mayoría lo sean- y otras serán malas. Las malas se evalúan y se corrigen. A nadie lo eligen para no tomar decisiones y mucho menos para continuar profundizando los errores. No es con discursos de interpretaciones históricas que bajará la inflación o reaparecerán los productos en los anaqueles. No es con enroques que se reactivan las fábricas. No es con peroratas en cadena nacional que se generará confianza, se estabilizará nuestra moneda o se corregirán las cosas.

 

Gobernar implica riesgos, pues cada decisión es un riesgo. Hay decisiones impopulares pero necesarias, y hay decisiones populares. Quien gobierna debe saber que su obligación es tomar ambos tipos de decisiones.

 

gblyde@gmail.com

 @GerardoBlyde

 

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