Fórmula infalible para fracasar
agosto 11, 2018 8:31 am

 

Hay quien piense, y sostenga, que cuando Hugo Chávez las cosas iban mejor en Venezuela. De hecho, se alardea en algunos sectores -viudos del fallecido comandante, otros pobres y soñadores, como se suele ser cuando el único capital que se tiene es la esperanza- de que con el galáctico eterno al frente estaríamos viviendo mejor.

 

 

En realidad estaríamos peor, porque Chávez fue el inventor de las bases de la revolución venezolana, que fueron derroche y prometer sin pensar ni parar; cuando Venezuela recibía más ingresos que nunca por los altos precios petroleros, Chávez endeudó al país alegre e irresponsable, de supina ignorancia económica y política, puso al mismo petróleo como garantía a los chinos, que no actuaban con generosidad solidaria sino con criterio de previsión a sus intereses.

 

 

Esos recursos no fueron al pueblo que amaba ciego a Chávez y tanto esperaba de él.

 

 

 

Conste que decimos “infalible” y no “fácil”. Porque arruinar un país no es tan sencillo como parece, y mucho menos cuando, además, es de los más importantes y avanzados productores de petróleo del mundo. Los árabes, que pocas décadas atrás andaban en sandalias y montados en camellos cruzando desiertos entre oasis y oasis, hoy diseñan y construyen ciudades nacidas para ser capitales mundiales, mantienen sus tradiciones sociales y religiosas mientras reajustan sus naciones a ser como mínimo líderes regionales, alimentan a sus poblaciones -aunque reyes y príncipes se hagan inmensamente ricos y dejan los dromedarios como elementos para fotografías de turistas.

 

 

 

La diferencia es que en Venezuela los imbéciles y estúpidos que se creen majestades y altezas no tienen tradiciones ni formación y se hacen infinitamente ricos, pero sus poblaciones se mueren de hambre; es decir, la cúpula que manda como si el estado fuera de su propiedad mejora en lo financiero -lo cultural es otra cosa-, mientras la ciudadanía empeora cada día en lo económico, la salud, educación, seguridad, dignidad y oportunidades.

 

 

 

Por allí anda la fórmula que, como advertimos, no es compleja de mezclar pero complicada de aplicar; hay que reconocerle a chavistas y maduristas, cada grupo en su momento, han sido, al menos en eso ya que en más nada, exitosos. Un país afable, bueno y en desarrollo, donde pocos tengan mucho, unos cuantos hayan creado con empeño empresas de varios tamaños y especialidad, y dígale a la mayoría que no tienen nada ni coraje para levantar compañías, que esos ricos y emprendedores son los culpables de todos los males de los pobres y desposeídos, que les han robado su dinero y petróleo -en el caso venezolano- y por eso están en la miseria.

 

 

 

Y asegúreles, entonces, que usted les resolverá todo, les dará viviendas, automóviles y trabajos en los cuales perciben lo mismo que ganan los que son expertos porque son ellos, los necesitados, el pueblo, los verdaderos dueños de todo y por eso víctimas del bandidaje de una minoría apoyada en la maldad de quienes inventaron y sostienen el capitalismo salvaje -suma y conspiración de todos los males- con armas en las manos, poderosos aviones en los aires y enormes buques llenos de mercenarios invasores en los mares, es decir, los yanquis rectores del imperialismo.

 

 

 

Usted se encargará de castigar a los malos, regalar bienestar y riqueza a los buenos, que son el pueblo.

 

 

 

Allí está la fórmula y muchos pendejos ignorantes la creerán, como creyeron los obreros y campesinos rusos a Lenin y bolcheviques, los alemanes al asesino de Hitler y sus nazis, italianos a la ópera bufa del tirano Mussolini y sus fascistas, cubanos de la mitad del siglo XX al sinvergüenza de Fidel Castro y los venezolanos de fines del mismo siglo, que no leen información ni libros y siempre creen ser los más vivos, cayeron en la misma trampa.

 

 

 

Porque viene la ejecución de la fórmula, los nazis mataron judíos, gitanos, intelectuales y a todo el que no pensara igual que el energúmeno déspota austríaco atiborrado de complejos, los italianos al enloquecido Duce, nosotros a aquellos militares de tercer nivel -y casi todos de oscuras trayectorias y bajas calificaciones- que prometieron revolución y nos la han dado, han revolucionado y destrozado la economía, comida, medicamentos, salud, educación, producción agropecuaria e industrial, petróleo y moneda.

 

 

 

En apenas 20 años han llevado a la Venezuela sometida al imperialismo entre buenas comidas tres veces al día, auto mercados repletos de productos tan de lujo como leche en polvo y variedades diferentes de aceites comestibles y una moneda nacional que, aunque progresivamente golpeada mantenía fuerza, a ser la actual Venezuela Potencia Socialista que busca su comida en las bolsas de basura, no consigue ni siquiera los billetes que valen menos que el papel y la tinta usados para imprimirlos pero nos evitan pedagógicamente caer en esas enfermedades de los ricos que son el consumismo, derroche, y por el contrario nos han enseñado el valor de la solidaridad con la Cuba castro arruinada y cualquier gobierno que le cante un par de alabanzas.

 

 

 

Hay que reconocer que en esto existen fallas, pero nadie es perfecto. Por ejemplo, los excesos de rigor con quienes pretenden seguir engañando a los venezolanos (los que todavía no se han ido) con los embustes prejuiciados del imperialismo, y la creciente incapacidad para defender a los próceres revolucionarios de la rapacidad imperial que clava sus uñas en sus modestos ahorros en bancos estadounidenses y europeos.

 

 

 

Cuando un país se enferma gravemente tendrá más depredadores y carroñeros que amigos. Venezuela está muy cerca del abismo, no es ficción es realidad.

 

 

 

@ArmandoMartini