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Formas de Lucha

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Formas de Lucha

Hay que tener valor para hacer lo que hizo la Mesa de la Unidad. Sus dirigentes han sido escarnecidos en las redes sociales y criticados con acritud, no solo por los que siempre les han tenido ganas y cuando ven un chance se atreven, o por quienes sueñan con sustituirlos sin proponernos, como si criticar sus decisiones fuera una política, sino también por muchos venezolanos, la mayoría de los cuales ha confiado en la Unidad y la ha seguido, pero hoy se sienten descontentos, confundidos o frustrados.

 

 

 

El motivo de esa explicable reacción es la desconfianza hacia un gobierno mezquino en muestras de respeto. Respeto hacia las personas en general, sobre todo hacia quienes discrepan, así como a las normas democráticas, y al cual no se le ve otra intención que aferrarse al poder al precio que sea. Esa duda sincera hacia la decisión de dialogar se apoya en la creencia de que lo que quiere el gobierno es ganar tiempo, que para Venezuela significa perderlo.

 

 
La duda es razonable porque la desconfianza es merecida, pero no es el único elemento a considerar. No he visto que la MUD abjure de alguna de sus posiciones, sí que ha hecho movimientos tácticos y, cuando no los comprendo, trato de tener presente que hay datos que no poseo, y que no puedo exigir que los destapen porque sería sumar al gobierno otra ventaja a las muchas que tiene. Conste que escribo como ciudadano solidario con la política unitaria, sin ningún papel de dirigencia en la Unidad, que es nuestra principal fortaleza, nuestro mayor haber. Como tal hay que cuidarla.

 

 

 

La lucha política tiene formas diversas. Incluso la lucha pacífica. Una es el voto en las elecciones; otra la protesta, entre cuyas expresiones más conocidas está la de calle. También está la tribuna parlamentaria, como oportunidad para que se escuche la voz social, sus angustias y problemas, así como para plantear una visión alternativa. La opinión, en los medios, las redes y la calle, puede ser eficaz medio para desenmascarar, reclamar, esclarecer, explicar. Y también el diálogo, como contraste de posiciones y búsqueda de áreas de entendimiento o de canalización del conflicto.

 

 

El diálogo no es fácil. Tampoco lo son las otras formas de lucha política. Y, en su hora, cada una ha sido criticada como insuficiente o ingenua. Desde la escuela aprendimos a valorar el encuentro de Bolívar y Morillo en Santa Ana y el Tratado de Regularización de la Guerra que de allí salió. Y fue entre las cabezas de dos ejércitos enfrentados en armas. Nos cuesta más cuando se nos acerca la circunstancia que puede exigirlo.

 

 

Venezuela está metida en una calle ciega. En un juego trancado. Un juego en el que uno de los jugadores no acata las reglas y pone el árbitro. No es secreta mi opinión acerca de qué nos encerró en este callejón. Explorar la posibilidad de destrancarlo es obligante. Para eso, hay que administrar y combinar todos los medios de lucha civil. Voto, protesta, debate parlamentario, opinión y diálogo. Diálogo que, en este caso, cuenta con la ventaja del apoyo internacional y la presencia, nada menos, que del Vaticano.

 

 

 

No me engaño. La situación en nuestro país es gravísima. Pero no podemos negarnos a explorar la vía del diálogo para avanzar hacia nuestros objetivos. Es la misma lucha.

 

 

Ramón Guillermo Aveledo

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