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Fantochadas

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Fantochadas

Gastar más de lo que se produce y además malbaratar en vez de atesorar, trae nefastas consecuencias como la penosa realidad que hoy nos conmueve. ¡Hasta el más humilde bodeguero debe tener disciplina fiscal! Se trata de una regla de oro, que vale en la más encumbrada empresa transnacional, como en la economía doméstica, porque si la madre o el padre derrochan en festines o viajes inusitados, descuidando la educación, salud y alimentación de la prole, caerán en dificultades de difícil solución.

 

Eso es lo que nos ocurre en Venezuela. Tenemos como modelo de gobierno una mezcolanza que ha indigestado nuestra economía, provocando este trastorno social. El combinado letal, de ausencia de planificación, más indisciplina fiscal, acarrea este descalabro económico con la pandemia deficitaria, una devaluación inimaginable, que pone a viajar al dólar en una nave supersónica, mientras el precio del petróleo cae estrepitosamente.

 

Y con el agravante de que otros países tomaron sabias previsiones y muestran sus reservas full, mientras que aquí, en Venezuela, estamos atiborrados, pero de deudas. Ni desarrollamos economías alternas, para no depender de la renta petrolera, ni fuimos responsables, metiéndole ahorros al “cochinito”, para los tiempos de crisis predecibles. La historia nos presenta el “subibaja” de las cotizaciones del crudo, ¿por qué no se procedió conforme a esa experiencia?

 

Dejémonos de fantochadas, diciendo que “todo es maravilloso, aunque se depriman los precios del petróleo”. Esa afirmación es extravagantemente cínica y despreciativa del respeto que merecemos los venezolanos. No digamos ahora que la “tabla de salvación” es la OPEP, porque esa es otra quimera que encaja con el pragmatismo populista y demagógico de quienes son causantes de que hoy producir un barril de petróleo, esté por encima de los 20 dólares.

 

Lo que está muy claro es que este régimen es evidentemente incapaz de resolver las causas de los traumas. Lo que hace es complicarlos. Cada día se agudizan juntos, la inflación, el desabastecimiento y la devaluación. Eso no es poca cosa para un pueblo fatigado por múltiples aprietos. Mal puede decir un gobernante que “quiere a su pueblo”, mientras lo castiga con el látigo de la inflación. Son los pobres y la clase media los que sufren el martirio de esta descomposición. La corrupción, el gigantismo que ha atrofiado las estructuras del estado y la subordinación a un liderazgo comprometido con líneas de gobiernos extranjeros antidemocráticos, nos arrojan a una crisis de la que solo será posible salir airosos, si cambiamos este equivocado modelo y nos involucramos todos con un proyecto innovador impulsado desde una plataforma unitaria.

 

@alcaldeledezma

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