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Eucalipto, pino caribe y teca

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Eucalipto, pino caribe y teca

 

 

El eucalipto es una planta medicinal. Está recomendado para el tratamiento de enfermedades respiratorias, pero también se usa en la industria papelera y maderera. Tiene fama de consumir mucha agua. Algunas de sus 700 especies fueron utilizadas en Alemania en el siglo XIX para secar las regiones pantanosas y eliminar las aguas empozadas en las que se reproducía el zancudo transmisor de la malaria. Es poco probable que una plantación de eucaliptos a 60 kilómetros de distancia seque una quebradita como la de Chacaíto mucho menos el río Guárico

 

 

Las plantaciones de árboles –al igual que las de maíz, arroz o cualquier otro alimento– son un invento del hombre, que con paciencia y estudio domesticó un recurso natural con el fin de utilizarlo en su provecho, sea como alimento, mercancía o insumos para garantizarse el abrigo. Se necesitaron unos cuantos miles de años para que la especie humana pasara de ser recolectora de bananas a productora de bananas. Tuvo que aprender qué suelo necesitaba, cuánta agua, a qué distancia debía estar una planta de la otra, cómo combatir la plaga que la atacaba y cómo protegerla de los eventos con los cuales la naturaleza sorprende.

 

 

 

Sembrar árboles de manera industrial fue una necesidad geopolítica y también de supervivencia. La madera era una fuente muy importante de energía –como leña o carbón– e imprescindible para construir armamento, fortalezas y estructuras militares. Tan temprano como en el siglo XVI los estrategas civiles y militares se dieron cuenta de que al ritmo como sacaban la madera de los bosques naturales muy pronto quedarían a merced del enemigo, al tiempo que destruían las fuentes de agua. Sin bosques no hay agua. Plantaron árboles.

 

 

 

En Venezuela, tierra de bosques húmedos, siempre se prefirió la tala. Y talando fueron destruidos bosque maravillosos y riquísimos al sur del lago de Maracaibo, bien para explotar maderas finas muy solicitadas o para construir potreros y ampliar los pastizales; lo mismo ocurrió en los estados Táchira, Mérida y Trujillo, y todo el piedemonte andino.

 

 

 

Se trató de reglamentar, de poner orden, pero pudo más la codicia, el enriquecimiento fácil. Hubo complicidad de “expertos” y de políticos de toda ralea, pero también unos pocos empresarios suicidas que se beneficiaron con la destrucción de una riqueza que no se puede restituir. No solo exterminaron especies autóctonas de plantas, sino que también acabaron con importantes poblaciones de fauna silvestre para construir fincas que ahora solo les sirven para vacacionar, son de muy bajo rendimiento en producción de alimentos, sea carne, queso o granos.

 

 

Los bosques de pino caribe, eucalipto y teca que todavía quedan en pie y que son orgullo de los ingenieros forestales que prefieren cortar lo que siembran y no lo que la naturaleza ofrece, no son producto de la casualidad ni del capricho de un gobernante iluminado, sino del estudio, la dedicación y la perseverancia de un importante equipo de profesionales que tuvo la osadía de emprender la aventura de Uverito, sin gran apoyo y con un presupuesto ínfimo. Querían bajarle la presión de talar que había sobre los bosques naturales. Sin embargo, aunque demostraron que su locura tenía futuro –la CVG y el sector privado, poco dado a correr riesgos de largo plazo, se incorporaron al proyecto– siguieron las talas en Turén, San Camilo, Ticoporo, Imataca.

 

 

La siembra de pinos al sur de Monagas y Anzoátegui no solo cambió el clima y el paisaje de la zona, sino que se obtuvo materia prima para hacer casas y para fabricar papel, también carbón para exquisitas parrillas. Pero ya el bosque empieza a clarearse y no solo por los incendios forestales incontrolados. De 1.500 trabajadores que se dedicaban a germinar las semillas, a cuidar las plántulas y a sembrarlas, poco menos de un tercio asiste a su centro de trabajo. Los ocupan en activismo político. Mantener el bosque vivo es menos importante que mantenerse en el poder. Vendo parcela de ilusiones rodeada de desencantos, aproveche que se acaba el agua.

 

 

 Ramón Hernández

@ramonhernandezg

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