Estatismo y socialismo
marzo 30, 2017 10:09 am

 

Socialismo del siglo XXI. Así se identifica el proyecto ideológico-político que se trata de imponer desde hace algunos años a los venezolanos. Plan de la Patria es su traducción.

 

 

 

El término socialismo, como todo ismo, dice, sugiere o acentúa el vocablo en que se enraíza. En este caso es sociedad o social; sería entonces una ideología, corriente de ideas o movimiento, que subraya el papel de la sociedad y la primacía de lo social, en relación con el individuo, un sector determinado o el Estado. Apunta al beneficio y participación del conglomerado en su conjunto, al coprotagonismo y corresponsabilidad de las personas y miembros del mismo. ¿Valores resaltantes en esta dinámica? Igualdad, justicia, solidaridad.

 

 

 

Históricamente lo que se ha denominado socialismo real es el que, con obvios matices, cristalizó el siglo pasado en la URSS, se oficializó en China, sobrevive hoy en Corea del Norte y Cuba, busca implantarse en nuestro país. Pero ha sido y es todo, menos un auténtico socialismo. Contra las predicciones de una ortodoxia dogmática, según la cual el Estado iría a su extinción con el desarrollo socialista y el advenimiento del comunismo, el socialismo marxista-leninista lo que ha producido es inflación, predominio, sacralización del Estado; una estatolatría, o sea, la idolatría del mismo, el cual se “encarna” y polariza en el partido y, reductivamente, en el jefe, el Gran Hermano o Padre. Stalin era eso, Fidel buscó serlo, Hugo lo trabajó y sus herederos le rinden culto así. Y alguno quiere remedarlo.

 

 

 

Lo comunal, el empoderamiento de las bases, lo popular, se proclama terminológica y propagandísticamente, pero lo efectivo es un dirigismo desde arriba, una completa centralización, de modo que agrupaciones, sindicatos, comunas y entidades del género funcionan, pero solo como correas de transmisión de un poder central único.

 

 

 

El socialismo se convierte así en un estatismo hegemónico, en una “monarquía” absoluta, “divinizada” y, como tal, pretende: saberlo todo (omnisciente) y poderlo todo (omnipotente). Se estima como el intérprete infalible de lo que le conviene a los súbditos y el benefactor que les soluciona todos los problemas y atiende a todas sus necesidades; por ello concentra los quehaceres fundamentales y se convierte en el planificador-productor-importador-transportador-vendedor-contralor. Él alimenta, sana, entierra. Legisla, juzga, sanciona. Dispone de suma “inteligencia” para saber dónde estás, qué proyectas, qué haces. Tiene fuerza armada para mantener el “orden”, cárceles para castigar y casas para reeducar. Porque conoce la realidad verdadera, el sentido de la historia y la clave del futuro asume todo instrumento comunicacional e instituto educativo para determinar caminos y evitar dañinas desviaciones. Nada debe quedar por fuera de su autoridad y por eso es un régimen total-itario (no simple dictadura).

 

 

 

El proyecto del socialismo del siglo XXI (con su narcocondimento y aderezo tropical) va en la dirección del fracasado socialismo real. Quienes disienten, cuiden de no engañarse sobre la identidad del monstruo.

 

 

Ovidio Pérez Morales