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«Estado rentista y la crisis transicional»

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«Estado rentista y la crisis transicional»

¨En mi humilde sentir, el Libertador ha errado su marcha desde que obtuvo el mando supremo; y lisonjeado a facciosos y aspiradores, ha relajado más la moral pública y especialmente la del ejército. Yo sé lo he dicho así y bien claramente¨.

 

 

Carta de Sucre a O´Leary, del 6 de octubre de 1829

 

 

 

Estado rentista y la crisis transicional

 

 

 

En el cruce de dos crisis de diferente envergadura se encuentra otra de grueso calibre que los venezolanos del hoy, del aquí y del mañana, no pueden dejar de considerar como clave en las decisiones por tomar, y ante la cual no es posible evadir una posición clara y determinante.

 

 

 

La mayor de las crisis, la del sistema del capital, de la cual no nos salvamos, ni por casualidad, los casi ocho mil millones de seres humanos pobladores del todavía existente planeta Tierra, bajo una crisis estructural: universal, global, permanente y reptante, como la caracteriza István Mészáros, en su teoría de la transición; y que viene a constituir el marco más general donde se desenvuelve, la estructura de mando política totalizadora del capital, esto es, el Estado actual con su pléyade de contradicciones, y cómo supuesto remedio factible a los antagonismos irresolubles de la crisis estructural de un metabolismo social que ha llegado a tocar sus límites absolutos, al poner en peligro hasta la propia supervivencia del género humano.

 

 

 

Desde ese nivel de generalidad tocamos suelo venezolano en lo que se siente a diario, a flor de piel, la crisis de hegemonía, con su cara visible, la situación de ingobernabilidad, que afecta la vida, la salud y la cotidianidad de cada uno de quienes permanecemos en esta Tierra de Gracia, de la gran mayoría de los 30 millones de seres que sufrimos minuto a minuto las contingencias de un desgobierno, de una camarilla con sus ansias ilimitadas de poder, que no ha terminado de comprender, por falta de una mínima señal de dignidad, que debe retirarse a las ¨duchas¨, cuando de manera cínica pretende mantenerse hasta acabar con la mermada renta de los hidrocarburos, plagada de contradicciones y con un pronóstico reservado en sus ilusiones de dominio de la población venezolana.

 

 

 

Afirmamos que ambas manifestaciones, la general de la crisis estructural, por un lado, y la crisis de hegemonía, por el otro, complementan lo que ha venido a ser conocido como el ¨colapso rentístico¨ y su correlato indudable, la crisis transicional del Estado rentista.

 

 

 

La misma se ha desarrollado a lo largo del entero Siglo XX venezolano, pero ha comenzado a tocar sus límites absolutos, visibles, en esta segunda década del recién comenzado tercer milenio, y de la partida inicial del Siglo XXI.

 

 

 

Se trata de una crisis productiva, social, cultural, de dependencia de un ingreso, de un provento que no se genera en el país, como medio de producción no producido, mermado por la debacle de un sector que un menos de un lustro, dejó de ser la fuente principal de una política clientelar que toca fondo, en este último lustro, particularmente con el desgobierno que se origina en abril del año 2013.

 

 

 

La camarilla en el poder, ha terminado por ¨prostituir¨ la institucionalidad del país, sin auctoritas desde su inicio, que culminó con la pérdida de legitimidad en diciembre del año 2015, con la derrota vergonzosa en la Asamblea Nacional. Luego hemos visto y sufrido la interminable monserga de una retórica vacua e insulsa, y de unos manipulados mecanismos sucesivos, que concluyen el 20 de mayo del año 2018, en una incesante y pervertida generación de acciones que lo que hacen es agravar la ingobernabilidad, y poner al descubierto la crisis transicional del Estado rentista. Actúan como si dirigiéndose a un precipicio, aceleran la marcha para caer en el vacío, con la pretensión de seguir volando sin paracaídas, combinando un sadismo de una supuesta élite de poder, con un masoquismo social descerebrado.

 

 

 

La solución a la crisis transicional del Estado rentista, indudablemente no se resuelve en el corto plazo, requiere de una transformación productiva, sociocultural, que supere la mentalidad rentista, de larga data desde principios de la explotación incipiente de los hidrocarburos a finales del Siglo XIX, consolidada luego a lo largo del Siglo XX.

 

 

 

Dura y larga historia que ha sustentado la vida y obra de generaciones de venezolanos y de gobiernos de diferente orientación, hasta llegar al actual, que se muestra como el peor clasificado, con holgura y distancia de los otros, desde 1830 en adelante.

 

 

 

La salida al laberinto no es la que proponen los apologistas del sistema del capital, en sus componentes neoliberales, o neoconservadores, ni menos lo que tenemos con este desgobierno, como mezcla invertebrada de unos y otros.

 

 

 

La superación del laberinto, y de la crisis transicional del Estado rentista, pasa por la radicalización del movimiento popular, que haga punto final a esta trágica experiencia surgida en abril del año 2013, y logre constituir un bloque hegemónico similar al que hemos venido señalando, de manera reiterada, donde confluyan los intereses de los sectores populares y los pequeños y medianos productores del campo y la ciudad, destinado a una transformación productiva que alcance una mayor democratización del poder económico, a un cambio en el rol del Estado para lograr que el proceso acumulativo se oriente a la satisfacción de las necesidades básicas de la mayoría de la población, a la defensa de la soberanía, a la incorporación de mecanismos de autogestión a nivel colectivo, a la utilización de una planificación genuinamente democrática como mecanismo de regulación de las relaciones productivas, y a la ubicación autónoma del país frente a la internalización del sistema capitalista.

 

 

 

Amarga ironía la de un desgobierno como el actual, que anuncia tras anuncio que va a resolver el problema económico, cuando una solución inmediata requiere un hecho político que los involucra plenamente, el ¨irse a las duchas¨ y ponerse de lado inmediatamente, o es que acaso no está clara su incapacidad e incompetencia para resolver el problema económico. Se hace camino al andar, dijo el poeta…

 

 

 

Jorge Giordani

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