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“Esos gays que mataron”

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“Esos gays que mataron”

Yo no sé cómo se va a resolver en el mundo el tema de los extremistas musulmanes, porque cada vez que lo pienso me parece más complicada su solución. Agradezco no estar en el lugar de quienes tienen que tomar decisiones, porque me declaro en absoluto incompetente.

 

 

Pero si eso es difícil resolver, lo que parece imposible de hacerlo es la insensibilidad humana. Me he quedado sin habla ante la reacción de algunas personas por hechos como los que sucedieron en la discoteca de Orlando.

 

 
Primero, porque casi todos los medios de comunicación reseñaron que “un grupo de gays fue asesinado en una discoteca”. ¡Caramba, señores! ¡No fueron “unos gays que mataron”! ¡Fueron seres humanos, punto! ¿Por qué estrechar la noticia al grupo masacrado? Estrechar el criterio es propio de mentes estrechas. ¿Qué importa que hayan sido gays? Eso no lo hace ni más ni menos trágico. Aquí estamos frente a una tragedia humana, y como humanos deberíamos condolernos y preguntarnos qué podemos hacer para que no suceda más. El pésame no es sólo para la Comunidad LGBTI. Es para toda la Humanidad.

 

 

 

Segundo, porque si bien (y esto es un alivio) hubo un rechazo mayoritario, las reacciones de ciertas personas, sobre todo en el Twitter, me hicieron temblar. Por rabia y por miedo. Por su contenido lleno de odio y sectarismo y por constatar que hay personas que en pleno siglo XXI piensan que hay otras personas que merecen ser exterminadas, simplemente porque son “distintas”. ¿Y qué es ser “distinto”? ¡Todos somos distintos y que vivan las diferencias! Estas actitudes me preocupan, en particular en Venezuela, porque en un país tan polarizado, con gente que piense así, cualquier cosa puede pasar.

 

 

 

Hubo comentarios como el de una tuitera que había celebrado que mataran a homosexuales que ante las críticas que le llovieron, insistió: “así como ustedes pueden ser gays sin problema alguno, deben aceptar que las personas homofóbicas tienen todo el derecho de serlo”. También hubo respuestas brillantes, como “tenerle fobia a un ser humano no es un derecho”. Y ése es el punto medular: una cosa es la antipatía, el estar en absoluto desacuerdo, y otra es la fobia.

 

 

 

En estas actitudes están las semillas de los genocidios. ¿Las regamos para que crezcan y nos atenemos a las consecuencias, o dejamos que se sequen?…

 

 

Carolina Jaimes Branger

 

@cjaimesb

 

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