Entre Maduro y nosotros
diciembre 20, 2020 8:49 am

 

La ciudadanía venezolana está desconcertada. Y tiene que ser así, lamentablemente. La gente se desplaza del extremo de la euforia, en donde nos hemos encontrado varias veces, como cuándo ganamos las dos terceras partes de la Asamblea Nacional, la vez que protagonizamos el épico plebiscito del 16 de julio de 2017 y, más recientemente, con el desafío asumido por Juan Guaidó el 23 de enero de 2019. De cada uno de esos eventos saltamos a la otra esquina del abatimiento cuando, por ejemplo, del entusiasmo que había generado la movilización plebiscitaria, caímos en la frustración que produjo la decisión de la dirigencia opositora de participar en las elecciones regionales montadas por la Asamblea Nacional Constituyente, que 15 días antes habíamos tachado de irrita.

 

 

Igualmente, antes la ciudadanía había acusado los golpes de los diálogos-trampas en las que cayó la oposición, el sinsabor que dejó el boicot del régimen contra el ensayo frustrado del Referéndum Revocatorio en 2016, más el incumplimiento de no haber renovado los rectores y magistrados de los poderes públicos que siguen rendidos a los pies de la narcotiranía. Lo último fue el brusco cambio de temperatura que afectó el ánimo de los venezolanos que de las calles que había vuelto a tomar para realizar multitudinarias jornadas de protestas en 2019, recibió un “balde agua helada” al enterarse que, otra vez, se inauguraba un ciclo de diálogo, esta vez en Barbados.

 

 

Por eso la verdad es que la ciudadanía está acorralada en medio de esas penosas contradicciones que sitúan, por una parte, a Maduro, obstinadamente empeñado en siquitrillar lo que nos va quedando de país y al mismo tiempo factores llamados de oposición que reiteran en la táctica de dialogar como que si no estuvieran al tanto de la sanguinaria Corporación Criminal que ha hecho de Venezuela un estado forajido y fallido al mismo tiempo.

 

 

Esas contradicciones se ahondan mientras Maduro y sus socios son perseguidos por sus andanzas como narcotraficantes y perpetradores de crímenes de lesa humanidad y salen entonces propuestas que nos llevan a exclamar ¡Aunque usted no lo crea! Al escuchar esa tesis peregrina de instalar un gobierno de transición, aliados con figuras del chavomadurismo.

 

 

No menos alarmante es que no faltaron los “trompos servidores” que bailó en sus uñas Maduro, mientras consumaba esas fraudulentas elecciones parlamentarias.

 

 

Aún no paran las contradicciones que encierran a una ciudadanía que se pregunta, indignada ¿cómo es que ahora ni el R2P ni El TIAR sirven para nada?

 

 

Ante semejante dispersión debe imponerse la sensatez para que comprendamos que son esos pasos en falso los que nos llevan a extraviar la ruta correcta para poder llegar a desalojar a estos tiranos del poder, en tal sentido sugiero:

 

 

1. Insisto en una sesión de autocrítica de la dirigencia que nos permita precisar que se ha hecho mal para que semejante bandidaje se mantengan en el poder.

 

 

2. La urgencia de constituir una conducción incluyente que sea capaz de articular una estrategia coherente con la caracterización del régimen que enfrentamos. Una dirección libre de infiltrados que Maduro ha inoculado como un veneno que debilita la poderosa unidad que hizo posible triunfos espectaculares.

 

 

3. Impulsar una propuesta única ante los ciudadanos venezolanos con la esperanza de que puedan creer en las buenas intenciones de quienes la propongan. Rehabilitar las movilizaciones presenciales de la ciudadanía dentro y fuera de Venezuela es esencial para intensificar la presión contra la narcotiranía.

 

 

4. Presentar ante la comunidad internacional una agenda que no de lugar a dudas sobre la coherencia de la dirigencia opositora. Esa agenda debería contemplar la ratificación de las sanciones personalizadas contra los responsables de la catástrofe humanitaria compleja que padecen los venezolanos, desarrollar los planes de control del narcotráfico y de terrorismo que ha tomado más del 70% del territorio nacional y la configuración de una acción internacional acoplada con base a las herramientas legitimas y vigentes del R2P y del TIAR que hagan posible el cese definitivo de la usurpación.

 

Antonio Ledezma

@alcaldeledezma