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Entonces, ¿no existe el Niño Jesús?

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Entonces, ¿no existe el Niño Jesús?

 

Una gran decepción de los infantes es la de dejar de creer en el Niño Jesús. Ese día, cuando descubren que la fuente navideña de regalos y felicidad, en realidad es la furtiva previsión de padres que han discutido entre sí qué se puede y qué no del largo petitorio manuscrito, hay desengañoy es el fin de la infancia tipo “Peter Pan”. Similar impacto puede atribuirse al conocimiento de que la cigüeña ni viene de París, ni trae los niños por encargo sostenidos en el tejido que cuelga del pico del pájaro transatlántico. De entonces en adelante se sabe que jugar a papá y mamá, con este adminículo y con aquella cosita, sustituye a la cigüeña voladora.

 

Algo similar ha pasado estos días. Cuando escribo, la mayoría roja de la Asamblea Nacional ha impuesto a sus candidatos como fiscal, contralor y defensor del Pueblo, y se apresta a idéntico proceder con los integrantes del CNE y el Tribunal Supremo de Justicia. Entonces, se evidencia que no era verdad que fue la abstención de 2005 por lo que el gobierno tomó  el control de las instituciones del Estado. Lo hizo entonces sin que hubiese diputados de la oposición, como lo hace ahora con la presencia de una fracción parlamentaria opositora de más de 60 diputados.

 

Lo cual no lleva, por cierto, a decir que no importa votar o que hay que abstenerse como en 2005, sino que plantea que el propósito de la participación electoral en el marco de una dictadura posmoderna es otro diferente al que se ha argumentado por parte de muchos dirigentes. Resultó falsa la cantaleta que decía “tú elector, que eres parte del 83% que dejó de votar en 2005, eres el culpable de tener a Tibisay y a Luisa Ortega allí”. Del mismo modo que no se puede decir, “tú elector que votaste en 2010 eres culpable de tener a las mismas Amazonas allí”.

 

También es un hecho significativo, hasta el momento en el cual escribo, que Chúo Torrealba, haya dicho que la oposición no busca “puesticos ni cuotas “, con lo que –por fortuna– se va al foso la tesis de la “conservación de los espacios”. Es decir, no vale la pena conservar un “espacio” a costa de traficar con la violación a los principios. Unos suplentes, un par de magistrados o un rector no valen el sacrificio de una política clara y firme.

 

Como con el Niño Jesús y la cigüeña, el golpe de estado contra la Constitución protagonizado nuevamente por el régimen, clarifica a muchos y muestra que esta dictadura terminal ni negocia, ni cede: sólo reprime. Ahogada en su soledad se apresta a entonar el canto del cisne rojo. Será un graznido horrísono.

 

 

Carlos Blanco

 

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