En Nicaragua también matan

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En Nicaragua también matan

 

En la madrugada del 17 de julio de 1979, el presidente de Nicaragua, Anastasio Somoza Debayle, envió una carta al Congreso de su país renunciando al cargo, presionado por el avance de las fuerzas rebeldes sandinistas hacia Managua. Era el fin de la dictadura de cuarenta y tres años de la dinastía fundada por el padre, Anastasio Somoza García, y continuada por sus dos hijos, Luis y el dimitente. Tres días después, el 20, los jefes sandinistas y el nuevo gobierno eran aclamados en la capital por una multitud de 50.000 personas en la plaza, que hoy tiene el nombre de plaza de la Revolución, frente al Palacio Nacional.

 

 

 

Sic transit gloria mundi (Así pasa la gloria del mundo), palabras que en el momento de la coronación se dirigían a los soberanos para que no olvidaran la fugacidad del poder. La frase célebre nos viene a la mente cuando vemos la situación en que se encuentra un movimiento, en su momento revolucionario, que antes contaba con el fervor popular y la solidaria simpatía internacional, y ahora es repudiado. El tiempo, a veces, corre implacable derribando estatuas y apagando mitos.

 

 

 

Hace poco más de dos meses, el 18 de abril, comenzó una verdadera rebelión del pueblo nicaragüense contra quienes lo gobiernan, otrora protagonistas de una hazaña contra un nepotismo dictatorial. El detonante no tiene una importancia proporcional a la magnitud de la insurgencia que se ha desatado: una reforma gubernamental del sistema de seguridad social que aumentaba las contribuciones de los trabajadores y empresarios, y a la vez recortaba las prestaciones. El gobierno dio un  paso atrás y revocó la reforma. Lo que se inició como una protesta reivindicativa, ha derivado en una vibrante solicitud de renuncia del presidente Daniel Ortega y de su poderosa vicepresidente y consorte Rosario Murillo. Como si se hubiera hallado una vía de escape a un sentimiento y un deseo escondidos en el inconsciente colectivo.

 

 

 

Los medios de comunicación nos informan a diario de las barricadas en las calles de ciudades y poblaciones, y del cierre, que llaman “tranque”, en las carreteras de la convulsa nación centro-americana. La represión desplegada por el régimen para aplastar la insubordinación popular ha sido feroz y sanguinaria. Se reportan las cifras de alrededor de 200 víctimas letales y más de 1.000 heridos.

 

 

Evidentemente, en Nicaragua también matan.

 

 

Carlos Canache Mata

 

 

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