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En las últimas semanas he visitado el sur de Bolívar y Trujillo, Aragua y Vargas, Cojedes y Barinas. Todos respaldaron al proceso con su ilusión y su voto, hoy se les siente la necesidad y el deseo de cambiar. En el país empobrecido por las políticas equivocadas, uno puede ver el rostro de la esperanza en gente trabajando, que no se deja vencer. Gente que trata de producir y progresar superando dificultades. También en dirigentes políticos que no se rinden. Alcaldes y concejales que respetan el mandato recibido, y aunque la inflación y la escasez, hijas de error gubernamental los acosen, lo mismo que la incomprensión oficialista de la naturaleza y los mecanismos democráticos, siguen fajados con los problemas, buscándoles solución. Uno no puede sino admirarlos. Venezuela quiere cambio es más que una consigna, es lo que diría Don Mario, epónimo trujillano del querido liceo de la Avenida de Los Abogados, «la voz profunda de la tierra”.

 

 

Esta semana me tocó, por fin, mi tierra larense. Fui a Sanare porque hay que cambiar a esta manera de gobernar que es una mala imitación de la fiesta de los locos. A El Tocuyo porque la batalla por ese cambio es cívica y que este 6 de diciembre va a ser un «Seis figureao”. A Quíbor, porque hay que tener presente que la construcción de una alternativa es como producir en tierra árida: exige conocimiento de las condiciones, visión de lo posible, y perseverancia que es la forma activa de la paciencia.

 
Aquí en mi natal Barquisimeto fui esta vez a Catedral, y en Cabudare de mis ancestros, una asamblea en Las Mercedes, la urbanización levantada en la finca de caña que solía ser llamada así o Papelón. En ambos lugares, pude conversar con la golpeada clase media. Herida por la odiosa división que se fomenta desde el poder. Triturado su poder adquisitivo. El fruto de su esfuerzo convertido en sal y agua. ¿Cómo no van a querer cambio? Aparte, y porque no podía faltar, pasé por el estadio para compartir con Saer la presentación de su libro por los 50 de Cardenales en la LVBP. No todo es política en nuestro corazón cardenalero. En noviembre regreso al resto del estado. A Torres, Urdaneta, Crespo, Simón Planas y otras parroquias de Iribarren.

 

 

Anduve con los compañeros de la Mesa de la Unidad larense, Macario González y los dirigentes de los partidos de la alianza. Con Rafael Marcial y mis amigos fraternos del Grupo Armonía que sirven desinteresadamente a Venezuela, a la región y a la Unidad. Y tuve el honor de la compañía de un paisano que aprecio y valoro como persona y como ciudadano, Julio Anzola, todo un ejemplo de nobleza.

 

 

¿Por qué hago campaña? Porque esta es una elección crucial para nuestro destino. La Asamblea Nacional puede ser la llave del cambio pacífico, democrático, constitucional que el país necesita. Venezuela merece este triunfo. ¿Por quienes hago campaña? Por quién va a ser, por los candidatos de la Unidad. Porque la Unidad es la única política nacional alternativa que existe hoy para vencer este desastre y abrir paso a la esperanza. No hay interés personal, por muy legítimo que sea, más importante que eso.

 

 

Ramón Guillermo Aveledo

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