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El voto y el cambio

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El voto y el cambio

Un movimiento político o una fuerza con vocación de poder pueden acceder al gobierno de tres formas. La primera es mediante una insurrección popular, la segunda es propiciando un golpe de Estado y la tercera es mediante el voto popular. La primera involucra grandes movilización de masas con una dirección política determinada a tomar el poder por vías insurreccionales y gobiernos muy debilitados y sin la capacidad de fuego para defenderse. Tal vez ese fue el caso de la revolución rusa de 1917 o más recientemente en Ucrania. La segunda es el típico cuartelazo. Un grupo militar o cívico-militar asalta el poder, depone al presidente y comienza a gobernar. Esos son los episodios de Pinochet en Chile, Videla en Argentina, entre tantos otros cuya lista sería interminable.

 

 

 

La tercera vía para acceder al poder es mediante el ejercicio del voto, a través de elecciones limpias, democráticas y transparentes y el ciudadano vota de forma directa y secreta. Esa es la vía en la cual creo y pregono. De un acto de fuerza jamás puede surgir un gobierno estable y democrático. Algún golpista trata de sustituir a quien ya dio un golpe. El devenir de una insurrección y un golpe es líderes o grupos que se quieren y hacen todo lo posible para eternizarse en el poder. El mejor gobierno es aquel que garantiza la justicia social y respeta la alternabilidad democrática. El poder crea adicción y una vez que ésta se hace norma viene una dictadura, de una manera u otra. En Venezuela, tras el fraude de la Constituyente está en cuestionamiento el sistema electoral. Pocos creen en el CNE porque ha sido práctica sistemática de sus autoridades ir deslegitimando el voto como mecanismo de cambio en democracia. La asignatura pendiente hoy en el país es el rescate del derecho al voto, lo que implica un calendario electoral claramente establecido, autoridades del ente electoral plenamente confiables y un mecanismo que permita contar el voto tal cual el pueblo lo emitió. Mucho de esto hace falta.

 

 

 

El gobierno está jugando a que la Unidad Democrática cometa el suicidio de no participar en las elecciones regionales previstas para el 10 de diciembre de este año, las cuales sin ningún motivo, salvo favorecer al PSUV, ya han sido pospuestas dos veces. Para ello el gobierno lanza todo tipo de campañas de rumores con el objeto de que las fuerzas democráticas le deje el campo abierto y cometan el grave e imperdonable error de no participar en esas elecciones, lo cual llevaría a abstenerse en la de alcaldes y las eventuales presidenciales de 2018. En 2005, una campaña mediática incentivada por el gobierno condujo a las fuerzas democráticas, en aquel tiempo minoría, a que no concurrieran a esas elecciones, y de allí vino una hecatombe que fue subsanada en 2006 con las elecciones presidenciales donde presentamos a Manuel Rosales como candidato, en medio de un gobierno entonces boyante de plata y de pueblo. Ya eso se acabó. Luego Chávez lanzó en 2007 el referendo para cambiar la Constitución y lo derrotamos y después fuimos a las elecciones de gobernadores e igualamos en votos al gobierno, en 2010 sucedió lo mismo y así culminamos en 2015 con una rotunda victoria en las parlamentarias. Esa trayectoria de reconstruir la mayoría popular es a lo que el gobierno le teme, por eso está lanzando señuelos para que la Unidad no participe en las elecciones. Para cambiar hay que votar, ese es nuestra herramienta.

 

 

José Guerra

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