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El régimen aún negociando, pierde con o sin constituyente

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El régimen aún negociando, pierde con o sin constituyente

 

Chávez, consciente de que moriría, no encontró sino elegir entre Cabello y Maduro. Decisión embarazosa sobre quién era el menos malo, hoy sufrimos ese momento que jamás olvidaremos. Maduro está a punto de traicionar y traicionarse a sí mismo, acabando con el único legado de Chávez. La Constitución por la cual votó en 1999 algo menos del 50 % de los electores registrados, y que hoy, ¡peculiar ironía! defiende el 90 %, la inmanejable mayoría opuesta a su inspirador.

 

 

 

Es un conflicto sin precedentes. Cuba es quien sostiene la apócrifa revolución bolivariana. Castro decide y ordena tras décadas de experiencia reprimiendo. No se pelea contra un lerdo, es el avance de un régimen experto en someter a la disidencia. Castro sabe que en nuestras calles se juega también la suerte del régimen cubano, no subsistirá sin la ayuda del petróleo venezolano.

 

 

 

Muchos chavistas expresan su rechazo, traicionados por el heredero y sus compinches que dilapidaron su capital político.

 

 

 

Es lógico pensar que la revolución no quiera morir, no les importa sacrificar al país para no perder el poder pues tienen a Venezuela por cárcel y por ello se juegan la vida. Su ferocidad demuestra su miedo. No lo admitirán ni pueden hacerlo. Pero el pueblo lo percibe, su propia indignación aguza los sentidos, muy pocos sostienen la teoría perversa, inaceptable e injusta de olvidar.  Habrá que establecer y personalizar las culpas con garantías de juicios justos. ¡Nunca impunidad!

 

 

 

Los ciudadanos retaron al régimen cuando la AN, en su representación, juramentó magistrados del TSJ, acto de legítima ruptura, ajustado a la rebelión civil adoptada hace meses y a la Constitución. Terminó la paciencia y debilidad de la dirección política opositora. Demasiados años la estrategia de confrontación ha sido casi rogando y siempre con el complejo de terroristas, golpistas y guarimberos. Ahora no más aislar a los que consideraron divisionistas y radicales, apodo despectivo para descalificar a Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado entre otros.

 

 

 

Las realidades obligan a la negociación, instrumento político de uso común en las democracias, que en la era chavista ha sido manipulada para darle al oficialismo, respiro y oxígeno. Detienen la marcha, dan un ilusorio paso atrás y, superado el trance, dos saltos hacia adelante. Habilidad de la trampa constante en la que ha sucumbido parte de la oposición, recibiendo promesas y esperanzas de un juego electoral aliñado. La dirigencia opositora nunca quiso ver, a pesar de las advertencias, que el régimen no es democrático, es como Cuba.

 

 

 

¿Negociar es traicionar? Algunos sostienen que cuando el ciudadano está decidido en la calle y triunfando, seria actuar sin vergüenza y amor propio. Negociar cuando se está ganando es una traición. Y jamás podrá ser aceptado.

 

 

 

Zapatero nos visita confirmando lo que sabemos: hay negociaciones que el realismo político considera lógicas y aconsejables. Pero hay que hacerlas públicas, informando con claridad, con intermediarios transparentes, honorables y anteponiendo el interés nacional. No se desprecia el coraje de los jóvenes, por el contrario, le da objetivo a su lucha y sacrificio. La negociación inteligente puede ayudarnos a dirimir nuestras diferencias sin sacrificar por nada exigencias ni logros.

 

 

 

Si el parapeto constituyente se instala, será la consolidación de la Venezuela castrista y de un sistema más que comunista, funesto. Los ciudadanos decidiremos si esta ignominia y los cubanos castristas se quedan, o nosotros nos vamos. La verdadera opción es quedarnos batallando en las calles, que será delito. Para la rebelión ciudadana un sacrificio diario, para la dictadura un infierno.

 

 

 

Amenaza de que seremos arrastrados a un período tenebroso, hito que hará estallar la nación, una reacción masiva contra quienes destruyen el país, implantan su comunismo y acaban con nuestra forma de vida. Inevitablemente se producirá un encuentro frenético energúmeno entre los ansiosos de libertad, desesperados por los efectos devastadores de la crisis total, y un oficialismo vejatorio abandonado internacionalmente y sin apoyo popular, pero resuelto a todo para perpetuarse en el poder en La Habana y en Caracas.

 

 

 

¿Morir peleando o vivir como el pueblo cubano humillado, doblegado? Parte de esa tragedia ya la sufrimos. Como en Cuba, una minoría privilegiada, en Venezuela los maduristas “enchufados” disfrutan con descaro impúdico los placeres de la vida como socios, amigos, hijos, parientes practicantes de la metamorfosis como estrategia de negocios disfrazándose según sus intereses, desvergonzados que usurpan el poder y asaltan sin pudor ni rubor el erario público. Y una mayoría aherrojada.

 

 

 

Es la perspectiva frente a la conciencia del ciudadano decente con principios éticos morales y contra el gobierno a nivel nacional e internacional. Pero en el plano externo no se concretarán decisiones que cambien sustancialmente el panorama. Ayudarán a presionar, pero hasta allí: la pelea es nuestra.

 

 

 

Este gobierno no aguanta un muerto más, pero está dispuesto a seguir llenando las calles de sangre, para mantener el poder. No tiene conciencia, tiene miedo. Por eso la negociación se complica, el madurismo siente que cada cesión es debilitarse un poco más. La paradoja es que la constituyente cubana no tiene posibilidad alguna entre el pueblo venezolano y debilita más al régimen, no tiene legitimidad ni popularidad. La Constituyente los divide a ellos y nos une a nosotros.

 

 

 

Un parto de los montes, una muerte anunciada.

 

 

 

Nuestro destino, derecho a vivir y ser libres puede estarse negociando a cambio de una tregua engañosa. Retirar la Constituyente sólo beneficia al régimen y en nada a nosotros. Por el contrario, nos quita una razón de lucha. No nos dejemos engañar.

 

 

 

Cualquier determinación que no termine en la salida inmediata de Maduro, es traicionar a nuestra juventud y al legado de nuestros Libertadores. La victoria está a la vuelta de la esquina. ¡A la calle a patear asfalto! No escuchemos cantos de sirenas hipócritas. Hay que unir fuerzas con sentido de patria y espíritu de grandeza. Conquistemos la victoria. Jamás claudicar y menos justo en el momento de gloria.

 

 

 

@ArmandoMartini

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