El que sea, será
febrero 9, 2018 8:31 am

No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su hora”

Víctor Hugo

 

 

 

Nos guste o no; se nos viene encima una consulta electoral. Otra finta del Voldemort criollo nos coloca ante el evento de elegir al presidente .Sabemos que se trata de una maniobra más que se suma a varias que padecimos desde que irrumpieron por desgracia en el escenario histórico, los maleantes y mamelucos castrocomunistas que hoy nos gobiernan. Dos décadas del asalto de la mediocridad y del resentimiento se cumplen, con un resultado que nadie seriamente y en su sano juicio puede negar; la ruindad social y la agonía republicana. Como Boves en 1814, el chavismo acomplejaría a Atila, malogrando al país y comprometiendo sus instituciones hasta ponerlo al borde de la disolución, inclusive.

 

 

Pero eso ya lo sabemos; lo vemos, lo sufrimos la cuasi totalidad de los venezolanos de todas las latitudes sociales. No me detendré mucho en evocar lo que hoy es nuestra cotidianidad lúgubre, sórdida, ominosa. Me referiré al asunto de unos comicios que debemos examinar con sobriedad y serenidad. Tal vez allí obre la clave de bóveda para encontrar un escape a este pandemónium salvaguardado por la estulticia y la felonía de la alienación del lado oscuro de la nacionalidad.

 

 

En efecto; Ceressole ideó y el difunto deletéreo cuajó una alianza que llamaron ejército, caudillo y pueblo, detrás de un discurso populista y demagógico que auspició una delegación de soberanía del cuerpo político al líder y a la postre a sus epígonos. Dignos reos de Palermo devinieron los susodichos, metamorfosis a lo Kafka, inducida y celebrada, premiada, compraba a la Fuerza Armada Nacional que permitió el acabose. La corrupción se hizo endemia y la nación fue victimada. Muchos pobres además se enamoraron de sus captores, síndrome de Estocolmo, al auxilio de la operación de secuestro y manipulación.

 

 

Paralelamente, la sociedad conocía una centrifuga que lanza a la diáspora varios millones de compatriotas. Sus mejores muchachos se marchan obstinados de una espera que no cesa y de un cambio que no llega. Se derriten las ilusiones propias de aquellos que trabajan para darle sentido a sus vidas y poder optar por un porvenir. La pobreza, el hampa, la vulnerabilidad convencen de irse. El país se vacía de sus vástagos destacados y se va, no solo descerebrando, sino privando de su mejor potencial ciudadanía.

 

 

La oposición perdió la batalla de la constituyente y se desfiguró. Otra derrota pesada y gravosa que siguió a aquella de elegir una Asamblea Nacional que no logró ninguno de sus cometidos. La secuencia es historia de lo que se imponía en el descalabro institucional y en el desaire de los amargados, resignados, acomplejados. Así se fueron las gobernaciones y las alcaldías, perdidas por la efectividad del estado chavista, ágil electoralmente, y por la crisis de entropía que turbulenta azota al resto del mundo ciudadano.

 

 

Luego el show del diálogo que solo evidencia que malandro es malandro siempre y que no cambia para mejor jamás. Nuevamente vuelven a simular los orates del oficialismo y, entretanto, montan el sainete para reelegirse. Sin novedad, sin propósito de enmienda, sin contrición, el chavismo intenta relegitimarse. No importa el desastre. Como nos recuerda Loewenstein, el poder es demoniaco.

 

 

¿Dónde estamos y hacia dónde vamos entonces? La primera respuesta por elemental coherencia nos diría que el análisis recién hecho sigue vigente, en tanto y en cuanto nada ha variado en el escenario político, económico, social, institucional, internacional, pero, el asunto, en su gravedad, propone profundizar en procura de una mejor perspectiva. En verdad sabemos que de continuar Maduro en el poder y como en Cuba, alargaríamos este universo lisiado en el que nos movemos y castrados, medrosos, enajenados vegetaríamos como nación vencida y alienada. Esa es, me temo, la cruda realidad. La escogencia, si acaso hay margen para ella, postula una posible, aunque difícil reacción, para lo cual no son unos u otros los convidados sino todos aquellos que se asumen a sí mismos, como personas dignas capaces de discernir, decidir, actuar responsablemente. Me refiero a los dos tercios de connacionales que los estudios de opinión muestran reiteradamente opuestos al chavismo. Oposición variopinta, los indecisos que calculaban, los demás que han luchado, se han expuesto, perdieron amigos o familiares, vieron a sus hijos marcharse, los que quedamos pues.

 

 

Surgió un nombre que a su mención levanta entusiasmo nacional. Ese personaje venido del mundo empresarial y ciudadano ejemplar, no ha decidido si opta o no por aceptar y batirse contra un monstruo satánico, pero de hacerlo, sin duda alguna, ofrece fundadas esperanzas de victoria porque si vamos todos a la refriega electoral, como lo hicimos en 2015, les ganaríamos, como les ganamos en ese diciembre la Asamblea Nacional. Cuidando esas mesas y votando masivamente superaríamos los baches del fraudulento CNE y el aquelarre lo tendría que aceptar. Esa empresa nacional, la FANB la acataría so pena de desatar el apocalipsis.

 

 

Mario Briceño Iragorri lamentaba en su crónica que, los mejores no por serlo están disponibles. Denunciaba inclusive la traición de los mejores y con ello evidenciaba que a veces hay que buscar entre los que se atreven y otros que optan por no hacerlo y, por cierto, con buenas razones podría pasar que se negaran. Lo cierto es que hay que trabajar con el que siendo reconocido por sus pares del mundo dirigente como estelar, no hay tiempo de primarias, debe ser electo por un cierto consenso, ice el estandarte y nos represente en esa elección que repito, si vamos como pueblo, todos unidos, vamos a ganar.

 

 

No hay espacio para otra cosa distinta a la unidad, en torno al que escojamos, votar es un deber para con nosotros mismos y rendirse, vacilar, hesitar, o abstenerse sería una torpeza irreparable. ¡Dios con nosotros y vayamos que el que sea, será!

 

Nelson Chitty La Roche

nchittylaroche@hotmail.com