El plan que vino del cuartel
enero 21, 2017 6:15 am

Mi amigo el profesor universitario que admira a Friedrich Hayek, ese baluarte de la escuela austríaca que indicó con tanta claridad cuál es el camino de la servidumbre y de terminar revisando las bolsas de basura con la esperanza de encontrar algo que comer o vender, uf, sabe que los problemas de Venezuela comenzaron en 1976, justamente cuando, por arte del birlibirloque y la cantidad de dinero que empezó a entrar, el país perdió el rumbo. Algunas veces con ironía, otras con cinismo y no pocas con compasión responde a las señoras que se quejan de la insoportable situación a la que han llevado al país estos cuarenta Ali Babá con sus respectivos ladrones.

 

 

 

Poco dado a personalizar, a no darles nombre a las calamidades que con tanto fervor cultivan los meteorólogos, que sin haber aparecido el huracán saben cómo lo van a llamar, ha insistido, unos pasos más adelante que el conjunto opositor, en que la desgracia económica, social y política no es consecuencia de la muerte (¿?) del teniente coronel Hugo Chávez y el ascenso de Nicolás Maduro, el ex conductor con licencia de quinta de metrobuses, que si a uno y otro los hubiesen sustituido la Madre Teresa de Calcuta, el papa Juan Pablo II, ese dúo que constituyeron Marx y Engels, y hasta Angela Merkel, la situación de los venezolanos no sería ni un milímetro distinta.

 

 

 

La presidente del Consejo Nacional del Comercio y los Servicios, Cipriana Ramos, que no alardea de títulos, se graduó de abogada en la Universidad Santa María y es asesora aduanera, ha repetido hasta el cansancio, ad nauseam, que la quiebra del país tiene un solo origen, y que no habrá decreto, medidas extraordinarias, milagro ni conjuro que restituya el camino del progreso mientras se mantenga en vigor el verdadero legado de Chávez y Jorge Giordani: el Plan de la Patria. Esa receta para el suicidio-martirio del país fue aprobada por la Asamblea Nacional en septiembre de 2013 y que todavía hoy ningún diputado, incluido José Guerra, ha propuesto derogarlo por ser el origen de la profundización de todos los males, y que en esencia es tan anticonstitucional que convierte la carta magna en “el papel amarillo que sirve para todo” como decía el general –de batallas, no de gritar “Chávez vive, la patria sigue”–, José Tadeo Monagas.

 

 

 

El mapa de Cuba, no el de China ni el de Vietnam, mucho menos el de Noruega, fue el que el comandante “eterno” dibujó tomado de la mano por Fidel Castro. Lo peor, para desdicha de todos, es que no actuaban de buena fe, como sí ocurrió en 1976 cuando se nacionalizó el petróleo, sino que cada uno tenía ambiciones crematísticas, fideicomisos, cuentas off shore y otras recompensas para los herederos de sangre, los verdaderos. Vendo goma de borrar entuertos.

 

 

 

Ramón Hernández

@ramonhernandezg