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¡El país que olvidó el diccionario!

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¡El país que olvidó el diccionario!

 

Basta leer la historia de Venezuela, desde los libros básicos de J.A. Cova y del Hermano Nectario María, hasta las obras más largas, amplias, detalladas y complejas, para darse cuenta que la Venezuela del siglo XIX y los primeros tres cuartos del XX, era muy diferente. Había pobreza, es verdad, pero la gente trabajaba y lograba estabilizarse. Ciertamente teníamos dificultades para conseguir empleo fijo. Sin embargo, muchos se convertían en buhoneros o en técnicos a domicilio -plomeros, electricistas, expertos en reparación de neveras, pintores, jardineros, albañiles- y no sólo llegaban a fin de mes, sino que podían preparar alimentos para satisfacer el hambre de la familia y amigos. Las instalaciones públicas de salud siempre fueron deficientes, pero al menos tras esperas, diagnosticaban, operaban y curaban. No eran lo mejor y merecían perfeccionarse, pero teníamos hospitales con gran tradición y excelentes profesionales; para mejorar los servicios de salud se trabajaba permanentemente, no éramos tan conformistas como estamos pareciendo ahora.

 

 

 

Mujeres y hombres eran confianzudos, tuteadores, pero sentían respeto por los ancianos, cedían el asiento en los transportes públicos a las damas y mayores, se disculpaban si tropezaban, se daban los buenos días, las gracias y por favor. Cuando querían sellar un compromiso, se estrechaban la mano y el acuerdo era firme, las notarías venían después, mas por exigencia legal que otra razón.

 

 

 

Había delincuentes, corruptos, sinvergüenzas, estafadores, ladrones, rateros, asesinos, nunca faltan en ninguna sociedad. Pero jamás a los niveles que hoy sufrimos y padecemos. Los pordioseros caminaban por ahí, y lograban vivir razonablemente de las limosnas y, nunca olvidemos, los que recogían latas de aluminios que luego vendían a empresas procesadoras. El petróleo fluía y los venezolanos eran, salvo escasas excepciones, los operadores de las compañías desde niveles directivos hasta los barrenderos de las instalaciones. No había que ser miembro de ningún partido, había que ser especialista y tener meritos.

 

 

 

Era una Venezuela de rectitud, honestidad, alegría, cordialidad, hospitalidad, solidaridad. Ya no existe. La integridad se ha erosionado con los gobiernos del chavismo y del madurismo como malos ejemplos a seguir, la castidad se ha convertido en un recuerdo nebuloso, el regocijo desapareció, la acogida y el apoyo fueron barridos por el miedo, la sospecha, la inseguridad. Y la complicidad entre zánganos, bandidos y corruptos, no olvidemos esta maldición que ha crecido hasta niveles impensables.

 

 

 

Nada más que para tener un elemento de meditación en este principio de año y luego de unas navidades de hallacas y ponche crema impagables, de Niño Jesús y Reyes Magos con los bolsillos vacíos, de “estreno de fin de año” convertido en mito antiguo, recordemos algunas definiciones y rescatemos el diccionario de lo venezolano;

 

 

 

Integridad: Calidad de íntegro. Entero, completo. Honrado, recto, probo.

 

 

 

Honestidad: Cualidad de honesto. Incapaz de engañar, defraudar o apropiarse de lo ajeno. Cumplidor escrupuloso de su deber o buen administrador de lo que tiene a su cargo.

 

 

 

Probidad: Honradez. Probo: que tiene probidad

 

 

 

Sobrio: Que denota moderación, no exagerado.

 

 

 

Entereza: Fortaleza, firmeza de ánimo. Integridad, perfección. Rectitud en la administración de justicia.

 

 

 

Equidad: Igualdad de ánimo. Entereza. Benignidad. Justicia natural. Moderación en el precio de las cosas.

 

 

 

Ética: Perteneciente o relativo a la moral. Recto, conforme a la moral. Persona que estudia o enseña moral. Conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida. Ética profesional, cívica, deportiva. Parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores.

 

 

 

Moral: Perteneciente o relativo de las personas, desde el punto de vista de su obrar en relación con el bien y el mal y en función de su vida individual y, sobre todo, colectiva. Conforme con las normas que una persona tiene del bien y el mal. Basado en el entendimientos o la conciencia, y no en los sentidos. Que concierne al fuero interno al respeto humano, y no al orden jurídico. Doctrina del obrar humano que regula el comportamiento individual colectivo en relación con el bien y el mal y los deberes que implican. Conjunto de facultades del espíritu, por contraposición a físico. Estado de ánimo, individual o colectivo. Ánimo para afrontar algo

 

 

 

Ciudadano: Natural o vecino de una ciudad. Perteneciente o relativo a la ciudad o a los ciudadanos. Persona considerada como miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y sometidos a sus leyes.

 

 

 

Solidaridad: Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros. Modo de derecho u obligación in solidium.

 

 

 

Decencia: Aseo, compostura y adorno correspondiente a cada persona o cosa. Recato, honestidad, modestia. Dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o calidad de las personas.

 

 

 

Sólo unas cuantas palabras, unos pocos ejemplos del diccionario ético olvidado que formaban parte de la Venezuela que dejamos perder y que algunos soñamos recuperar, buen motivo para este año 2017. Será un esfuerzo gigantesco que debemos llevar adelante, sobre las ruinas de lo que nos deje el desesperado y en caída libre -sin posibilidad de recuperación a pesar de los esfuerzos de muchos- socialismo del siglo XXI, deshilachado por su falta de equidad, de entereza; por su casi total escasez de activistas probos; por olvidar su honestidad como ideología y como grupo de personas. Por traicionar a su patria y a sus mismos orígenes. Somos un país que olvidó sus principios y valores, que enterró en lo más recóndito de la memoria su significado. Grave, gravísimo, pero una realidad inocultable de la falta de ética y dignidad personal que se apoderó de muchos.

 

 

 

Tenemos esperanza y fe, no podemos permitirnos que nos las sigan quitando, estamos en la obligación ciudadana, de familia e individual de cada uno en recuperarlas, mantenerlas, hacerlas compromisos permanentes. Hay que luchar, y la lucha es tarea de todos, no podemos rendirnos y depender de quienes juegan al fracaso, la complicidad, la complacencia. Ignoremos, pasémosle por encima a los parlanchines baratos y de poca monta, no tomemos en cuenta a quienes no escuchan la voz ciudadana. Desplacemos y castiguemos moralmente quienes con descaro y sin pudor se han robado los dineros del erario público y en consecuencia, de los venezolanos.

 

 

 

Despidamos en el 2016 a los prepotentes, arbitrarios, corruptos y violadores de los derechos humanos. Construyamos una Venezuela decente, honesta, con valores, principios morales y éticos. Salvemos las buenas costumbres ciudadanas y hagamos de ellas una actitud indestructible.

 

 

 

Volvamos a ser la Venezuela que nos enseñaron, la nación que siempre quisimos ser.

 

@ArmandoMartini

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