El país está en juego
octubre 19, 2016 11:42 am

 

Ayer, en el muy interesante foro que realizamos con los doctores Alberto Arteaga Sánchez y Román Duque Corredor, hacia el final a cada uno le pregunté sus años de experiencia profesional. La pregunta la hice porque se exige que los magistrados del TSJ han de tener más de 15 años de experiencia, y muchos de ellos no acumulan esa cantidad de vida como jueces y ni siquiera en el ejercicio profesional del derecho. Me sorprendió: Arteaga tiene 50 años de experiencia, y Duque Corredor, 52. Tales haberes pulverizan la palabra “profesional” de los “magistrados” de la Sala Constitucional. El caso de Calixto Ortega, por ejemplo, o el de la hermana del fiscal Danilo Anderson, o el del ex diputado Mendoza.

 

 

 

Hoy debemos detenernos en el caso de otra penosa magistrada. Se graduó en la Universidad Santa María y carece de experiencia profesional porque su currículo se ha limitado a cargos burocráticos en la Asamblea Nacional. Responde al nombre de Indira Maira Alfonzo Izaguirre, y es la presidenta de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia. Ella es la que ha sentenciado que si no se recoge el 20% por Estado, la solicitud para el referendo revocatorio será nula.

 

 

 

¿Quién es Indira Maira Alfonzo Izaguirre? Poco se pude decir de ella. Su hoja de vida es gris y anodina, burocrática. Lo único claro es que milita fervorosamente con las ideas del régimen. A manera de ejemplo, La Patilla publica este mensaje que escribió en el Facebook en 2013: “Hay que tener cuidado con Leopoldo López, es el representante más fiel de la derecha rancia, revisen adónde va y con quiénes se reunió en los últimos viajes…”.

 

 

 

Esta mujer es la que coloca no una piedra sino un peñón descomunal en el camino para solucionar pacíficamente la desgracia que aflige al país. Y hago énfasis en solucionar pacíficamente porque esto ya se está pasando de castaño a oscuro.

 

 

 

Se leen titulares de este tenor. El Nacional: “El hilo constitucional se rompió y estamos bajo una dictadura”. Eso lo dicen profesores, trabajadores y estudiantes de la Universidad Central de Venezuela en documento donde advierten que Nicolás Maduro “comenzó formalmente un régimen dictatorial sin garantías constitucionales y con violación permanente de los derechos humanos”.

 

 

 

Ya la palabra dictadura está en boca de todos. Y cuando se habla de dictadura esta solo puede existir si cuenta con la aprobación, la complicidad y la participación abierta y directa de las Fuerzas Armadas. Hoy leo dos llamados a las Fuerzas Armadas por demás interesantes. Uno en la página de Contrapunto.com, con la firma de Vanesa Davies: “Chavismo crítico: Fuerza Armada debe garantizar recolección en paz de 20% para revocatorio. El camino elegido por el presidente Nicolás Maduro lleva a la instalación de un gobierno de facto. El revocatorio se encuentra en peligro”. Palabras de los propios chavistas. El otro llamado aparece en un artículo muy importante de Ángel Oropeza: “Padrino, la FAN y la Línea Maginot”, publicado en El Nacional.

 

 

 

“El madurocabellismo está jugando a la desestabilización política de un sistema del cual la Fuerza Armada es actor y garante. En otras palabras, el gobierno está desestabilizando el piso donde el estamento militar también está montado. Y esto es una jugada muy riesgosa para quien no tiene pueblo.

 

 

 

“La Fuerza Armada debe saber que el país la quiere fuerte, constitucional, sin afiliación partidista, querida y respetada por todos, y no humillada y usada por un grupo al que no le importan ni el futuro ni la reputación de la familia militar con tal de proteger sus beneficios”.

 

 

 

Hemos llegado a un punto realmente crítico, duro y difícil. ¿Hasta dónde se van a atrever los magistrados? ¿Cómo definirlos? Ayer, Arteaga Sánchez los llamó “los magistrados del horror”, y Duque Corredor “los magistrados de la vergüenza”. Agregue usted el calificativo que le permita el asco.

 

 

Insisto: ¿hasta dónde pueden llegar estos magistrados complaciendo de rodillas la voluntad, cada vez más ciega y arbitraria, de Maduro? ¿Y hasta dónde puede llegar la participación cómplice y penosa de la Fuerza Armada en todo esto?

 

 

 

El país está en juego.

 

César Miguel Rondón