El pacto de ayer
julio 20, 2017 8:18 am

 

El día de ayer los partidos de la oposición firmaron un pacto de unidad y gobernabilidad. Estar inmersos en una lógica exasperante por salir de esta pesadilla de gobierno, ha hecho que la firma del pacto, si bien no paso bajo la mesa, al menos no tiene la espectacularidad del paro del día de hoy, los trancazos de ayer o la próxima hora cero, que si bien nadie sabe muy bien de que trata, todos la esperan como si fuera el final tan ansiado.

 

 

Pues bien, se firmo un pacto para ser gobierno. Desplazar del poder a la actual cúpula, la aspiración desde donde ciframos las esperanzas de corregir el rumbo y solucionar los problemas. El objetivo que persiguen las acciones que concentran nuestra atención diaria, en otras palabras dejar la penuria de vivir del sobresalto por culpa de una revolución que ha cubierto absurdamente de muerte y temor a todo un país, se convirtió desde ayer en un compromiso que une a los partidos políticos y la sociedad que los acompaña.

 

 

¿Para qué un pacto? Lo que ocurrió ayer es un despeje de incertidumbre sobre lo que sería un próximo gobierno de la Unidad. Allí, antes que un «plan de gobierno», se establecen las reglas de lo que serán los próximos gobiernos. Tal como lo entendería cualquiera que haya vivido los últimos 5 años en Venezuela, nuestros problemas no se resolverán con un simple cambio de gobierno. Esto es más complejo. Necesitamos de varios gobiernos, de una sucesión continuada de buenas políticas y mejores correcciones. Para ello necesitamos alternancia democrática, esa que la soberbia autoritaria que nos acompaño por años, no solo nunca entendió, sino que jamás podrá aceptar, que se equivocó, que fueron más sus errores que aciertos y que haberse empecinado en ellos para cuidar sus mezquinos intereses bajos y materiales, nos trajeron hasta aquí.

 

 

Pues bien, necesitamos una orientación pero con la posibilidad de cambiar si ello es necesario, y eso sólo es posible, si los actores políticos que comulgan objetivos pero difieren en los medios, se ponen de acuerdo en función de perseguir los fines nacionalmente acordados, cooperar entre sí y cada cierto tiempo someter a consulta al pueblo sobre como van las cosas.

 

 

Eso tan relativamente elemental ha sido el compromiso de ayer. Asumir el rescate nacional y cooperar para logarlo, aun cuando el gobierno pueda cambiar, precisamente porque el anterior no lo hizo lo suficientemente bien a como lo esperaba el pueblo.

 

 

Los partidos de la Unidad se comprometieron a gobernar juntos, pudiendo cambiar de líder, de enfoque, cuando el pueblo lo decida, pero si perder el norte, el objetivo central del acuerdo: lograr el bienestar nacional, especialmente el de los venezolanos más humildes. Eso solo lo pierden firmar losas demócratas. Así pues y tras el desastre que tenemos como realidad nacional, la única forma de llevar adelante las reformas y las políticas que nos sacarán de este agujero, requerirán de grandes consensos políticos que permitan que las políticas se mantengan, en sus líneas generales, con independencia de los gobiernos en particular. El acuerdo de ayer no solo es una receta de para gobiernos de coalición, sino que además da algunas garantías para lo que será el futuro. Habla de justicia, no de venganza. Promete entendimiento y reconciliación, pretende la inclusión y la garantía de que nadie vaya a prisión por pensar distinto, se le arrebate su derecho a salir o entrar al país, a reunirse para perseguir el ideal humano que se prefiera, así como disfrutar de la libertad de expresión que nos han confiscado y abolir la fascista práctica de la amenaza pública y la intimidación mentí a como forma de mantener a los «enemigos» a raya.

 

 

Se señalan algunas pautas de comportamiento inmediato. Se compromete a que el primer gobierno de la democracia abandone la trágica práctica de la reelección inmediata y con ella el abandono del mesiánico en favor del institucionalismo.

 

 

Obviamente, para los que llevan años sin entender nada y tergiversándolo todo, lo de ayer fue alguna fantasía conspirativa. Un llamado a un gobierno paralelo o quien sabe que otra estupidez propia de la antigua guerra fría. Nada de eso se corresponde con la realidad, ayer asistimos a la firma de un acuerdo democrático que, como ocurrió en muchos otros países Latinoamericanos que vivieron en los años ochenta trances populistas como el nuestro, salieron de sus sombras con un acuerdo de gobernabilidad que los guió por tres o cuatro lustros, manteniendo lo bueno de cada gobierno y desechando lo malo.

 

 

No estamos sino dando los pasos para salir de la pesadilla, lástima que hallamos tardado tanto.

 

Luis Pedro España

@luispespana