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El oso ruso ve para otro lado

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El oso ruso ve para otro lado

 

 

Han sido pocas las fiestas tumultuosas, tipo cosaco, en la Embajada de Rusia en Caracas. Una ocurrió cuando todavía existía el régimen soviético y la representación diplomática pretendía ponerse a tono con la perestroika y el glasnost que anunciaba la modernización del comunismo y trajo el gran derrumbe del bolchevismo y los primeros amagos de democracia en la patria de Aleksandr Pushkin y Anna Ajmátova.

 

 

 

El búnker de Valle Arriba se llenó de políticos, empresarios, funcionarios y representantes de los medios de comunicación social. Que fuesen tan obsequiosos con el vodka friíto y las cucharadas de caviar asombraba a los presentes, también al personal diplomático y consular acostumbrado al secreteo y a la frugalidad. Nadie podía creer que se ofrecieran con tanta generosidad las huevas de esturión o salmón –no de carite ni de jurel, pero nunca de beluga o lucio–, como si se tratara del vino dulzón y barato que tanto le gustaba a Iosif Stalin siendo secretario general del PCUS.

 

 

El secreteo volvió después de que Vladimir Putin sustituyera a Boris Yeltsin y se empecinara con Dmitri Medvédev en restituir, si no el sistema soviético, el régimen autoritario que ha construido dentro de los patrones de la antigua KGB. No importa el tipo de negocio que en el siglo XXI Venezuela hiciera con la nueva Federación Rusa, la sede diplomática en la urbanización Valle Arriba ha mantenido su aspecto misterioso y de pocas visitas.

 

 

Después de la huelga petrolera de 2002 los lazos con Moscú se estrecharon y no solo por recomendaciones de Cuba, sino porque comenzaron los verdaderos y los buenos negocios. A pesar de que la producción petrolera venezolana empezó a descender luego del despido de más de 18.700 trabajadores de Pdvsa, Chávez inició las compras milmillonarias de material bélico a empresas estatales rusas, desde fusiles AK103 hasta aviones Sukhoi de combate y helicópteros de transporte, además de los muy publicitados sistemas misilísticos antiaéreos S-300. Cada semana llegaba un juguete nuevo para los militares y se firmaban más acuerdos de empréstitos con rusos, bielorrusos y otros gobiernos subrogados a Moscú. Rusia se apoderaba de los mercados petroleros que Venezuela dejaba de suplir y a pulso recuperó y multiplicó su producción con la ayuda de las multinacionales que Chávez insultaba y expropiaba.

 

 

Los rusos se apoderaron sin disparar un tiro de cada centímetro que abandonaba Pdvsa, que habiendo sido una de las empresas más eficientes del mundo, al transformarse en roja rojita en manos de Rafael Ramírez y Alí Rodríguez Araque, fue sucumbiendo a la corrupción y al lavado del dinero, a la destrucción generalizada. Después vinieron los militares que hicieron caída y mesa limpia con lo poco que quedaba. Los rusos y Arabia Saudita se quedaron con los mercados que abastecía Venezuela, y si se busca con cuidado de ahí vinieron los dineros que con tanto esplendor financiaron al candidato Hugo Chávez.

 

 

Ahora Rusia trae aviones con mercenarios y pone a tono los sistemas de defensa antiaéreos, pero las puertas enormes de la misión diplomática están cerradas a extraños y son muy contados los acercamientos a los medios de comunicación. Apenas dedican tiempo a los 4.640 seguidores de su cuenta en Twitter para reiterar que la solución de la crisis “puede ser únicamente venezolana, mediante el diálogo entre todas las fuerzas políticas del país, de manera pacífica y con pleno apego a la Constitución”.

 

 

Extraña que quienes han vendido tantos instrumentos bélicos y hasta firmaron un contrato para permitir el ensamblaje en Venezuela de fusiles AK-103, aparezcan como grandes pacifistas y se enorgullezcan tanto de que el escultor ruso Sergey Kazantsev sea el autor de la estatua del comandante Chávez que el 7 de octubre de 2016 se inauguró en Sabaneta, estado Barinas.

 

 

Los rusos no quieren conflictos, ya cumplieron sus objetivos estratégicos con respecto a Pdvsa y pueden retirase tranquilos a sus dachas a comer caviar con galletes de centeno y a beber vodka. Por supuesto que quieren cobrar las deudas de la chatarra militar, pero si a ver vamos no son tan enormes y ya están bien pagados con las explotaciones petroleras que han recibido en propiedad, algo a lo que no se atrevió ni siquiera el general Juan Vicente Gómez. Con esa enorme ganancia toda pérdida queda resarcida, que otros se ocupen del juego de ajedrez geopolítico y de darle cobijo a quienes piden un sitio donde pernoctar la negra noche que se les anuncia. Vendo colección de mentadas de matriuskas. Nicolás.

 

 

Ramón Hernández

@ramonhernandezg

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